Sevilla-málaga · la crónica

Provisionalidad, sí,pero cara o cruz no (2-2)

  • El Sevilla rescata un punto contra el Málaga gracias a los dos goles de Gameiro, pero siempre transmitió la sensación de ir cuesta arriba. El planteamiento de Emery volvió a correr unos riesgos difíciles de soportar.

Tercera jornada del Campeonato Nacional de Liga y el Sevilla sigue sin probar el sabor del triunfo. Existe el eximente para los blancos de la provisionalidad en la que aún se encuentra, con 13 futbolistas contratados durante el verano, con jugadores que entran y salen de la plantilla a últimísima hora, con tantas y tantas cosas que pueden ser esgrimidas como excusa por los encargados del trabajo de campo, y la verdad es que no les faltaría razón para ello. Otra cosa es explicar esta apuesta por la locura, por un vértigo difícil de entender, por un fútbol en el que lo normal es que todo se decida finalmente en un cara o cruz. Ayer, con un Málaga igualmente en construcción, no fue ni una cosa ni la otra, pues pudo ser mucho peor para los hombres de Unai Emery y también cupo la posibilidad de un triunfo final para ellos. 

Pero por encima del resultado, de esa paciencia que casi se implora por parte de la cúpula dirigente a la hora de analizar el trabajo de esta plantilla que ha debido iniciar el fútbol de verdad en plena revolución, queda la sensación agridulce de que el trabajo en el campo no se está haciendo demasiado bien. El Sevilla, a día de hoy, transmite a los suyos la idea de un equipo desordenado, precipitado, sin saber bien en qué sitio debe efectuar la presión y, sobre todo, demasiado a merced del rival en la mayor parte del partido. No era extraño, pues, que siempre pareciera que existían más futbolistas del Málaga sobre el campo, tanto en la zona de ataque como en la parcela más cercana a Javi Varas.

El partido empieza y el Sevilla, siempre con Rakitic en la posición de medio centro junto a M'Bia, esta vez, o Iborra, se parte desde el mismo arranque del juego. Unai Emery apostó esta vez por dos delanteros más claros debido a los problemas físicos de Marko Marin y optó por la pareja integrada por Gameiro y Bacca. Más pólvora arriba si cabe, pero la realidad es que el equipo tendría un latifundio entre esos dos puntas y el cuarteto defensivo, pues ni Perotti ni Rabello se sienten centrocampistas, lo que supone que el trabajo más oscuro recae en una sola persona, en ese medio centro que ayer era el recién llegado M'Bia.

Y el futbolista camerunés puede ser un portento físico, que tal vez lo sea, pero no es un superhombre para tener el don de estar en todas las partes. Rakitic se mata a correr también, no tiene ni un solo segundo de respiro para pensar siquiera un poquito, que es tal vez su mejor cualidad, pero el Sevilla siempre parece estar en inferioridad cuando el rival, en este caso el Málaga, hace catorce días el Atlético o siete el Levante, lo ataca. El resultado es una inestabilidad absoluta, un temor continuo por parte de sus más fieles a que llegue el desastre en forma de gol visitante.

Después todas las culpas serán para la defensa, pero es que un análisis medianamente riguroso no puede quedarse en que Fazio es el peor zaguero del mundo, en que Cala no aprovecha la oportunidad que se le presenta, en que Pareja no llega a este balón concreto o en que Fernando Navarro no juega en su verdadero puesto. La realidad tiene mucho más que ver con los conceptos defensivos, con que M'Bia o Iborra se ven absolutamente desbordados la mayoría de las veces porque cualquier contragolpe del Málaga, o del que sea, los coge siempre en inferioridad. Evidentemente, no pueden hacer faltas tácticas en todas las ocasiones, porque siempre recaería sobre el mismo y la expulsión estaría garantizada en todos los partidos.

Nadie puede extrañarse, pues, de que Morales llegue con tantas facilidades al borde del área para hacer el 0-1 o de que Portillo protagonizara exactamente la misma acción en la segunda mitad para tener todo el tiempo del mundo antes de meterle el pase interior a Darder previo al tanto de Santa Cruz. La consecuencia de ello fue un Sevilla siempre obligado a remar contra corriente, aunque para ser más preciso habría que puntualizar que lo hace hasta cuando el marcador estaba igualado, pues siempre parece que es un equipo que va cuesta arriba, que debe hacer el más difícil todavía para ponerse por delante en el marcador.

Unai Emery, evidentemente, tiene tiempo por delante para trabajar los aspectos más futbolísticos, pero debe hallar pronto la solución para combinar a los futbolistas que le han puesto a su disposición para tener una fórmula magistral ganadora. Tal vez sea el propio vasco quien ha optado por el riesgo durante los noventa y tantos minutos que duran los partidos, pero él mismo debe ser consciente de las dificultades que eso le puede acarrear. Llegar a la meta rival en una décima de segundo no siempre es sinónimo de éxito, a veces conviene elaborar algo más el juego para buscarle las cosquillas al adversario y, sobre todo, para que tus propios futbolistas se sientan mucho más protegidos a la hora de defender.

Entre otras cosas porque el Sevilla sí tiene buenas individualidades de mediocampo hacia delante, pero tampoco cuenta con Messi para que le resuelva todas las papeletas con su eficacia garantizada. Ayer sí se acercó a ese papel Gameiro, que fue capaz de rescatar a los suyos en dos ocasiones gracias a ese fútbol que siempre le ha caracterizado de jugar al borde del fuera de juego en todo momento, pero el riesgo fue demasiado alto. Afortunadamente para el Sevilla, y para Emery, el daño fue algo menor con el punto salvado con los goles del francés, pero el coche ya está en movimiento, no admite más demoras y las curvas que se aproximan por el camino son bastante peligrosas. O Unai Emery es capaz de dar con un equipo equilibrado y consistente o el Sevilla jugará a un cara o cruz permanente. Si le sale cara, todos serán piropos y alabanzas. Pero si le sale cruz...

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