"El descenso es muy triste, pero más lo es el incierto futuro del club"

Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943), pese a que le tire el Cádiz de su tierra, su forofismo es verdiblanco. Escritor, autor de La Marcha Verde, Hernández se muestra preocupado por el porvenir del Betis si continúa siendo gestionado por la misma directiva. Y un "Napoleón al frente".

-¿Se ha merecido bajar el Betis?

-Ya lo anuncié cuando presenté mi libro. La plantilla estaba descompensada y masificada. Se apreciaba un gran vacío entre líneas. A ocho jornadas para el final, lo declaré. Aunque lo pensaba con la cabeza y no con el corazón.

-Y ahora, ¿qué?

-A pasarlo mal. Pero peor lo he pasado al ver la división que hay en el beticismo. La gente ha estado en contra y creo que la división es peligrosa. En un lado está el dueño del cortijo y, por otro, el resto de los béticos. Además de este descenso que se veía venir, en el Betis se han perdido la finura y la elegancia que siempre lo caracterizaron.

-Algo debe funcionar mal...

-Para mí, el que funciona mal es el consejero delegado. Es un señor atormentado. Pensaba que si era capaz de crear un capital de la nada, también habría sido capaz de ganar la Liga de Campeones. Pero un equipo de fútbol es diferente. Es una labor de equipo, estructurada, parcelada en funciones.

-¿Va a la manifestación convocada para el 15 de junio?

-Yo quería ir, pero tengo el mes cargado de trabajo. De segundas, tengo constancia de que la convocatoria va a ser multitudinaria. No quiero llamar a mi familia bética porque me voy a sentir como el Capitán Araña, dejando a todos en tierra.

-¿Qué va a pasar después de la manifestación?

-Nada. Estoy convencido de que no quiere vender el club. Ya no pasará como en años anteriores. El equipo ha perdido peso específico. Es un club con un futuro incierto. Y ahora se pondrá a hacer demagogia, a sacar pecho, de que lo han dejado solo con el Betis en Segunda. Y es muy triste que un equipo que mete a 50.000 personas cada domingo baje de categoría. Yo me quedé un cuarto de hora sin poder hablar.