Liga bbva

Como un equipo menor (1-0)

  • El Sevilla suma los tres puntos ante Osasuna pese a su horrible segunda mitad y pone punto final a la racha de cinco derrotas · Jesús Navas demostró que el equipo con él es otra cosa

Suspiro de alivio para el Sevilla. El conjunto de Gregorio Manzano truncó, por fin, la pésima racha de cinco derrotas consecutivas en la Liga y se anotó el primer triunfo desde que venciera, hace ya mucho tiempo, en La Romareda al Zaragoza. Osasuna fue la víctima en un litigio en el que hay que quedarse con el fin, jamás con el método utilizado para alcanzarlo. Porque la verdad es que los sevillistas, particularmente en un segundo periodo horripilante, se alzaron con los tres puntos en juego con propuestas propias de un equipo menor.

Es verdad que las grandes rachas de victorias arrancan, muchas veces, en un partido tan deslucido como el de ayer, sobre todo porque llegan después de un periodo de desconfianza que es capaz de agarrotar las piernas del futbolista más desinhibido, pero a este Sevilla cabe exigirle mucho más para que llegue a los objetivos que se marcan desde su cúpula rectora. No es posible el descontrol que existió en la segunda mitad, cuando el marcador estaba a favor de los blancos y enfrente se ubicaba un rival carente del mínimo nivel exigible para jugar en esta Primera División.

Sin embargo, el Sevilla, como tantas y tantas veces, fue incapaz de sacar provecho de que las cosas se le habían puesto a favor para sentirse seguro. Los blancos fueron un canto a la desesperanza en ese largo tramo del encuentro, precisamente cuando debería haber sucedido lo contrario. A ver: los manuales futbolísticos, tan cargados de tópicos siempre, dictaminan que cuando un equipo va ganando, y sobre todo si es ante un rival inferior, debe aprovecharse de los riesgos que corra éste para sacar salidas a la contra, para llegar más fácil hasta la portería rival. Ja, ja, el Sevilla no lo hizo prácticamente ninguna vez, todo lo más en una jugada que acabó con un disparo alto de Renato y ya marcaba el cronómetro el minuto 82 en ese momento.

¿Quiere esto decir que los hombres de Manzano no lo hacían para tener el control del balón y no correr riesgos de perderlo? Tampoco, ni muchísimo menos. La pelota siempre estaba en poder de un Osasuna que, cierto, era incapaz de administrarla con cierto decoro. Todo era, entre otras cosas, la consecuencia de ver a Romaric, el supuesto organizador, sudar a chorros, que eso no se le niega, con una incapacidad absoluta para ordenar a los suyos, para mover el balón a un lado a otro y ofrecerse para conducirlo y llevarlo hasta las zonas adecuadas. Al contrario, el marfileño transmitía que estaba al borde del desfallecimiento e incluso cayó en redondo cuando un balón rebotó en su cabeza. No fue el único, sin embargo, pues Negredo fue incapaz de bajar un balón aéreo para provocar la salida de los suyos, o al menos una falta que permitiera tomar un poco de aire. Para ser más exactos, lo hizo una vez y provocó un disparo cruzado de Kanoute.

Sí cabe reseñar, en pos de la justicia y de ser equilibrado, que los sevillistas sí defendieron muchísimo mejor en las jugadas a balón parado, ya que sólo concedieron un remate fácil, concretamente de Sergio, a pesar de los numerosos lanzamientos que tuvo Osasuna para intentarlo. Entre otras cosas, porque a Dabo tal vez se le olvidaron de explicarle que el equipo de Camacho sólo es capaz de marcar algún gol en la estrategia e hizo un buen puñado de faltas en las cercanías del área.

Hasta aquí el relato de las sensaciones negativas que se quedaron en la retina por el transcurrir de una segunda mitad que fue capaz de borrar, incluso, el prometedor arranque. Porque, de la mano de Jesús Navas, el Sevilla de Manzano tuvo diez minutos iniciales propios de otros tiempos mucho mejores. Fue algo así como el Sevilla de Juande Ramos, que llegaba una y otra vez hasta el área rival en ocasiones claras de peligro para el guardameta. La percusión fue constante en esa fase y parecía increíble que Ricardo no se dirigiera al fondo de sus mallas para recoger el balón.

La pelota llegaba rapidísima hasta Jesús Navas o, en su defecto, hacia la banda derecha para que desde allí también lanzase algún centro extraordinario Kanoute. Y, con idéntica velocidad, el centro hacia Negredo, particularmente Negredo, corría igual de raudo para que el madrileño, de haber estado acertado, hubiera podido incrementar su cifra realizadora en dos o tres unidades. Pero el delantero centro no tuvo su día más fino ni en los remates ni tampoco en los balones aéreos que peleó. El Sevilla había desaprovechado diez minutos pletóricos y a partir de ese momento ya iba a disminuir la producción ofensiva.

Seguía habiendo acercamientos, vía Jesús Navas, pero menos. Hasta que el palaciego metió un centro perfecto en la estrategia y Kanoute hizo el resto para ejercer de salvador. El Sevilla se ponía por delante y, a pesar de los pesares, fue capaz de mantener todo el botín a salvo. Un triunfo después de cinco derrotas siempre es una buena noticia, pero deberá hacerse bueno en el futuro porque lo que fue ayer...

 

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