El grito de esperanza de una generación
Fútbol femenino
Las sevillanas de la selección española Priscila Borja, Lola Gallardo y Melanie Serrano explican el conflicto con el seleccionador tras el pasado Mundial de Canadá.
Mireia Belmonte, Carolina Marín, la selección femenina de básket. Todas han saboreado las mieles del olimpo deportivo con sus éxitos internacionales. Mucho esfuerzo les costó, pero otras, sin embargo, con el mismo esfuerzo aún tienen que pelearse por derribar barreras para ser reconocidas. Y es que en este país que peca de medallitis si no se gana es como si no fueses nadie. Y si se trata de chicas, aún peor.
Sin embargo, esas barreras comienzan a caer por fin en el fútbol a base de balonazos. Bueno, de toques sutiles, técnica, esfuerzo y goles. Cuesta, pero el tesón de un grupo que va logrando hitos en su disciplina, pese a las trabas del camino, bien vale ese reconocimiento. No en vano, disputar por primera vez un Mundial no es para menos, pese a que el equipo se volvió para casa antes de tiempo. Más de un millón de personas vieron por televisión el debut del combinado nacional en la cita de Canadá, en la que tres sevillanas pusieron su granito de arena para tratar de cambiar las cosas: los prejuicios deportivos y sociales.
Lola Gallardo (10-6-1993, Mairena del Aljarafe), Priscila Borja (28-04-1985, Alcalá de Guadaíra) y Melanie Serrano (12-10-1989, Lebrija) ha vivido una "experiencia inolvidable" en América, un "punto de inflexión", dicen y esperan, para el fútbol femenino en España, si bien se convirtieron en protagonistas de una historia que lejos de un motín, como algunos quieren verlo, es grito de rabia que han tardado en lanzar con un único objetivo: seguir creciendo.
Las 23 jugadoras se rebelaron contra el seleccionador, Ignacio Quereda, que lleva en el cargo la friolera de 27 años, en una carta abierta después de que acabara su participación en el Mundial tras caer contra Corea del Sur y y quedarse a un gol de la clasificación, en una carta abierta dirigida al técnico, en la que expresan de forma clara una realidad gestada durante años en el silencio de un vestuario: "Es evidente que la preparación del Mundial no ha sido la correcta, el análisis de los rivales y la forma de preparar los partidos insuficientes... y esta ha sido la dinámica durante mucho tiempo", denunciaban.
"Lo único que hemos hecho es decir basta. Queremos seguir progresando y aprovechar una gran generación de futbolistas, pero en la selección hace muchos años que se alcanzó el tope. No se evoluciona porque al frente hay una persona que entiende el fútbol como en el siglo pasado. Necesitamos un cambio para dar un paso adelante", afirma Borja, jugadora del Atlético de Madrid que, con dos carreras a su espalda (Magisterio de Educación Física y Grado de Infantil con Pedagogía Terapéutica), trabaja en la capital de España en una pastelería para poder hacer realidad su sueño de jugar al fútbol de una manera "más o menos profesional".
En la misma línea se expresó su compañera de equipo Lola Gallardo, portera del Atlético, que lo tiene claro: "No pensamos en que no habrá cambio. Las 23 vamos a una en esto. Somos una piña. Sólo nos ceñimos a lo deportivo y, en esa cuestión, así es imposible avanzar", apunta la aljarafeña. "Representar a tu país es una ilusión enorme. Muchas vamos por eso, porque sabemos que es lo que nos espera al llegar a la concentración", afirma Melanie Serrano, campeona de Liga este año con el Barcelona.
En definitiva, el mensaje es claro. No es más que un grito de esperanza de una generación llamada a marcar época para equilibrar el fútbol femenino en España al del resto de potencias. Es decir, que tomen en serio a un equipo capaz de clasificarse para un Mundial y el respeto no sólo de la afición, sino de quienes mandan en el fútbol patrio. "En Canadá nos hemos dado cuenta de muchas cosas. Todo el mundo sabía a lo que íbamos. En España me ven con la ropa del Atlético y me preguntan si juego al baloncesto o al voleibol. En Toronto la pregunta era: ¿te puedes hacer una foto conmigo?", afirma la alcalareña, que espera que haber disputado un Mundial "abra las puertas para un futuro mejor". "Que las generaciones futuras tengan mas opciones y que sean respetadas", añade la extremo, la única de las sevillanas que disfrutó de minutos en el Mundial tras marcar 16 goles con el Atlético de Madrid.
Y no es una rabieta o chiquillada. España logró la clasificación de forma brillante en septiembre, tras una fase en la que anotó casi 50 tantos y encajó sólo dos. A partir de ahí, la preparación fue un despropósito. Desde octubre solo jugó cinco amistosos, ninguno en los dos últimos meses, no realizó la gira prometida por Estados Unidos y el equipo llegó al torneo cuatro días antes de su primer partido, sin tiempo para aclimatarse. Inglaterra lo hizo dos semanas antes, como la gran mayoría. "Me llevé los ocho primeros días despertándome a las seis y media de la mañana", afirma Borja. La defensa azulgrana ahonda en las explicaciones: "El equipo más accesible para ganar era Costa Rica. Estábamos convencidas de lograr esos tres puntos, pero inexplicablemente, y sin motivos, cambiamos sistema y de un 4-3-3, que es como jugamos en toda la clasificación, pasamos a un 4-2-3-1. No nos lo esperábamos y no lo preparamos más que en entrenamientos entre nosotras durante un par de días".
Tras el tropiezo en el debut, Quereda reculó y España ofreció su mejor versión ante Brasil y Corea del Sur, aunque faltó "un poco de suerte". "Nosotras somos las culpables, las que estamos en el campo, pero con otra preparación más exigente y mejor hecha quizá el resultado hubiese sido otro", señala la guardameta. Y su compañera en el Atlético, Priscila Borja, recalca: "No es un problema de machismo o feminismo. Simplemente queremos a alguien que nos guíe y que nos haga mejores con métodos del siglo XXI. No podemos seguir haciendo lo mismo que hace 27 años porque el fútbol evoluciona. Queremos al frente a alguien cualificado que venga con nuevas ilusiones y proyectos".
Pese al mal regusto, las tres coinciden en que la mera presencia por primera vez en una cita de tal enjundia ayudará al desarrollo del fútbol femenino en España. "Creo que aún no somos conscientes de lo que hemos hecho", afirma Serrano, para quien "todo suma para seguir haciendo camino, porque queda mucho por andar". El reto de todas no es más que pelear por una igualdad que, aún a estas alturas, le cuesta digerir a la sociedad. "Con 10 años ya era mejor que muchos niños y tenía que escuchar comentarios muy feos. Afortunadamente ya es algo que se ve con más o menos naturalidad, aunque para mí el apoyo de mis padres fue fundamental. Ellos eran los que me animaban cuando lloraba porque me insultaban", recuerda Borja, que espera que se empiece a apreciar y respetar el fútbol femenino. "Sí, es diferente al masculino, pero tampoco se parecen mucho el fútbol de hombres de Primera División y el de Tercera División. Nuestro juego es menos directo, más combinativo, porque físicamente estamos más limitados y no podemos hacer desplazamientos de 80 metros, pero suplimos con mucha técnica las carencias físicas", señala Borja, que junto a Gallardo disputará con el club rojiblanco (también lo hará el Barcelona de Melanie, que le ganó la partida a sus paisanas en la Liga) la próxima Liga de Campeones. "Es una gran oportunidad, porque jugaremos contra los mejores equipos de Europa. Es un reto", resalta Gallardo, campeona de Europa sub 17, tercera del Mundial de dicha categoría en el que fue designada Guante de Oro y subcampeona de Europa sub 19, un claro exponente de lo que viene por detrás y hay que cuidar para que tengan futuro.
Sin opciones ya de ir a los Juegos de Río, la selección española abre un paréntesis en el que una cosa está clara: o es Quereda o son las jugadoras. La Federación que preside Ángel María Villar, que no se pasó por Canadá, aún no se ha pronunciado, aunque el cambio de seleccionador sólo debe ser el primero de los pasos en el desarrollo del fútbol femenino. "El nivel es alto y de unos años a esta fecha se ha dado una gran evolución, principalmente por el esfuerzo de las jugadoras, los clubes y los escasos patrocinadores que existen", afirma Priscila Borja, que se lamenta de que el profesionalismo no haya llegado a España: "Es imposible. Para sobrevivir tengo que trabajar también. No es lo mismo trabajar ocho horas, hacerte la comida, ir a entrenar dos horas e ir acumulando cansancio diario, que dedicarte en exclusiva al fútbol con una sesión diaria como los hombres. Nuestra dedicación es profesional porque nos gusta, pero somos deportistas amateurs. Las que quieren vivir de esto tienen que irse fuera".
Incluso a muchas les toca dejar su casa para tener mejores perspectivas. Durante años el Sevilla tuvo un equipo en Primera División y por él pasaron, entre otras, Gallardo, pero la apuesta de la entidad nervionense fue reduciéndose hasta consumarse esta temporada el descenso. "Es una pena que no se apueste de verdad por el fútbol femenino andaluz, porque hay grandes futbolistas que tienen que salir. Quizá si el Sevilla hubiese ganado el título que perdió en la última jornada hace varias temporadas la cosa hubiese cambiado", apunta la portera. Su compañera reflexiona en la misma línea: "Sólo el año del centenario del club se implicaron de verdad. Apostar por el fútbol femenino debe ser un acto de convicción, no solidario. A mí me llegaron a ofrecer 150 euros por jugar. Es patente el desinterés del Sevilla por el fútbol femenino y el descenso es el reflejo de ello. Creo que el Betis sí tenía un buen proyecto para haber ascendido, pero le tocó un rival en la última eliminatoria de ascenso que llevaba años intentando subir. Fue una pena", destaca Borja, que comenzó a jugar en el Mosquito de Alcalá de Guadaíra antes de debutar en la Superliga con 16 años con el CD Híspalis (Sevilla).
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