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Que la "idea" no impida ver el bosque

  • La "emoción" de Sampaoli por dominar al Real Madrid, compartida por el sevillismo durante la Supercopa, hizo aguas en la falta de manejo de las situaciones clave. El modelo debe hallar el equilibrio entre estética y fiabilidad.

En una ciudad tan dada a que todo se lleve al extremo -Belmonte o Joselito, Macarena o Triana, nazareno de ruan o de capa...- pensar en que no iba a calar este debate tan facilón era poco menos que pecar de inocente. Tras las primeras consecuencias, llega el tiempo de los ventajistas de cada bando. Jugar bien o ganar, con todas las variables posibles: ganar jugando bien, jugar bien ganando, ganar ganando bien o jugar jugando bien. A partir de eso, toda la gama de matices, como en una paleta de colores, estará en la mente de cada uno de los sevillistas que vieron la Supercopa de Europa ante el Real Madrid a través de la televisión, que fue la inmensa mayoría a excepción de la privilegiada legión presente en Trondheim.

La primera exposición que Sampaoli hizo de su "idea" dejó en el aficionado sentimientos encontrados. Por un lado, vio a su equipo dominar en determinadas fases del partido al cuadro de Zidane, tener incluso más tiempo la posesión del balón, pero por otro lo hizo retroceder muchos enteros en cuanto al gen ganador del que este equipo se había hecho acreedor. Valga en este caso la contradicción de hacer coincidir la carga genética con una virtud adquirida. Pero ésa fue una preciosa facultad que el Sevilla -primero con Juande y luego con Emery sin olvidar a Jiménez- aprendió a interiorizar. Y si es verdad que con estos entrenadores también aprendió a perder, como en el último título disputado con el vasco en la Copa del Rey, por ejemplo, también lo es que en Trondheim el agua helada acumulada en sus tejados cayó a chorro entre el cuello y la camisa de cada sevillista cuando Sergio Ramos marcó en el descuento del partido o cuando lo hizo Carvajal a dos minutos de llegar a los penaltis con un hombre menos sobre el campo.

Los jugadores del Sevilla desarrollaron una idea de fútbol muy marcada, con más piezas por delante del balón de lo normal y con la consigna llevada hasta los últimos extremos de no dar un mal patadón orientado, incluyéndose como uno de esos extremos lo que al final pasó, que este convencimiento le acabara costando un título.

Sampaoli salió del estadio "emocionado" por haber sometido al Madrid, mientras la delegación sevillista rumiaba su pesadumbre en el vuelo de vuelta desde los fiordos noruegos. Evidentemente, también el convencimiento de que "fútbol es fútbol", pero con el resquemor de lo que se podía haber hecho para evitar que el triunfo se escapara de las manos en esos dos o tres momentos fatales para el desenlace final del duelo.

Y es el riesgo. La línea que marca el aprendizaje es ésa. Todo el mundo lo ve, aunque no está tan claro que el cuerpo técnico lo comparta tan nítidamente... al menos ahora mismo. Ganar requiere adaptarse a las situaciones que el partido y el rival marcan en cada momento y si el Madrid logró encerrar al Sevilla en los últimos minutos de la prórroga alentado por estar con un hombre más en el campo, evitar riesgos una vez recuperado el balón en el área propia también debe entrar dentro de ese capítulo tan ambiguo llamado "jugar bien al fútbol".

El Sevilla encajó en el primer partido oficial de Sampaoli tres goles por mala gestión de una pelota de su propiedad, dos a balón parado a favor (un saque de banda y otro de esquina) y otro en una salida en fase de iniciación tras una recuperación (la pérdida de Konoplyanka). Deben considerarse, por tanto, traiciones a esa idea o, cuando menos, "averías" de ese ensamblaje que con tanto mimo el cuerpo técnico ha logrado meter en la cabeza de sus jugadores.

Quitando eso, lo demás fue muy bonito, por momentos hasta idílico en fases de la segunda mitad. Un equipo muy abierto, con muchas piezas por delante del balón que, si bien esto último hace que cueste sorprender si no hay una ruptura al primer toque, atrae por acumulación de hombres una estadística favorable de que el balón le caiga a un amigo (como a Vázquez en el que peleó Vitolo).

Una buena idea que parte de evitar en todas las situaciones el maltrato al verdadero protagonista del juego, el esférico. Pero la idea no debe impedir ver el bosque, que, mientras no se demuestre lo contrario, en fútbol aún es ganar.

El protagonismo del portero, la piedra angular que tarda en ajustar

No hay más que ver la propuesta del Sevilla cuando se abren los centrales para entender que el portero no es que sea un jugador de campo más, sino que juega un papel fundamental al ser el primer actor (y principal) en la salida de balón. Diferencias con respecto al modelo anterior... que mientras con Emery era Krychowiak quien acudía a recibir entre la defensa, con Sampaoli el Sevilla busca ganar una pieza más en ataque al ser Sergio Rico o David Soria el organizador. El Sevilla, hasta el momento, ha aprendido a mecanizar varios movimientos, habiéndose dejado ver tres hasta ahora. Uno con pase a la banda, otro con salida por el carril central y un tercero, muy empleado en Noruega, con mucho toque entre los centrales y portero para atraer la presión del rival y precipitar un pase largo saltando líneas a la espalda de la zaga contaria. Sampaoli confiesa que debe seguir trabajando esta faceta, en la que, evidentemente, la piedra angular no acaba de encajar. La confianza en Rico y Soria es total, mientras, curiosamente, a la espera, está el portero del filial, José Antonio Caro, con un excelente juego de pies comparable al de un jugador de campo.

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