Villarreal-sevilla · El otro partido

La listeza competitiva, ese don

  • Emery, en una renuncia clara al ataque estático, desarma al Villarreal con físico y estrategia. Marcelino vivió in situ la pesadilla que tanto temía.

El fútbol es para listos. Este apotegma balompédico se identifica en el Sevilla con ese concepto en el que confiaba en la víspera José Castro: el gen competitivo. Se unen las dos ideas en un sintagma nominal y sale listeza competitiva, la incuestionable habilidad para adaptarse al marco, al rival, al momento, al contexto en definitiva. El Sevilla tricampeón de la UEFA lleva en el pedigrí ese don y Unai Emery lo perfeccionó en El Madrigal con un plan perfecto cuyo resultado fue el desarme absoluto de uno de los equipos que mejor tratan la pelota. Pero el fútbol no es sólo esto último, como demuestra el incontestable 1-3 final.

El Madrigal suele ser un pequeño templo del buen gusto. Marcelino ha construido un bloque que casi juega de memoria, con rapidísimas combinaciones y permutas, gracias también a ese perfil de futbolista rápido, eléctrico, dinámico que la secretaría técnica que dirige en la sombra Antonio Cordón elige cada año. En el Sevilla, en cambio, la apuesta de Monchi siempre tira hacia la versatilidad, de ahí que en la plantilla que tiene a sus órdenes Emery haya un abanico tan amplio de perfiles y roles, desde futbolistas de toque y clase exquisitas, como Reyes, Denis Suárez, Banega o Vitolo, a mediocampistas físicos y todoterrenos, léase Aleix Vidal, Iborra, Krychowiak o Mbia; desde defensas con oficio y veteranía, como Pareja, Carriço y Fernando Navarro, a otros de corte técnico, como Figueiras, Tremoulinas y Kolodziejczak. Hasta en la delantera hay tres perfiles bien diferenciados, e incluso en la portería.

De ese amplio abanico, que además tiene el inconveniente de que casi la mitad de sus varillas deben renovarse cada año por el modelo de gestión del club, Emery hace un equipo, entre constantes debates sobre el (indefinido) estilo de juego y el (inconstante) once titular. Puede que esto sea el origen de la continua controversia que acompaña a un equipo que propicia las discusiones más ardientes al primer sobresalto, por mucho que pueda presumir de ser el vigente campeón de la Liga Europa.

El Sevilla paseó su entorchado de campeón en El Madrigal, donde esta temporada sólo han ganado Valencia, Madrid y Barcelona. A Emery le salió redondo su plan, después de sorprender, una vez más, con su once inicial y con su elección futbolística. ¿Para qué poner en el once a Banega, Reyes o Denis si la idea de partida es renunciar al ataque estático? Sabedor de que enfrente estaba uno de los equipos que mejor juegan a la pelota, apostó por el físico y la estrategia. Y Marcelino, que temía precisamente el juego físico y aéreo del Sevilla, acabó viviendo la peor de sus pesadillas.

Iborra fue el paradigma del concepto desde el primer balón colgado en esa posición de mediapunta en la que jugaba Kanoute. Pero no debería obviarse que a esa listeza competitiva este Sevilla une una calidad tremenda cuando huele sangre, la que tuvieron Gameiro y Vitolo para fabricar un gol preciso y precioso. Ante Del Bosque, el canario marcó el gol más tempranero de la Liga Europa. El riesgo asumido por la renuncia al control del balón (como en Mönchengladbach) lo palió el Sevilla con oficio defensivo y la labor de Sergio Rico, para volver a golpear a la contra y con la estrategia. Marcelino aún debe estar viendo a Iborra por los pasillos de su casa...

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