El peligro de improvisar

Deportivo | sevilla · el otro partido

Manzano otorgó descansos pensando en la Copa y se encontró con prestaciones inesperadas · Fazio, sin ritmo, fue incapaz de frenar el ímpetu inicial deportivista.

Fazio observa cómo el disparo de Lassad se convierte en el primer gol del Deportivo de La Coruña.
Fazio observa cómo el disparo de Lassad se convierte en el primer gol del Deportivo de La Coruña.
Daniel Lagos

30 de enero 2011 - 05:02

La locura reinó en Riazor con Deportivo y Sevilla repartiendo sus puntos en el marco de unas circunstancias que parecían posibilitar que cualquiera de los dos terminara como vencedor. El duelo sufrió giros tan inesperados como los propiciados por un sistema táctico sevillista que sólo se sostuvo cuando el rival retrocedió y posibilitó que algunos futbolistas ausentes se unieran a la causa.

Manzano decidió jugar a la improvisación y se encontró con un escenario diferente al esperado. Desde el primer minuto, la intensidad del Deportivo impidió que sus piezas funcionaran de la manera en que debían hacerlo. Colocó a Fazio como medio centro de cierre mientras el Deportivo había decidido ocupar la zona media con hombres de gran sacrificio físico y movilidad, suficiente argumento para que el argentino se encontrara siempre lejos del juego, lejos del balón, lejos de las zonas en las que se decidía el duelo. Eso sí, estuvo cerca de Lassad cuando éste adelantó a los suyos. Tan cerca que parecía imposible no participar en un intento de recuperación o en una falta de rigor táctico obligada.

Fazio no era el único invitado de excepción en la cita de Riazor. Las rotaciones del técnico de Bailén habían posibilitado que otros actores habitualmente secundarios tomaran roles protagonistas. Renato complementó la ineficacia de Fazio en medio hasta que retrasó su posición y se alió mejor con la zona media. Dabo buscaba la mejor forma de conducir con su pierna derecha estando en el flanco izquierdo, Alfaro abandonaba la banda a la misma velocidad en que regresaba a ella cuando la falta de recursos impedía que progresara por el centro. Todo demasiado distanciado de una pareja de delanteros limitada por el resto del bloque.

Era el día de los reservas. De los menos habituales. De los que están obligados a demostrar un ímpetu añadido por el mero hecho de pelear por un puesto. También Lautaro Acosta tuvo su oportunidad, y las circunstancias propiciaron que fuera partícipe de la jugada del primer gol sevillista, el que cambió la mentalidad de los de Manzano e hizo creer en una reacción que se haría realidad.

Pese al empate final, resulta meritoria la reacción sevillista. Lo fue por la extraña disposición de sus piezas y por el escaso bagaje cualitativo de algunas de ellas. Con las líneas divididas, reaccionó pese a que Manzano había apostado por un once mirando a la cita del Bernabéu. La cita en la que no estará Palop por otro giro inesperado de las circunstancias. Las mismas que permitieron a Laure poner las tablas y dejar a algunos invitados inesperados sin el sabor dulce de la victoria.

También sirvió la prueba de Manzano en Riazor para medir necesidades. Con Medel y Rakitic a las puertas de exponer sus candidaturas, el centro del campo volvió a reflejar las grandes debilidades de un grupo que sólo creció cuando el alma sustituyó al aparente orden táctico. Ni Fazio ni el resto de inhabituales expresaron con razones reales sus deseos de pedir una oportunidad merecida. Mientras, Manzano ya pensaba en si había arriesgado demasiado otorgando titularidades inesperadas.

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