Liga europa· la crónica

El traje de un campeón (3-0)

  • El Sevilla da un paso de gigante para disputar su cuarta final de la Liga Europa al golear a la Fiorentina El Sánchez-Pizjuán vuelve a disfrutar de una noche mágica para el sevillismo

El Sevilla camina por la Liga Europa con el traje de campeón confeccionado a medida. Los hombres de Unai Emery deberán defender tres goles de ventaja en su visita al Artemio Franchi de Florencia tras desarbolar ayer a la Fiorentina en una segunda mitad que fue demoledora por parte de los locales. Cierto que tuvieron que sufrir en el primer periodo a pesar del tempranero gol de Aleix Vidal, que incluso los italianos tuvieron alguna oportunidad clarísima para haber igualado en ese tramo, pero esta vez Sergio Rico sí cumplió con el cometido de un portero, que es parar los balones que lleguen hasta él, y eso propició que los blanquirrojos pudieran ordenarse después para mostrarse letales en unas contras perfectamente ejecutadas por todas sus piezas.

Pero hay que dedicarle con prontitud un par de párrafos a la figura de Aleix Vidal. Ya se había comentado en anteriores crónicas que el catalán, en su doble faceta de extremo y de lateral, estaba teniendo una trascendencia en el juego de este Sevilla que lo convertía en un verdadero diamante en bruto. Lo había hecho con motivo de la visita del Barcelona, lo repitió apenas días después cuando llegó al Sánchez-Pizjuán el Zenit de San Petersburgo y volvió a estar a ese nivel superlativo frente al Real Madrid. No fue precisamente en partidos amistosos en los que su estrella lució con fulgor y por ello ayer no sorprendió tanto su participación principalísima en el juego.

Emery lo colocó como lateral derecho, esta vez de salida, y Aleix Vidal se encargó de darle toda la razón con dos goles de bellísima factura. En ambos, además, el catalán, que parece una esponja por su capacidad para mejorar en donde se le aconseja que lo haga, le dio dos pases certeros a la red. Con serenidad, con clase, con precisión... En el primero, le pegó tan fuerte como colocado para obligar a Neto a que hiciera la estatua con impotencia; en el segundo, volvió a situar el punto de mira con tranquilidad y se permitió el lujazo de tirarle un penalti en movimiento al guardameta de la Fiorentina. Si a todo lo anterior se le suma, por mucho que pareciera que su intención era disparar a gol, que fue quien le dio el tercer tanto a Gameiro, sólo queda rendirle pleitesía al partidazo desarrollado por Aleix Vidal.

Pero este Sevilla, confeccionado por Unai Emery a través de muchísimas horas de trabajo, es infinitamente más que un solo futbolista. El vasco planteó el encuentro con la idea de hacerse fuerte por el centro y otorgarle las bandas a los laterales, concretamente al propio Aleix Vidal y Tremoulinas. La estrategia no estaba mal, pues podía ganar un peón por medio para tener más control del juego. Sin embargo, aquello fue en contra del equilibrio global de todo el equipo. Porque faltaba algo de trabajo en la zona de mediocampo hacia arriba, donde Reyes estaba un punto más flojo y Vitolo notaba su déficit físico tras recuperarse de una lesión. Como, además, Mbia tampoco era capaz de tapar por su lado, eso provocó que la Fiorentina tuviera demasiadas veces ventaja de dos contra uno cuando sus laterales se incorporaban por los costados.

El Sevilla sufrió en ese sentido y ni siquiera el hecho de haberse adelantado en una excelente jugada colectiva, que nace precisamente cuando Reyes y Vitolo se juntaban en una de las bandas en ataque para tener superioridad, evitó que la Fiorentina siempre transmitiera la sensación de crear mucho más peligro que otros rivales de más fuste que habían visitado recientemente Nervión. Pero el fútbol es fútbol y consiste en introducir una pelotita entre los tres palos para celebrar un gol, algo que los italianos, por las causas que fueran, no hicieron jamás.

Conste que tampoco es que se tratara de una superioridad insultante por parte de los violas. También el Sevilla había tenido sus acercamientos, aunque fueran mucho menos nítidos. Hasta que llegó el tiempo de descanso y Emery pudo ordenarle las ideas a los suyos. La principal de ellas fue la necesidad de presionar a su admirado Badelj para que el croata no sacara el balón desde atrás con tanta facilidad. Dicho y hecho, robo de Banega con toda la Fiorentina arriba y se origina una jugada de superioridad numérica para los blancos muy cerca del área.

Pero después hay que tener la calidad para buscar el pase al compañero desmarcado, al mejor ubicado siempre, y hacerle llegar la pelota a un Aleix Vidal al que no seguía jamás su par, entre otras cosas porque Joaquín tiene calidad, a borbotones, con el balón en los pies, pero el fútbol moderno también exige acudir en ayuda de los de atrás. El catalán aprovechaba el movimiento de sus compañeros y ponía un dos a cero que ya hacía soñar a todos los sevillistas.

En ese estado onírico, el equipo de Emery comenzó a jugar con brillantez y noqueó durante algunos minutos a la Fiorentina. Faltaba, sin embargo, la guinda para el pastel y Gameiro tardó apenas segundos en colocarla cuando ingresó en el campo. El francés provocó el delirio absoluto en un Sánchez-Pizjuán que vivía en su hábitat natural de disfrutar de unas semifinales europeas. Tanto que el público ayudó para que allí no pasara nada más. Tres a cero, un resultado que hubiera firmado hasta el más acérrimo de los seguidores de la fe balompédica radicada en Nervión. Ésa es la renta a defender en Florencia para estar en la cuarta final de la Liga Europa. La cuestión es no quitarse allí tampoco el traje de campeón que tan bien le queda al Sevilla Fútbol Club.

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