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Dicen que la inteligencia consiste en buena medida en tomar decisiones y afrontar situaciones en función de la realidad, no de visiones idealizadas, deseos personales, ni mucho menos coyunturas claramente ancladas en el pasado. Pues bien, ante nosotros el primer gran tramo de una avalancha de acontecimientos que fusionará el tiempo ordinario y el adviento con la cuaresma. ¿No dura el fútbol todo el año? ¿No estamos acostumbrados a que haya partidos televisados casi todos los días de la semana? ¿No se celebra una única jornada de la Liga a lo largo de tres días? Pues la denominada Semana Santa de la segunda oportunidad también. El problema es el síndrome del atracón. Llegamos a Nochebuena hartos de mantecados, comidas y brindis. Salimos de las pascuas con turrones y otros dulces de sobra hasta llegada la Feria. Igual pasará con este nuevo modelo de Semana Santa que se consolida. Cuando llegue la de 2025 habremos visto al Cristo de Burgos y la Buena Muerte con música; el Gran Poder, la Macarena, la Esperanza de Triana, el Cachorro y varias imágenes de fuerte devoción en la provincia en el mismo cortejo; el Cachorro en Roma en mayo, la Esperanza de Triana de nuevo en octubre de 2025 en misión a las Tres Mil... Y muchos más ejemplos por todos conocidos y difundidos. El calendario de los excesos no hay ya quien lo mueva, solucione o reduzca. ¿Pero cómo saldremos de este atracón?
La Semana Santa de los últimos 30 años demuestra que hay oleadas, que las retransmisiones de televisión no restan público de las calles, que se ha evolucionado de la ilusión al consumo y que los años sin lluvia son los que generan mayores seguidores de la celebración. Pero no sabemos con certidumbre el resultado de esta sesión continua que no deja de crecer y que claramente se contextualiza en los excesos generalizados de la sociedad de la pandemia. Sí, los excesos, aunque a algunos les moleste el empleo de este término tanto como el de la Semana Santa interior. ¿Pero solo la pandemia es la causa? ¿No habrá influido también la cantidad de suspensiones de estaciones de penitencia que hemos presenciado en las dos últimas décadas por exceso de celo ante riesgos de lluvias mínimas? La sociedad de las prisas y de la inmediatez no sabe ni quiere esperar un año, quiere las cosas ya, ahora y garantizadas. He ahí la que hemos dado en llamar como la Semana Santa de la segunda oportunidad y, por tanto, de esos excesos que conducen al atracón. Y recordar que en los años ochenta llamaban excesos a ciertos exornos florales...
¿Qué Semana Santa nos quedará tras el evidente atracón de la pos-pandemia? Tal vez no nos hartemos nunca, como ocurre con el fútbol. Los pasos son siempre los mismos, pero hasta nos hemos inventado un mercado de fichajes de capataces y bandas de música con sus correspondientes desavenencias, firmas de contrato, polémicas... ¡Para que así todo parezca distinto y poder mantener la oferta todo el año! El caso es mantener viva la llama y, por supuesto, encender nuevas mechas. No digamos ya las apuestas desubicadoras, por las que son las imágenes las que emigran a otros barrios e incluso a Roma sin olvidar la procesión de la Virgen de Regla en Madrid en 2011. Todos las opciones se están abriendo descaradamente con riesgo cierto de multiplicarse. ¿Alguien pondrá el freno? El Ayuntamiento es incapaz, aunque reconozca en privado que la situación es inasumible y le eche valor solamente a negar el traslado de una virgen de la provincia desde la Catedral hasta la Plaza Nueva. ¡Duros con las espigas! La autoridad municipal ha puesto reparos tan razonables como reveladores a la primera propuesta del itinerario de la Magna. Una parte dice que se enteró por la prensa nada menos que de la organización de la gran procesión, y la otra parte dice lo mismo con respecto al veto a cierto recorrido. Ojú. Entendimiento se llama. Nadie quiere decirle a las cofradías el hasta aquí hemos llegado y, por ejemplo, el de 2025 debe ser el último año del desenfreno. Se corren muchos riesgos como persista esta situación a todas luces (de las candelerías) exagerada. Uno de ellos es el de exponer a las imágenes a recorridos despoblados, cosa que ya pasó con anterioridad a la pandemia en los traslados y procesiones de grandes iconos devocionales de la ciudad. Tengan cuidado ahí fuera, que decía el comisario a sus agentes. La rosa está manoseada y cada vez tiene las espinas más al descubierto. Y eso no es óbice para que haya gente de buena fe a las que estas salidas fuera de temporada (lo de extraordinarias es mejor dejarlo) les reporte beneficios espirituales y sinceras emociones. Pero se exige una reconducción en la que conviene trabajar y ponerle fecha.
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