Álvaro Vargas Román | Arquitecto

"La arquitectura tradicional comprendió mejor el contexto"

El arquitecto y cooperante Álvaro Vargas Román.

El arquitecto y cooperante Álvaro Vargas Román. / Juan Carlos Vázquez

Años atrás, los arquitectos mantenían debates sobre la ciudad en la prensa. Álvaro Vargas Román (Sevilla, 1988) está entre quienes siguen mojándose en un tiempo en que la visión de la ciudad es casi un monopolio del poder político y económico. Este arquitecto y cooperante ha participado en un proyecto sobre el rol de la vegetación en la vivienda, que ha sido premiado recientemente en Climathon, junto a un equipo que forman Álvaro Martín y Alberto González (Ingenio Triana), Eduardo Román (Jenga Studio) y Juan Izquierdo, su compañero de estudio. Climathon, cuyo evento se ha celebrado este año en Sevilla, está organizado por EIT Climate-KIC, una iniciativa de la UE sobre cambio climático.

–¿La calle no es lo que era?

–La calle nunca ha sido lo que fue. Siempre ha estado en constante cambio y eso no tiene por qué ser negativo. En muchos aspectos las calles son hoy mejores, aumenta el transporte alternativo, hay más zonas peatonales y puede hablarse de zonas verdes. Va camino de ser el reflejo de una sociedad más abierta. Lo triste es que los ciudadanos no intervenimos en su construcción. Viene desde arriba, con mecanismos fuera del alcance del residente, como la privatización de espacios públicos o los intensos procesos de gentrificación.

–Una curiosidad, ¿no le da la impresión de que se oyen menos gorriones?

–Pienso que las ciudades deben entrar en sintonía con la naturaleza. No podemos pedirles a los gorriones que vuelvan si no les damos espacios adecuados.

–El andaluz es una persona propensa a estar fuera de casa. ¿Es lo bonancible de la calle o la hostilidad de las casas?

–Probablemente sea por ambos motivos. En los barrios más empobrecidos de Sevilla, por ejemplo, las viviendas de los polígonos construidos entre 1950 y 1970 empiezan a necesitar una revisión. Una vez resuelta la gran demanda de vivienda de aquellos años, el reto es generar calidad de vida. Es común ver a vecinos de estos barrios más confortables en la puerta del bloque que en sus casas.

–¿Más valen cinco mil viviendas bien pensadas que una magna construcción del arquitecto estrella o del alcalde de turno?

–La época de los grandes proyectos se la llevó la crisis y benefició mucho a muy pocos. Es necesario un enfoque menos especulativo de la vivienda, promover la pública y regular la turística, así como el precio del alquiler; mejorar los accesos, rehabilitar los barrios, cuidar el patrimonio verde...

–Ya apenas se lee a arquitectos y urbanistas mojándose en los periódicos. ¿Quién piensa ahora en las ciudades, aparte de los inversores y de los especuladores?

–En muchas ocasiones, las administraciones no disponen de vías de actuación y recurren a grandes inversores para sacar del cajón viejos proyectos. El precio que hay que pagar es la rentabilidad de la empresa.

–¿Los centros históricos de las ciudades son los yacimientos de petróleo de antaño?

–Las prioridades de conservación del patrimonio se hacen en función a los planes turísticos, en lugar de preservarse por una cuestión histórica y cultural. Es un error pensar que un casco histórico tiene capacidad para acoger un turismo sin límites. El problema es que ese modelo de desarrollo genera otros límites, principalmente para el residente.

–¿Echa en falta más voz vecinal en la elaboración de los proyectos de las ciudades?

–Queda mucho por hacer. No se trata exclusivamente de preguntar a la ciudadanía sobre la duración de una feria, sino de implicar a la sociedad a lo largo del proceso de creación de los proyectos. Los ayuntamientos deben aprender a resolver los problemas más cotidianos de la gente.

–¿Están preparada Andalucía para el aumento previsto de la temperatura?

–La reducción de la temperatura en el ámbito urbano está ampliamente investigada y hasta se puso en práctica en acontecimientos como la Exposición de 1992 de Sevilla. Es una pena que todo ese conocimiento haya quedado en los libros. Habría sido interesante seguir viendo en la ciudad espacios sombreados con vegetación y recorridos de agua como se vio entonces.

–Dicen que los romanos y los musulmanes también lo vieron antes.

–La casa patio romana o el entramado musulmán podrían ser puntos de partida de una arquitectura adecuada a estos lugares, con conceptos de sostenibilidad y adaptación bioclimática. La arquitectura tradicional y vernácula comprendió mejor el contexto.

–¿Hemos trasladado modelos de otros lugares?

–En todas partes la arquitectura mira a sitios que consideramos más avanzados. En Latinoamérica, muchas veces toman modelos de aquí; nosotros tomamos otros del norte de Europa. Se pierde la relación del edificio con su entorno. Eso crea distorsiones en el equilibrio económico y social.

–El agua no sobra, pero no dejan de construirse más y más piscinas, también en los centros de las ciudades. ¿Qué puede hacerse desde la arquitectura?

–No somos lo suficientemente conscientes de la escasez. Las ciudades se han convertido en capas impermeables que no permiten la infiltración del agua al terreno. Nuestros edificios podrían funcionar como captadores de agua de lluvia que se reutilizara para regar o cargar los inodoros, por ejemplo.

–Nada impedirá, haya futuras pandemias o no, que mil y una personas sigan viviendo hacinadas.

–En nuestras manos está impedirlo, pero hacen falta voluntad, recursos y esfuerzo de todos. A los jóvenes hay que iniciarlos en este enfoque de que, como profesionales, debemos trabajar con la idea de servicio para resolver los problemas de la sociedad.

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