El principado con aquellas canillas del capitán Stubing
'The Love Boat' es una de las series más repelentes de la historias de la televisión, lo que nunca fue un problema para que fuera un gran éxito en España
El doctor House siempre tenía en el hombro al doctor Wilson-Pepito Grillo, mientras que el doctor Bricker, el galeno televisivo que menos trabajó en su ficción, tenía de compañero de correrías oceánicas al sobrecargo Gopher y al barman, aportación afroamericana, Isaac Washington. El doctor siempre tenía puesta la vista en la bragueta para rondar a alguna de esas lacónicas rubias despampanantes que se embarcaban en el Princesa del Pacífico rumbo a Puerto Vallarta. Menudo principado navegable, con el pusilánime capitán Merill Stubing siempre en bermudas y requerido en cualquier otra parte menos en el puente de mando. Hasta que no conocimos a Francesco Schettino, el mandamal del Costa Concordia, no vimos otro tipo igual.
Vacaciones en el mar, The Love Boat, hizo soñar a los españoles que esperaban a la Constitución con el mundo imposible de los cruceros, un par de decenios antes de que se comenzara a popularizar eso de ir de puerto en puerto con bufé libre y discoteca de lentejuelas. La serie de Aaron Spelling (el mismo productor ejecutivo de las también corales Los hombres de Harrelson o Sensación de vivir) duró diez años en antena y en TVE, desde 1978, sobrevivió unas cuatro temporadas mientras se avivaban las críticas a medida de que empeoraban (sí, llegaron a empeorar) las tramas.
Los espectadores españoles, entonces más bien poco viajados, soñaban con tirar serpentinas desde la cubierta y ser atendidos por una relaciones públicas enchaquetada y con los cigomáticos siempre en sonriente tensión. Y con probar piña colada en un bar customizado de puerto caribeño, mientras algún miembro de la tripulación se encargaba de resolvernos un asunto sentimental. Vacaciones en el mar está tildada internacionalmente como una de las más insufribles series de la televisión (pocos podrían cuestionarlo) y su cursilería extrema, personificada por ejemplo en la añadida hija secreta del capitán, la convirtió en destino del entretenimiento para millones de seguidores que ahora reniegan de haber hecho la singladura. La banda sonora cantada por Jack Jones ("loove, exciting and neew"), pese a todo, está considerada como una de las más celebradas de su género.
El Princesa del Pacífico llegó a recalar en la Costa del Sol, en una de esas crepusculares andaduras de la ficción, y hace unos años, en la realidad, tras haber sido por una naviera española, andaba parado por Génova a la espera del desguace por impagos diversos. El barco era plató para actores de mantequilla, protagonistas e invitados (incluso Gene Kelly, Andy Warhol o Tom Hanks), mientras muchos figurantes eran los propios pasajeros del crucero.
La memoria colectiva se viene a la imagen de las canillas del capitán Stubing cuando el vecino nos refriega su aventurera travesía hasta lo más recóndito de Malta.
No hay comentarios