Juicio militar

El legionario acusado de matar a un subordinado tenía la orden "precisa" de no hacer fuego durante el ejercicio

El juicio se está celebrando en la sede de la Delegación de Defensa en Sevilla.

El juicio se está celebrando en la sede de la Delegación de Defensa en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Los jefes de pelotón que participaron en el ejercicio de tiro con fuego real en el que falleció un legionario, el 25 de marzo de 2019 en Agost (Alicante), tenían la orden de no participar directamente en la práctica. O lo que es lo mismo, el sargento Saúl Antonio G.P. recibió la “indicación precisa” de no disparar durante la práctica y de limitar su actuación a controlar el desenvolvimiento de su pelotón, en el que figuraba la víctima. Así lo ha confirmado este miércoles el teniente Ricardo G.B. delante del tribunal que los está juzgando, a ellos dos y a otros seis militares, por la muerte de Alejandro Jiménez, soldado del Tercio Don Juan de Austria III de la Legión de la Brigada Rey Alfonso XIII. Según la Guardia Civil, el sargento desobedeció ese mandato y de su fusil salió la bala que acabó con la vida de su subordinado. Antes profirió “¡me han dado!”. “No fue un grito normal, fue un grito terrorífico que jamás se me olvidará”, ha confesado otro investigado, un cabo que acudió a socorrer a la víctima.

Ricardo G.B. ha sido el primero en comparecer en la segunda sesión del juicio que se está celebrando en el Tribunal Territorial Militar 2º, con sede en Sevilla, porque la compañía pertenecía al acuartelamiento de Viator (Almería). El ahora capitán era en concreto el responsable del grupo que ejecutó el mismo ejercicio en paralelo por el sector derecho. De allí, según la versión de todos los investigados, procedía en realidad el proyectil rebotado que acabó con la vida de la víctima. Y así lo ha corroborado el soldado.

"El capitán me dijo palabras duras porque pensó que el disparo vino del lado derecho. Yo al principio le dije que fue un rebote que pudo venir desde la derecha porque en su pelotón (el de la víctima) no estaban haciendo fuego y en el derecho sí, y el disparo era de frente, en el pecho. Pensé que un soldado había disparado donde no debía y que había sido responsabilidad de una decisión que yo había tomado", ha explicado Ricardo G.B. También ha negado cualquier "presión" para dar esa versión y exculpar al sargento G.P.: "De hecho, estoy seguro de que yo fui el primero en informar de un posible rebote", ha insistido.

Lo que no sabía el teniente, hoy capitán, es que los peritos confirmaron que la bala salió del fusil del principal acusado, aunque este negó haber disparado en ese momento del ejercicio, una vez tomado el merlón donde se encontraban los cuatro blancos 'enemigos'. Sí admitió haber hecho fuego en otro momento de la práctica, aunque en teoría tampoco debería. "Los jefes de pelotón debían ir fuera de tema", ha recordado Ricardo G.B. Es decir, sin disparar. "Ahora sé que el sargento disparó, en aquel momento no me refirió nada. Pero los jefes de pelotón recibieron la indicación precisa de que no participaran en el ejercicio, sino que se mantuvieran detrás, controlaran a su grupo y no dispararan. Disparar era contravenir una orden", ha reconocido.

"Yo habría parado esa orden", en referencia a la de prolongar el ejercicio hasta asaltar el merlón, "porque es desperdiciar munición si ya no hay blancos en juego", ha añadido el teniente, que también se ha referido a los disparos sí efectuados y reconocidos por el sargento: "Yo no se lo habría permitido a mi sargento, pero no creo que fuese un peligro. Un sargento puede tomar la iniciativa de disparar y no supone ningún problema de seguridad. Depende de su jefe de sección decidir si se excedió en su misión".

"Ese grito de '¡me han dado!' no fue un grito normal, fue terrorífico y jamás se me olvidará"

El segundo en declarar ante los tres jueces ha sido el entonces cabo Alejandro R.S., hoy regular en Melilla. También ha defendido la teoría del rebote de una bala procedente del pelotón que estaba a la derecha, como el resto de encausados, pero sí ha reconocido que en el momento de los hechos había compañeros suyos en lo alto del merlón, es decir, la cresta donde estaban colocados los blancos 'enemigos', y que transcurrió "un minuto o un poco más" entre que su sargento ordenó el alto el fuego y pasar revista a las armas y el momento en que oyó a la víctima proferir "¡me han dado!".

"Para nada era un grito normal, era un grito terrorífico que jamás se me olvidará", ha recordado el investigado. "Jiménez se estaba cayendo de una forma antinatural. Solté mi fusil y corrí hacia él. Estaba caído sobre el merlón, caído de espaldas, inconsciente. Le di dos cachetadas, pero no volvió en sí. El sargento vio el orificio de entrada y ya entonces entraron muchas manos para ayudar. El impacto estaba encima del pezón derecho, era del tamaño de una moneda", ha relatado. Después estuvo en la ambulancia y acabó dejando a la víctima en manos de una doctora. "Nos dijo 'habéis hecho todo lo que habéis podido y nosotros también, pero no lo ha superado'. No hay nada que hubiéramos podido hacer", ha narrado.

También ha explicado que, cuando dejó su posición para auxiliar al herido, lo hizo "reduciendo silueta". Esto es, agachado. "Oía balas silbando y rebotando sobre mi cabeza. Pienso que eran del pelotón del lado derecho porque después del alto el fuego en el mío no se oyó ningún disparo en nuestro pelotón", ha recalcado. "No encubro nada. Si hubiese visto algo, en el minuto 1 lo habría dicho. Igual que fue Cruz podría haber sido cualquiera, incluido yo. ¿Por qué voy a encubrir yo eso?", se ha preguntado este acusado, que quizás ha sido el primero en dedicar un comentario cariñoso hacia la víctima. Primero, al recordar que en el ejercicio "hizo un movimiento muy bueno, de militar instruido, para no cruzarse en una línea de fuego". Y después, al lamentar su muerte: "Me duele muchísimo, lo apreciaba un montón y tuve que ver cómo se iba entre mis manos". Ambos momentos fueron recogidos con especial tristeza, emoción y lágrimas por la madre de Alejandro, de nuevo en primera fila en la sala del tribunal. 

La posición de los soldados en la recreación con la Guardia Civil

Una de las claves del caso es la posición que ocupaba el pelotón cuando la víctima cayó. Según la versión oficial, estaban algo más abajo del merlón. Según la Guardia Civil, estaban arriba, en la cresta. Y por tanto, como ha reconocido el teniente Ricardo G.B., "más expuestos" a cualquier bala extraviada o mal dirigida.

El cabo Alejandro R.S., que ocupaba el flanco derecho trasero del grupo, ha reconocido que ya había compañeros en lo alto de la cresta cuando el sargento Saúl Antonio G.P. ordenó el alto el fuego. Y también ha admitido que en la reconstrucción del día siguiente, cuando los investigadores de la Benemérita los instaron a ocupar el lugar donde se encontraban en el momento de los hechos, fue algo más que complicado. "Colocarnos en la posición exacta era imposible", ha comentado.

El teniente no participó en la recreación porque su pelotón era otro, pero eso no le ha impedido decir algo interesante. "Yo no sabía que el pelotón de la izquierda había avanzado hasta el merlón. Eso no es necesariamente peligroso porque las líneas de fuego eran paralelas, pero desde un punto de vista táctico no es seguro traspasar el merlón. Si te quedas abajo, es más seguro. Más allá quedas expuesto", ha indicado el teniente. "No me explicaba cómo el sargento había disparado de frente a un compañero de pelotón estando él detrás; no me cuadraba. Ahora, si las posiciones que yo conozco no son las verdaderas, puede darse ese caso", ha respondido.

 

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