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El juez absuelve al miembro de la Manada Ángel Boza del "robo con violencia" de las gafas de sol

  • El juez le condena por un delito leve de hurto y otro de lesiones a pagar 1.080 euros de multa y lo absuelve del delito de robo con violencia e intimidación que le atribuían la Fiscalía y la acusación particular, y por el que se enfrentaba a cuatro años de cárcel.

  • El fallo argumenta que el hurto de las gafas se había producido antes de acometer con violencia al vigilante de seguridad que resultó herido, al que deberá pagar 234,32 euros de indemnización.

Ángel Boza ante el tribunal

Ángel Boza ante el tribunal / Julio Muñoz/EFE

El miembro de la Manada Ángel Boza, en libertad tras el juicio por el robo de unas gafas de sol. El juez de refuerzo del juzgado de lo Penal número 10 de Sevilla, José Jesús Maraver Lora, ha condenado al joven por sendos delitos leves de hurto y de lesiones al pago de dos multas de 540 euros cada una, así como a indemnizar con 234,32 euros a un vigilante que resultó herido, y lo ha absuelto del delito de robo con violencia e intimidación por el que la Fiscalía de Sevilla pidió el pasado lunes una condena de cuatro años de prisión.

El abogado de Ángel Boza, Agustín Martínez, ha confirmado que la sentencia sólo condena al joven por estos delitos y rechaza la tesis sostenida por la Fiscalía y la acusación particular, por lo que será puesto en libertad hoy mismo, una vez que el centro penitenciario donde ha permanecido encarcelado desde el pasado 2 de agosto reciba la notificación de la sentencia. De hecho, el juez acuerda en la sentencia la "inmediata puesta en libertad" del joven.

 
En la sentencia, el magistrado considera probado que los hechos tuvieron lugar sobre las 19:25 horas del pasado 1 de agosto, cuando el acusado entró en un centro comercial y se dirigió al departamento de óptica, donde, “con la intención de hacerlas suyas, sin abonar su importe, tras quitarle el mecanismo de alarma, se apoderó de unas gafas de sol” cuyo precio de venta al público era de 148 euros.
 Seguidamente, y según el fallo, el acusado salió del establecimiento comercial “sin haber abonado el precio de las gafas, sin que se activara la alarma, sin ser seguido por vigilante de seguridad del establecimiento” y se dirigió al aparcamiento, donde “no existe control de seguridad alguno, ni personal de vigilancia, ni medios magnéticos, ni alarmas, ni cámaras de control de imagen, salvo las cámaras de entrada y salida que recoge la imagen de los vehículos y la caseta del empleado de la empresa” del aparcamiento.
 
Una vez allí, el investigado subió a su vehículo y se dirigió a la salida, señala el juez, que indica que dos miembros del personal de seguridad fueron informados por el vigilante de la sala de monitores de que el acusado “había cogido unas gafas de sol del departamento de óptica y, tras arrancarle la alarma anti hurto, se las había ocultado bajo el pantalón corto que vestía”.
 
La sentencia pone de manifiesto que, sobre las 19:35 horas, el acusado inició la subida de la rampa para salir del aparcamiento, momento en que fue localizado por el coordinador de seguridad, “que aparece por su izquierda y corre tras el vehículo e informa a sus compañeros (...) y comienza a subir a pie por la rampa en su persecución”.
 
Cuando sale del aparcamiento, prosigue el juez, el acusado “da un volantazo para huir por la izquierda, obligando al vigilante, a quien había visto situado frente a él con el brazo levantado, con la palma de la mano abierta, haciéndole indicación para que se detuviera, a apartarse para no ser atropellado, golpeándole con el espejo retrovisor” y provocándole distintas lesiones.
 
A continuación, el acusado logró huir y, tras circular por diversas calle, fue interceptado por efectivos de la Policía Local, siéndole intervenidas las gafas sustraídas “sin daño alguno”.
 
El juez argumenta que “el tiempo transcurrido desde que el acusado sale de la tienda hasta que tratan de impedir su huida, ya en la calle, tiempo durante el cual, aunque no lo hizo, pudo haberse desprendido de las gafas, arrojándolas al suelo, bajo alguno de los muchos vehículos que debían hallarse en el aparcamiento, esconderla en cualquier espacio de la gran superficie que constituye el aparcamiento o entregárselas a cualquier otra persona que le estuviera esperando, y ninguno de estos hechos podría haber sido evitado por el propietario o por los vigilantes de seguridad o cualquier otro empleado a su servicio, al no tener ya control sobre el bien, cuya disponibilidad ya ostentaba el hoy acusado, es suficiente para concluir que el hurto se había consumado, antes de producirse el acto de violencia que tiene lugar en la calle, por lo que, conforme a unánime jurisprudencia del Tribunal Supremo, la violencia, en este caso, no transmuta el hurto en robo al haberse alcanzado la consumación”.
 
Según el magistrado, “la búsqueda del autor de la sustracción, realizada por los vigilantes de seguridad en el aparcamiento, no suspende la consumación que ya se ha producido”, pues “la búsqueda tiene por objeto la detención del autor y, si es posible, la recuperación del bien sustraído, pero no impide la consumación, al igual que no la impide la posterior búsqueda por parte de los policías locales, quienes logran detener” al encausado y recuperar las gafas. “Sí lo impediría en cambio que el artículo sustraído no hubiera salido de la esfera de control del propietario, que no es lo mismo que la salida del edificio donde se produce la sustracción, control que, conforme a lo dicho anteriormente y conforme a la jurisprudencia del Tribunal Supremo debe vincularse a la disponibilidad potencial que del bien sustraído haya tenido el autor del hecho”, indica el juez.
 

En el juicio celebrado el pasado lunes, Ángel Boza, uno de los cinco jóvenes sevillanos que integran la Manada que fue condenado a nueve años de prisión por los abusos sexuales en los Sanfermines de 2016, se mostró arrepentido de los hechos. "Estoy muy arrepentido del robo de las gafas. Fue, si me permiten la palabra, una absoluta gilipollez por mi parte, más aún con todo lo que me precedía. Por ello quiero pedir perdón en primer lugar a mi familia, que lo está pasando muy mal, y a toda la sociedad", aseguró entonces Ángel Boza haciendo uso del derecho a última palabra.

En su declaración, Boza admitió que robó unas gafas de sol del Corte Inglés del Duque el pasado 1 de agosto, pero negó que atropellara o golpeara a ningún vigilante de seguridad del centro comercial durante su huida. 

Visiblemente más delgado, con un jersey azul sin camisa, unos pantalones vaqueros grises y unas zapatillas de deporte, el acusado incurrió en algunas contradicciones durante su declaración. Así, manifestó que accedió al centro comercial por la puerta del garaje y por el ascensor, mientras que una grabación ha acreditado que entró por el acceso peatonal de la plaza del Duque.

Durante el juicio han declarado cuatro miembros del personal de seguridad del Corte Inglés del Duque, que comenzó a seguir a Boza nada más entrar, "no porque fuera un integrante de la Manada", sino porque uno de los agentes lo reconoció de un robo anterior hace siete años en el Corte Inglés de Nervión.

La Fiscalía de Sevilla reclamaba una pena de cuatro años de cárcel por un delito de robo con violencia y utilización de instrumento peligroso y por otro delito de lesiones, solicitando asimismo una multa de 300 euros para el joven, que tiene como antecedentes sendas condenas por delitos de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas -fue castigado con 32 días de trabajos en beneficio de la comunidad, que aún no ha cumplido, y a ocho meses y cuatro días de privación del derecho a conducir, que cumplió en junio de 2007-, y el pago de una indemnización de 232 euros para el vigilante por las lesiones causadas en su huida.

Decía el fiscal en su escrito de conclusiones provisionales que Ángel Boza acudió sobre las 19:15 horas del pasado 1 de agosto a El Corte Inglés de la Plaza del Duque, donde "con intención de hacerlas suyas sin abonar su importe, se apoderó" tras arrancar el dispositivo de seguridad, de unas gafas de sol de la marca Oakley, valoradas en 148 euros. A continuación, se dirigió a la zona del parking, donde tenía estacionado su vehículo, "estando localizado en todo momento por el servicio de seguridad del establecimiento".

Cuando abandonaba el aparcamiento, fue requerido por un segundo vigilante, que le esperaba al final de la rampa de salida para que detuviese el vehículo, pero en ese momento Ángel Boza, "con la intención de conseguir huir en poder de las gafas de sol, aceleró bruscamente, golpeando a este segundo vigilante en la cadera, consiguiendo darse a la fuga, no sin antes golpear en una mano a un tercer vigilante cuando éste se interpuso en su trayectoria con el mismo objetivo de que el acusado detuviera su marcha".

Para el juez, ese arremetimiento contra el vigilante no alcanza la gravedad que entiende la Fiscalía.

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