El perfil de Alberto Núñez Feijóo
Un adulto para tiempos convulsos
Sevilla/Hay gente que duerme poco y tiene tiempo para hacer muchas cosas. Y las hacen. Porque no basta con estar despierto. Se trata de ser proactivos. Hay gente a la que un día sorprende la tragedia, lo tiene todo para vivir en el lamento, pero decide seguir hacia delante con alegría, ambición productiva y ganas, muchas ganas, de implicarse en objetivos profesionales, aficiones y causas nobles. Hay gente que todavía se lee los periódicos en papel. ¡Bendito hábito! Y que casi se los estudia con la misma paciencia con la que escucha a otra gente, a muchísima gente de muy variada edad y condición. Iván Bohórquez Domecq (Jerez de la Frontera, 1975) se despierta entre las cinco y las seis de la madrugada. Se activa muy rápido, como prueban lo correos que envía al alba a amigos y colaboradores. Se trata de un tipo muy competitivo en el mejor sentido y muy rápido para todo en el sentido literal, menos cuando toca escuchar. Entonces es cuando ‘arria los zancos’ y se para. El interlocutor puede ser un torero, un flamenco, o un humorista. Pero también un vecino, el sacristán de una iglesia o el farmacéutico.
Controla con precisión el entorno donde vive porque duerme poco, observa mucho y lee más. Y lo más importante: está en muchos sitios, pero no lo parece. Es uno de los grandes discretos de la ciudad.
Se siente un orgulloso hijo del ‘cuerpo’. Y para él ese cuerpo es el toreo. Solo se vistió de luces una vez. A su hermano Fermín (Jerez de la Frontera, 1970), caballero rejoneador, le pidió formar parte de su cuadrilla. “¿Cuánto cobra un banderillero por una tarde?”. Iván lo consiguió. Fue vestido de burdeos y azabache en un festejo celebrado en Majadahonda. Fue el debut y despedida de Iván. Eso sí, cuentan que Iván llevó más público a la plaza que el propio Fermín. Y que Fermín tuvo a la cuadrilla más pendiente de que a su hermano no le pasara nada que de él mismo.
Criado en el calor de una familia numerosa, Iván es el cuarto de seis hermanos. Un Bohórquez Domecq solo puede ser de Jerez. Pero este Iván ama Sevilla con verdadera pasión, de hecho tiene sangre sevillana por sus abuelos paternos, que tenían casa en Santa Cruz. Su padre, el muy recordado Fermín Bohórquez Escribano (Jerez de la Frontera, 1933-Sevilla, 2016) era un asiduo de la capital andaluza que se alojó muchas veces en el Hotel Alfonso XIII para disfrutar de la Semana Santa, la Feria y, cómo no, los toros.
Como estudiante ha sido el claro ejemplo de haber ido de menos a más. De alumno travieso del colegio Fomento Guadalete de Jerez (“Lléveselo usted más tiempo al campo”, cuentan que le dijeron al padre en una tutoría) a tener un éxito considerable en el CIS University, la universidad americana de Madrid donde se forma a los estudiantes en principios humanistas y liberales. Al poco de terminar su formación, que incluyó una estancia en los Estados Unidos, comenzó a vender productos de la marca de ropa Fumarel. En aquellos inicios también fue representante de las corbatas de la casa Lester. Cuentan que las vendía con éxito, pero con la particularidad de que él lucía una corbata de Hermes. Por su capacidad y sentido de la lealtad hay quienes definen a Iván como “un bono americano que nunca falla”. También en su primera etapa como empresario fue clave el éxito de la operación de venta de las acciones familiares de Rendelsur para su integración en Coca-Cola.
No pocos aseguran que su carácter emprendedor procede del abuelo Bohórquez que no conoció, incluida la autodisciplina de prepararse las reuniones de trabajo para acudir a ellas con los deberes hechos.
Su vida en muchos aspectos se basa en un trípode formado por Madrid, Sevilla y Jerez. Y siempre por delante su condición de enamorado de las tradiciones. Es un apasionado de la Semana Santa, un disfrutón de la Feria, un ferviente taurino, un monárquico convencido. Todo el amor por lo tradicional tiene su justo equilibrio, por ejemplo, en una apuesta evidente por la transformación e innovación tecnológica en el mundo de la agricultura.
Iván es un empresario que vuelca su carácter emprendedor, su capacidad de riesgo y su potencial para las relaciones sociales en tres sectores. Siempre el número tres: el inmobiliario, el agrícola y el de las energías renovables.
Antes del accidente de tráfico que sufrió y que tuvo en vilo a sus familiares y amigos pasaba mucho tiempo en Madrid. Hay quien dice que era más cosmopolita. Y ahora es más… sabio. Por supuesto que hay un antes y un después del accidente, pero nadie puede decir que se le notan los efectos. Gestiona las secuelas en silencio, con esa sencillez natural que le reconocen muchos de sus amigos. Educación en valores se llama. Muchos podrían vivir instalados en la queja desde aquella fatalidad. Nada de nada. Iván tira para adelante con la sonrisa y la ambición prudente que son marca de la casa. Sigue con su hiperactividad, pero valorando todavía más muchas cosas de la vida cotidiana. Dicen que ahora saborea mejor el deporte de la Vela, el golf, el ciclismo… Todo más modulado, disfrutado con otra intensidad. En el fondo este Bohórquez es un amante de todo aquello en lo que se interesa, porque no concibe la vida sin implicación.
Ahora está todavía más arraigado en Sevilla: tanto en la ciudad como en un precioso hogar donde también tiene tres razones (otra vez el número tres) para tenerlo todo. Mucha gente se lo cruza por las calles de la Judería, por el carril bici o en un besamanos. ¡Hasta se sabe la lista de los cultos de cuaresma!
La lista de fincas del holding familiar a las que ha llevado la transformación tecnológica es interminable. Está especialmente orgulloso de haber entrado a formar parte del consejo de administración de Movistar Plus, donde debuta como vocal junto a Rosauro Varo, que será el nuevo vicepresidente. El presidente Pallete estuvo unos días en Sevilla, captó rápidamente las capacidades de Iván y no lo dudó.
Quienes lo tratan con frecuencia tienen claro que a Iván solo le irrita la gente que le da “ojana”, esos que unos llaman “agradaores” y otros directamente “estúpidos”. Se le puede cambiar la cara cuando se topa con un plasta y hasta abandona una reunión que alguien ha monopolizado, en la que ha irrumpido o que lastra por un interés personal descarado. Y otra cosa que le irrita es la impuntualidad por la sencilla razón de que a él mismo le angustia hacer esperar a alguien con el que ha concertado una cita. Ser consecuente se llama.
Este Iván, espigado y fuerte, cae muy bien porque, según quienes lo tratan con frecuencia, tiene “un alto grado de pureza”. El vino es otra de sus grandes pasiones. Cuentan que en su acogedora casa del centro de Sevilla tiene dos bodegas cuidadas con un esmero de sibarita. El acceso está regulado por huella digital. El contenido de las bodegas es como las amistades de Iván, la mar de variado: desde marcas muy conocidas por el gran público hasta exquisitos y muy cotizados caldos franceses. El vino es muy importante para Iván, es un producto de culto y de vertebración de relaciones sociales. Es espléndido a la hora de agasajar a sus invitados. Algunos caldos muy cotizados los ha conseguido a bajo precio en una subasta. Dicen que le encanta que sus invitados valoren sus vinos. Y se lamenta si no saben apreciarlos, claro. Tiene una frase recurrente cuando le van a rellenar la copa de agua: “El agua es para los pescados”. Iván está al loro del sector del vino porque, como siempre, se lo lee todo de aquello que le gusta. Si se entera de la quiebra de un restaurante con buena bodega, se interesa por la posibilidad de comprarla.
La vida es haber elegido el camino del empresario valiente y en ningún caso quedarse acomodado en posibles posiciones sociales heredadas. Casi podría tener por título uno muy claro: ‘Amor a las tradiciones y las apuestas de futuro’. La vida es tener habitualmente muy buen humor con un carácter que mantiene recogido en un burladero del que solo asoma en caso de necesidad. Administra muy bien los silencios quien tiene una capacidad notable para dirigir conversaciones hablando poco o mucho, según los casos. En una cena con Aznar en su casa puede cederle el protagonismo al ex presidente, por razón de cortesía y rango, pero en el fondo es Iván quien marca los temas de conversación. La vida es amor por el flamenco, canalizado muchas veces por esa Fundación Alalá que trabaja en zonas degradadas y que cuenta con sede en Jerez. La vida son dos socios muy destacados en su carrera, nada menos que Honorato López Isla, historia viva de Unión Fenosa, de la que fue consejero delegado y vicepresidente, y Juan Luis López Cardenete, que fue director general de la compañía. Los tres están unidos societariamente por la entidad Smartener. La vida son ratos agradables en Becerrita, Cañabota, Robles, la Isla o Jaylu. Es una forma de vestir elegante, sencilla y sin llamar la atención, con muchos trajes cortados en Madrid. La vida es un hermano, Fermín, por el que siente amor y admiración. Es, cómo no, un buen ramillete de amigos en Madrid como José Manuel y Daniel Entrecanales y Ricky Trujillo; en Sevilla como José María Pacheco, Miguel Báez El Litri y Rosauro Varo; y en Jerez como Gonzalo López de Carrizosa, Luis Erquicia, Toti Pemartín y Bertín Osborne.
La vida es viajar en coche oyendo marchas de Semana Santa, ser un orgulloso miembro de la Hermandad de los Judíos de San Mateo de Jerez y de la Redención de Sevilla, donde quizás se encuentre identificado con las manos abiertas del Señor. ¡Cómo olvidar el Lunes Santo de 2018, el día en que el hermano mayor, Manuel Cuvillo, le impuso la medalla de hermano! Aseguran que a Iván cada día le gusta más la Semana Santa… y la cuaresma. Es ya todo un capillita ‘pata negra’.
La vida es meterse entre la multitud la mañana del 15 de agosto para orar ante la Virgen de los Reyes. Y en la vida cotidiana gastar todas las bromas que se puedan, mucho mejor si es dando queos a su interlocutor para romper en carcajadas. La vida es una azotea desde la que se ve la Giralda y el coqueteo entre torres y espadañas.
Bético al que jamás oirán una grosería sobre el Sevilla. Siempre luce una corbata azul marino, los zapatos muy limpios y suele ir personalmente al kiosko a por los periódicos y el Hola. Le gusta hablar de Arte y presumir con recato de la belleza de los preciosos azulejos de su casa, que lo son tanto los de las paredes como los que adornan los peldaños de las escaleras. El amor a sus padres se conjuga en presente. Este jerezano de Sevilla es divertido, tiene cierta picaresca fina, una memoria tremenda y algunas ideas muy claras: “Nunca seré bodeguero porque me bebería mis propios vinos”.
Su mano derecha no sabe lo que hace la izquierda a la hora de ayudar a terceros. Pero hace muchas cosas. Dicen que no para ni el primero de enero, cuando le gusta, ¡cómo no!, levantarse muy pronto y salir a la calle. ¿Y en la Feria de Sevilla? Siempre llega muy temprano a la caseta de Joselito el Gallo, si es posible el primero para tenerlo todo a punto. ¿Para qué perder el tiempo en lamentos si se puede estar mirando al mar? Ay, la mar, esa otra pasión junto al vino. El vino a la copa y el mar directo al corazón.
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