Mascotas

La violencia vicaria, también a través de los animales

  • Un hombre es condenado por apropiarse de la perrita de su ex durante 9 meses

  • Declaró que se la habían robado pero la mascota corrió hacia su dueña cuando se la cruzó por la calle

La perrita de aguas objeto del proceso

La perrita de aguas objeto del proceso / M.G.

Un hombre ha sido condenado a un mes de multa y a pagar una indemnización de mil euros por un delito de apropiación indebida por apoderare durante nueve meses de la perrita que había compartido con su ex compañera. El condenado aseguró que le habían robado la mascota original, pero un “careo” entre el animal y su dueña demostró que la reconocía totalmente.

María L.V. y Pedro S.C. convivieron durante nueve años, tiempo durante el cual ella adoptó a la perrita Feria, asumió su crianza, asistencia veterinaria y la puso a su nombre en el Registro de Animales de Compañía. Cuando se separaron en 2017, acordaron una "compañía compartida” para tener cada uno a la mascota dos semanas.

Pero Pedro se apoderó de ella y cuando fue requerido en junio de 2019 por el juzgado para que entregase el animal, no lo hizo hasta mayo de 2020, previa intervención policial.

El pasado día 30, Pedro aceptó en el juzgado de instrucción 9 de Sevilla una condena de un mes de multa (120 euros) por un delito leve de apropiación indebida e indemmizar a su ex en mil euros por los gastos en que ha incurrido a lo largo del proceso.

Un “careo” entre la perra y su dueña demostró que la mascota la reconocía 

La abogada de la mujer, Lorena Lozano Benito, declara a este periódico que se trata "de un claro ejemplo de violencia vicaria ejercida a través de los animales”. La abogada aportó a la juez los mensajes de WhatsApp del denunciado: “Puedo ser muy bueno, pero también puedo ser el mayor hijo de puta de la historia”, “no volverás a ver a la perra”, “no voy a dejar que nadie me la quite”, y “será de los dos o de nadie”.

Durante años, explica le letrada, Pedro negó que la mascota que estaba en su poder y a la que llamaba Fiera fuera Feria. Sin embargo, un día María se cruzó con ellos por la calle, gritó el nombre de la perrita y ella “acudió corriendo a su llamada, reconociéndola perfectamente”. 

A partir de ahí, la mujer “comenzó un nuevo periplo judicial para demostrar que aquella perra era su Feria, con otro nombre y otros papeles, una cuestión nada fácil que hubo de resolverse con mucha imaginación y utilizando todos los medios legales posibles”.

Así, un “careo” en presencia policial demostró que la perrita de aguas la reconocía y una radiografía de su pata trasera evidenció que ambas habían sufrido la misma intervención quirúrgica siendo un cachorro, por lo que un peritaje veterinario afirmó que se trataba del mismo animal con un 99% de probabilidad. Varios testigos la identificaron y afirmaron que la perra reconocía tanto a personas como lugares en los que había estado.

 Según Lorena Lozano, el ahora condenado denunció en falso que le habían robado la perrita pero apareció con otra igual, de nombre parecido y otro chip, y con su primo como propietario.

Ahora, afirma la letrada, “tras años de lucha, por fin Feria está donde tiene que estar”.

 

 

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