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"En Bruselas, pero bien"

  • Los españoles residentes en la capital belga viven con normalidad la alerta y la vigilancia en el centro.

Las hermanas Ángela y María Parra llegaron a la estación central de Bruselas sobre las siete de la tarde del domingo. Habían pasado el día haciendo turismo en Amberes, pero tuvieron que cancelar sus planes vespertinos. Cuando bajaron del tren, los tres militares que vigilaban los andenes por la mañana se habían multiplicado en la zona más turística de la capital belga. El despliegue era una pequeña parte de la operación antiterrorista de las fuerzas de seguridad belgas que resultó en la detención de 16 personas en todo el país, aunque finalmente sólo una fue acusada por yihadismo después de los interrogatorios.

"Había calles cortadas con autobuses a modo de barreras", cuenta Ángela, que lleva un par de meses en Bruselas, donde estudia un año de su grado en Arquitectura gracias a una beca Erasmus. María aprovechó para visitar a su hermana y, de paso, conocer el centro neurálgico de la Unión Europea. Pero no se imaginaba el turismo de domingo acabaría tan pronto. "Nos fuimos directas a casa y la policía nos recomendó que no nos acercáramos a las ventanas", cuenta esta sevillana, que ayer tuvo que quedarse en su piso porque las puertas de la Universidad Católica de Lovaina La Vieja (KU Leuven) estaban cerradas.

Como el resto de infraestructuras educativas, el campus de Saint Lucas quedó clausurado con motivo del estado de alerta que vive el país, con el añadido de que se encuentra en el barrio de Schaerbeek, donde también hubo redadas el domingo. Pero los universitarios no fueron los únicos afectados. "La gente se pregunta qué hacer con los niños", apunta Mónica Heras, que trabaja como intérprete en la Comisión Europea desde 2002. Esta riojana vive en Ixelles, al sur de la capital, en una zona residencial por donde ayer se decidió a dar un paseo después de un fin de semana casi enclaustrada. "No se me ocurriría ir al centro ni loca. Este fin de semana vino una amiga de visita pero cancelamos todos los planes porque no había nada abierto", apostilla Heras.

Como muchos habitantes de Bruselas y sus alrededores, esta freelance no trabajó, aunque en su caso el lunes era día de descanso. Sus compañeros sí acudieron a la sede de la Comisión, pero se anularon muchas reuniones por la ausencia de otros trabajadores. Tanto las instituciones comunitarias como el resto de organizaciones internacionales pidieron ayer a sus empleados que, en la medida de lo posible, realizaran sus tareas desde casa. Y eso fue lo que hizo María Morgado en su vivienda del municipio de Saint Gilles, poblado históricamente por inmigrantes españoles y que en la actualidad han sido sustituidos por jóvenes y marroquíes. "Nos han dejado quedarnos en casa porque mucha gente tiene problemas para llegar por los cortes en el transporte público", apunta esta madrileña que lleva tres años en Bruselas después de trabajar una temporada en Sevilla.

Tras anunciar el primer ministro belga, Charles Michel, que el país seguirá en el máximo nivel de alerta antiterrorista, el metro cumple hoy su cuarto día de inoperatividad, mientras que la red de autobuses y tranvía sólo sufre algunos cortes. En consecuencia, se espera que la afluencia a los puestos de trabajo siga siendo baja, por lo que los negocios de hostelería de las zonas de actividad laboral funcionarán a medio gas. "Ha venido la mitad de gente que en un día normal", asegura Gilles Seerden, empresario belga que tiene varios restaurantes en Bruselas y que ayer sí fue a trabajar. "Se pueden ver columnas de policías y militares y siempre hay soldados frente a los edificios importantes", cuenta Seerden, que vivió en Sevilla con su actual esposa, que estudiaba Periodismo con una Erasmus.

La presencia policial que menciona este ciudadano belga es común desde que en mayo de 2014 se produjera un atentado yihadista al museo judío de la capital. En una ciudad acostumbrada a la presencia de altos mandatarios, convivir con las fuerzas de seguridad es algo cotidiano, como reconoce María Morgado, que sin embargo cree que en estos días se vive una situación de "paranoia colectiva". Ángela Parra tiene una sensación similar. "Están un poco alarmistas y muchos belgas siguen asustados", afirma esta estudiante, en referencia a muchos compañeros procedentes de fuera de Bruselas y que no fueron ayer a la capital.

No son los únicos inquietos, como bien sabe su hermana María, que ante el bombardeo de mensajes en su móvil preguntando por su estado se vio obligada a cambiar su perfil de Whatsapp. Desde el domingo por la tarde, sus contactos telefónicos pueden leer junto al número de esta joven "En Bruselas, pero estoy bien".

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