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Un esquemático retrato del genio

Amadeus en concierto | Crítica

Roberto Quintana como Salieri en un momento de la representación / Juan Carlos Muñoz

La ficha

Amadeus en concierto

*** Adaptación de John Axelrod de la obra de Peter Shaffer. Solistas: Lucía Martín-Cartón, soprano; Laura Verrecchia, alto; Juan Antonio Sanabria, tenor; José Coca, bajo. Actores: Roberto Quintana (Salieri), Eugenio Jiménez (Mozart), Gema Abad (Konstanze). Coro de la AA del Teatro de la Maestranza. ROSS. Director y piano: John Axelrod. Programa: Obras de Mozart. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Viernes 1 de febrero. Aforo: Lleno

Ni Mozart fue un vulgar patán ni su esposa una rústica casquivana ni Salieri un músico mediocre ni, mucho menos, un asesino. Peter Shaffer usó a los personajes de su drama como arquetipos para contar la historia del genio tocado por la divinidad frente al laborioso artesano, diligente cincelador de una obra que nunca lo sobrevivirá.

En la adaptación que ha hecho Axelrod, el drama se ve drásticamente comprimido y resulta en exceso esquemático. Se beneficia sin duda de la popularidad de la película de Milos Forman (que data de 1984), aunque no estoy seguro de que las jóvenes generaciones conozcan lo suficiente la historia que se cuenta (la real y la de ficción) como para suplir tanto las elipsis como las insuficiencias de una dramaturgia demasiado elemental que el trabajo de los actores tampoco logró elevar a cotas de brillantez o emoción en ningún momento.

Queda por supuesto la música, ya que el arreglo teatral del director estadounidense sólo pretendía arropar un concierto, presentarlo de forma especial. A la ROSS no le beneficia la sorda acústica del Lope de Vega y ello se hizo patente en ese primer movimiento de la Sinfonía nº25 a la que le faltó dramatismo y profundidad. Los timbres de los vientos se elevaron sin embargo con mágica prestancia en uno de los minuetos de la maravillosa Gran Partita. Lucía Martín-Cartón hizo luego un intenso “Marten Aller Arten” de El rapto en el serrallo, acaso sin terminar de domar los pasajes en coloratura.

Hizo John Axelrod un Mozart bien articulado, también como aceptable pianista en un Adagio del Concierto nº23, que en cualquier caso resultó algo plano de matices; un Mozart de acentos no especialmente incisivos, lo que se apreció más en la obertura de Las bodas de Fígaro, de colores apagados (otra vez, la acústica no ayudó), que en la de Don Giovanni, con un dramatismo que anunciaba el Réquiem. Se escuchó hasta el Lacrimosa, es decir, hasta donde la mano de Mozart es rastreable, en una interpretación de un joven y competente cuarteto vocal, un coro bien perfilado y equilibrado y una orquesta en magnífico estado de vitalidad y precisión.

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