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Cultura

Brown juzga "desmañada" la pintura hallada en Yale

  • El especialista defiende en un texto escrito para la cita de Sevilla que la "esencia" de la obra temprana del pintor no se encuentra en el lienzo.

Se esperaba la intervención de Jonathan Brown en el simposio, por la relevancia de su figura y porque el especialista, considerado la mayor autoridad en la obra de Velázquez, había expresado ya sus dudas sobre la autoría del sevillano frente al lienzo de La educación de la Virgen. Una posición que confirmó ayer en el texto que remitió -el experto había descartado el desplazamiento por motivos de salud- y que leyó Benito Navarrete.

En sus notas, Brown quiso llamar la atención de los asistentes planteando unos cuantos "interrogantes" que le sugiere la pintura que se conservaba en los almacenes de la Universidad de Yale. Para el investigador, la "esencia" de la obra de juventud del artista sevillano se basa en tres elementos concretos, como "una interpretación original de las fuentes de las que parte, unos sorprendentes recursos técnicos y, como testimonia Pacheco, el uso de modelos vivos". Aspectos que el catedrático en el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York no identifica en el lienzo. "Ninguno de éstos se evidencian en la pintura de New Haven", afirma.

Entre otros argumentos, Brown señala que en La educación de la Virgen "el anciano de la izquierda -quizás San Joaquín- procede del bodegón de Velázquez del Hermitage, la supuesta e incomparable ejecución del sevillano". En la comparación entre ambas creaciones es donde halla inconsistencias el estadounidense. Las dos obras, "según ha sido propuesto, fueron realizadas en 1617, el año en el que Velázquez fue admitido en el gremio de la pintura de Sevilla como maestro". Sólo si La educación es anterior a esa fecha "se argumentaría una menor destreza juvenil. (...) Si Pacheco creía que su aprendiz era un niño prodigio -defiende Brown-, yo dudo que fuera el torpe artista de la pintura en cuestión".

El experto opina que "la atribución de John Marciari se basa exclusivamente en evidencias circunstanciales, ante todo comparaciones estilísticas y datos técnicos tan difíciles de entender como superficiales", pese a que el descubridor del lienzo entre los fondos de Yale llegaba en sus informes a una conclusión "arrebatadora", que sería "la incorporación más significativa que se ha producido en la obra del artista desde hace más de un siglo". Pero Brown no comparte el entusiasmo de Marciari y hace también un balance rotundo: estima que "la desmañada pintura objeto del debate no contribuye al mejor conocimiento de los orígenes de uno de los pintores más innovadores e imaginativos de todos los tiempos".

Más allá de cómo su tesis contribuye a la polémica, las reflexiones ofrecidas por el profesor supusieron una excelente apertura para un simposio que pretende un debate académico de primer nivel. Brown comenzó apuntando que "la identificación de la obra inicial de un artista famoso nunca es una tarea fácil, porque, en general, el proceso de formación de un estilo personal requiere un incierto periodo de tiempo". Más imprecisiones se dan en el caso de Velázquez, en el que sorprende "el escaso número de pinturas que se han conservado de aquellos años formativos, acaso un puñado de obras atribuidas con seguridad", una circunstancia "que predispone una amplia vía para el descubrimiento de otras de sus creaciones juveniles".

En su disertación, Brown destacó la conocida influencia de Flandes en la pintura sevillana y la importancia de Juan de Roelas. El flamenco "abrió la ventana a un paisaje pleno de posibilidades", una perspectiva renovadora que Brown recrea en los detalles de La visión de San Bernardo: "La jarra de cerámica rústica, el libro abierto sobre un estante con el nombre del escritor, o el título, a tinta en el lomo y un puñado de páginas doblado en la esquina; el florero de cristal" y "el extremado realismo de San Bernardo. Todos ellos elementos al alcance del joven Velázquez". Roelas eclipsaría a Francisco Pacheco, "pintor sabio, pero de talentos discretos", que "haciendo gala de una tenaz perseverancia, logró escalar a lo más alto del escalafón de los pintores locales españoles". Y Pacheco jamás aceptaría el éxito de su rival "ni siquiera con una digna resignación", pero "quedó atrapado en un dilema, el de continuar practicando su estilo anticuado y a la par seguir alabando las cualidades innovadoras de su ingenioso yerno y pupilo, cuyas tempranas y experimentales creaciones debían mucho a Roelas. Semejante diatriba sólo tenía una escapatoria: elogiar a Velázquez mientras se condena a Roelas".

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