Y Händel paró el reloj
Orquesta Barroca de Sevilla | Crítica
La ficha
Lucía Caihuela y Orquesta Barroca de Sevilla
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Programa: 'La voz en la corte europea y española'. Arias de 'Amor aumenta el valor' de José de Nebra; Cantata 'Bosques umbrosos' de José de Torres; Concerto III de Franceso Durante; Concierto para fagot RV499 de Antonio Vivaldi; y arias de 'Ariodante' e 'Imeneo' de G.F. Händel.
Intérpretes: Lucía Caihuela, mezzosoprano. Eyal Streett, fagot. Orquesta Barroca de Sevilla. Concertino: Adrián Linares.
Lugar: Auditorio de la ETS de Ingeniería. Fecha: Jueves 30 de junio. Aforo: Casi lleno.
Dicen que Curro Romero paraba los relojes de la Maestranza cuando hacía una de sus faenas inspiradas, en los días de días. Algo así sucedió cuando la OBS abordó este jueves las sonoridades oníricas de Scherza infida –cuerdas en sordina, fagot obligado–, una de esas raras piezas que son un mundo por sí mismas: sobre el terso timbre orquestal y un tempo perfecto Lucía Caihuela desplegó un legato de largo aliento y una voz densa para, afinadísima en sus largas notas, tocar el corazón de la comunidad universitaria citada en Ingenieros.
A esas alturas el público había calentado motores con un Vivaldi a la turca interpretado de forma imaginativa y casi tremendista por Eyal Streett, tras una primera mitad de concierto lastrada por la sequísima acústica de la sala. Con una reverberación casi nula, más propia de un teatro, el auditorio de Ingenieros desvelaba la más leve descoordinación o desafinación, a lo que la orquesta respondió con precisión profesional, aunque no pudo evitar el achatamiento de las dinámicas (la falta de proyección obligaba a tocar casi siempre cerca del forte) o cubrir el registro grave de la mezzosoprano en algunos pasajes de Nebra, que resultó algo desangelado.
Caihuela estuvo ahí no más que correcta, algo tensa en algunos saltos. Tras un Torres camerístico, delicado y ya más lucido, todo cambió con Händel, primero lírico y luego desatado en Sorge nell'alma: la mezzo superó con naturalidad las dificultades técnicas de papeles, al cabo, escritos para castrados, y mostró, ya sí, un poderoso registro grave. Se cerró el concierto con un bellísimo Ombra mai fu que ya hubiese deseado Stephen Frears para Las amistades peligrosas; antes, como primera propina, Tempestad grande, amigo había divertido al público, justificadamente entregado, con la violonista Raquel Batalloso muy hábil a los palillos.
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