Cultura

Inventando la música

XV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Mariví Blasco, soprano; Ignacio Torner, piano preparado. Programa: 'Visiones (Música antigua… o no)'. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Jueves 11 de septiembre. Aforo: Casi lleno.

California. Finales de la década de 1930. John Cage se acerca a estudiar con Schoenberg, que llega a decirle: "Usted no será compositor, pero sí un inventor genial". Años después un periodista pregunta al músico americano: "¿Qué ha inventado usted?". "He inventado la música". Si se mira con perspectiva la carrera de Cage, esta anécdota no nos habla, como pudiera parecer, de su arrogancia. En su discurso, Cage integra en efecto una forma nueva de entender la música. Pero es que además a Cage se deben algunos inventos geniales, como el del piano preparado, que no fue el primero en usar, pero sí en definir y emplear de forma generalizada.

El pianista Ignacio Torner, solista de Taller Sonoro, y la soprano Mariví Blasco, tuvieron la idea de introducir el piano preparado en un recital de música antigua (o no), y los resultados fueron gozosos. El recital fue un descubrimiento continuo, como asistir a la invención no sé si de la música, pero sí de algo excitante, fresco y divertido. Manipulando directamente el arpa del piano, con las manos (como en esos rasgueos de Con que la lavaré) o con diversos objetos de goma, madera, cerdas o plástico (tarjetas de crédito y hasta una bola de billar), o utilizando el teclado, con las cuerdas convenientemente preparadas (con cinta adhesiva en ocasiones, como en las canciones de Dowland, para obtener un sonido casi laudístico), Torner fue capaz de hallar sonoridades insólitas y sugerentes, casi siempre dulces, para acompañar la voz sensual de Blasco, a veces ajustándose escrupulosamente a su fraseo (como en Dowland o en ese Fairest isle de Purcell que va genial a la voz de la soprano) o planteándole desafíos, como en esos juegos fonéticos, llenos de sentido del humor (pero no sólo), de Paseábase el rey moro. Al final, ya sin objetos extraños, el concierto terminó suave, apaciblemente, en Broadway, con un acariciante y lírico Wait till you see him de Richard Rodgers.

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