Gozo y drama en la Roma eterna
Musica Ficta | Crítica
La ficha
MUSICA FICTA
**** 41 Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS). Musica Ficta: Elionor Martínez y Carmina Sánchez, sopranos; Victoria Cassano y Jorge Enrique García, altos; Ariel Hernández, Javier M. Carmena, Diego Blázquez y Andrés Miravete, tenores; Fabio Barrutia y Alesander Pérez, bajos. Director: Raúl Mallavibarrena.
Programa:
Roma
Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594): Viri Galilaei – Ascendit Deus a 6 / Sicut lilium a 5
Tomás Luis de Victoria (1548-1611): Salve Regina a 5 / Alma redemptoris mater a 5
Giovanni Pierluigi da Palestrina: Osculetur me a 5 / Trahe me post te a 5 / Nigra sum a 5 / Vineam meam non custodivi a 5
Tomás Luis de Victoria: Vere languores a 4 / Vexilla regis a 4
Giovanni Pierluigi da Palestrina: Reges Tharsis a 5 / Assumpta est Maria a 6
Lugar: Iglesia de San Luis. Fecha: Domingo 10 de marzo. Aforo: Casi lleno.
En el canto polifónico la calidad de las voces también marca diferencias. Musica Ficta llegó este año al Femás con diez voces estupendas para ofrecer un concierto extraordinario con música de Palestrina y Victoria, dos de las mayores glorias de la música sacra del siglo XVI, que coincidieron unos años cruciales en Roma.
De las doce obras interpretadas, ocho estaban a cinco voces, todas en la distribución SATTB. Por eso el grupo vino con cuatro tenores, para usar a dos voces por parte. Hubo también dos piezas a 6, una a 4 y otra a 4 y a 6. En todos los casos, el conjunto se adaptó de forma excepcional para mantener el equilibrio y la claridad a lo largo de todo el programa. Así en las dos piezas a 6 voces de Palestrina que abrían y cerraban el programa, las partes de soprano se quedan en una sola voz, pero no importó, pues Elionor Martínez y Carmina Sánchez mostraron una pujanza soberbia y el resto de miembros del grupo supo ajustarse a sus condiciones. Distinta fue la elección en las dos piezas a 4 de Tomás Luis de Victoria: en Vere languores, los cuatro tenores sostienen la parte, pero además de controlar su emisión, Mallavibarrena aprovechó para remachar el sentido dramático del texto; distinto fue el caso de Vexilla regis, uno de los himnos de la tradición hispánica, que está en estilo alternatim, con una estrofa en canto llano y otra en polifonía, de modo que el canto llano lo hacían dos tenores, que callaban en las estrofas polifónicas. Pero la obra reserva una sorpresa al final, ya que la última estrofa está a 6, en este caso, con dos partes de soprano y dos de alto; pues bien, Mallavibarrena aprovechó también la ocasión para hacer cantar a sus cuatro tenores y reforzar con contrastes dinámicos los de textura, en un final por completo restallante. En cualquier caso, el director parece preferir siempre versiones brillantes, un poco en la línea de los conjuntos británicos, en lugar de la gravedad que refuerzan algunos grupos continentales (incluso transponiendo la música al grave), y por eso el perfilado por la voz aguda resulta siempre destacado, lo que da a sus interpretaciones un regusto de apreciable sensualidad.
El repertorio incluía motetes gozosos, sobre todo en el caso de Palestrina –cinco sobre textos del Cantar de los Cantares (cuatro de ellos extraídos de esa soberbia colección de madrigales espirituales dedicada por el compositor monográficamente al epitalámico canto de bodas incluido en la Biblia), uno sobre la Asunción, otro sobre la Ascensión–, pero también dramáticos, como las piezas del Oficio de Semana Santa de Victoria, y el maestro ovetense supo encontrar siempre los recursos que mejor sirvieran a una retórica que aún no es barroca, pero ya empieza a apuntar en esa dirección (en la propina, la terribilità del Tradiderunt me –extraído de los responsorios de tinieblas de Victoria– resultó impactante). Con sostenido vigor rítmico, una perfecta mezcla de voces, buen cuidado en las entradas canónicas de algunas piezas (único momento en que hubo pequeños contratiempos) y una estupenda disposición de los contrastes texturales, que no son muchos, aunque en Palestrina son habituales los pasajes puramente homofónicos, el concierto dejó un aura emocionante de música eterna.
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