Pabellón de ilustres
'Tipos diversos'. G. K. Chesterton. Trad. Victoria León. Espuela de Plata. Sevilla, 2011. 178 páginas.
Uno de los géneros de la modernidad, de Vasari y Cellini en adelante, es éste de la curiosidad biográfica y los extraños cauces por los que un hombre y su época se enlazan. Chesterton, muy curioso del avatar humano, practicó con éxito ambas modalidades: la autobiográfica, dando con ello un soberbio ejemplo de inteligencia y humorismo, y un excelente puñado de retratos en los que los retratados se aparecen, como a una luz primera, bajo el prisma y el rubro de lo insólito. Es el caso de su Francisco de Asís (un "libro de fuego", como él mismo soñó que fuera), y también el de su William Blake y un extraordinario Chaucer, que hace honor a aquel Medievo de Verlaine, "enorme y delicado".
Estos Tipos diversos del año 8 anticipan y señalan ya aquella obra mayor que hemos dicho más arriba. Chesterton, tan parecido en ciertos aspectos a su admirado Johnson, tuvo el don de la caricatura y la gracia de una inteligencia rauda, benéfica e inapelable. Son muy conocidas sus dotes como polemista, en pugna con George Bernard Shaw, y el modo en que combatió la pesadumbre que penetraba -con razón- el siglo. Estas pequeñas biografías recogidas en Tipos diversos son el ejemplo de ese optimismo que, al cabo, caracteriza y fundamenta su obra. Chesterton creía en el hombre, en su fantástica y anómala condición; y el género biográfico parece la vía más adecuada para revelarnos cuanto de singular y formidable hubo en cada uno de los retratados. Las páginas que aquí dedica a Byron, a Walter Scott, a John Ruskin, a Tolstoi, a Stevenson y a muchos otros, son un prodigio de esgrima literaria y de sagacidad humana. Incluso el áspero ascetismo de Savonarola aparece aquí bajo el aspecto de una beligerante y radical pureza. Lo decisivo, no obstante, es el efecto que produce en el lector. Chesterton nos hace creernos, en todo momento, más inteligentes de lo que quizá somos. Una vez cerrado el libro, sin embargo, las sombras se ciernen sobre nosotros como una espesa niebla, familiar, ridícula e indeseada.
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