Sepúlveda retrata las paradojas de la fortuna en 'La lámpara de Aladino'
El autor prepara un documental que tratará de ofrecer otra imagen de Pablo Neruda
El chileno afincado en España Luis Sepúlveda concentra sus inquietudes en La lámpara de Aladino (Tusquets), una luz con la que el autor alumbra diversos rincones de la condición humana a través de 12 relatos que reflexionan sobre "la enorme paradoja de la fortuna. Existe pero no sabes si te llegará o no, y cuando te llega te puede crear problemas". En el conjunto, narrado con la imaginación y sensibilidad que caracterizan su obra, el escritor se permite la licencia de revivir a los protagonistas de su creación más emblemática, Un viejo que leía historias de amor. "Siempre me pregunté qué habría pasado con estos personajes, y me di el lujo de reencontrarme con ellos y de saber que estaban bien", comenta Sepúlveda.
En La lámpara de Aladino, el narrador deja entrever de nuevo su debilidad por los escenarios más exóticos. "Admiro a los escritores que tienen el ojo de ambientar las historias en su entorno más cercano, gente como Juan Madrid, Alicia Giménez-Bartlett o Andreu Martín", confiesa este hombre de biografía en constante desplazamiento que "de tanto moverme, primero por voluntad y luego por el exilio, me he quedado con esta fascinación por las fronteras".
Sin embargo, Sepúlveda se resiste a trasladar al papel, en forma de memorias, la asombrosa exploración que ha hecho del planeta y el bagaje de experiencias que acumula, como la cárcel o la pérdida de la nacionalidad por culpa de Pinochet. "Prefiero volcar esas vivencias en los personajes", cuenta el escritor, antes de desvelar que recibió una llamada del Gobierno de Chile "ofreciendo restituirnos la nacionalidad, pero a cambio nos pedía una cifra de dinero. Hubiera estado simpático si al menos nos hubiesen permitido negociar", bromea.
El autor prepara ahora un documental-ficción que reconstruirá un capítulo de la vida de Neruda, "un hombre al que se conoce poco y mal". Según parece, las biografías lo retratan "como alguien patético y triste", pero Sepúlveda sabe que esa versión no es fiel a la realidad. "No era como lo definen", corrige, "sino alguien con un sentido del humor extraordinario".
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