Manuel Castillo, de principio a fin

IGNACIO TORNER | CRÍTICA

Ignacio Torner en su anterior entrega de la obra para piano de Castillo.
Ignacio Torner en su anterior entrega de la obra para piano de Castillo. / PJV
Andrés Moreno Mengíbar

13 de abril 2023 - 23:01

La ficha

****Programa: ‘Retrato II’. La obra para piano de Manuel Castillo. Piano: Ignacio Torner. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Jueves, 13 de abril. Aforo: Treinta personas.

Heterodoxo entre los tradicionalistas, conservador para los vanguardistas, Manuel Castillo tuvo que luchar por definir su identidad y por reclamar su espacio personal en el panorama musical español de la segunda mitad del siglo XX. Y máxime en una ciudad como Sevilla, tan poco proclive a las vías de consenso, a los esfuerzos por encontrar espacios comunes de encuentro entre opciones polarizadas: o tradición o vanguardia. Por eso, quizá, la triste realidad de la escasa presencia de la obra de Castillo en la vida musical de la ciudad (por no hablar de también lamentable falta de público). Su música coral, vocal y orquestal siguen aún esperando que coros, cantantes y orquestas de la ciudad vuelvan los ojos hacia su mejor compositor después de Turina.

Afortunadamente, Ignacio Torner, alumno de Castillo, se ha impuesto el deber moral y el reto artístico de interpretar en público la totalidad de la obra para piano de su maestro, sin duda la sección más personal y reveladora de la personalidad de quien fuese también un consumado pianista.

En esta segunda y última entrega, Torner ha hecho un recorrido vital a través de la obra pianísitica, desde la juvenil Sonatina de 1950, aún bajo la influencia de su maestro Norberto Almandoz, hasta su postrera composición, Perpetuum (1992).

Recorremos, pues, el camino desde su primera etapa, marcada por la influencia francesa recibida de Almandoz y más directamente de Nadia Boulanger, con la presencia en el mismo plano del melodismo de tipo tradicional y el cromatismo postimpresionista. Sin olvidar el peso del neotradicionalismo musical de postguerra, presente en la Suite, en los Apuntes de Navidad y en los Nocturnos de Getsemaní. Piezas de fuertes exigencias técnicas, con escritura brillante que Torner resolvió con maestría y agilidad, con perfecta técnica de pedal y sentido del fraseo.

Colores más densos, con esos graves acuciantes de su última etapa, y lenguaje más descarnado ofrecieron a Torner nueva posibilidad de mostrar su dominio del lenguaje de Castillo, especialmente en los varios pasajes con movimientos contrarios de las dos manos, en las complejidades contrapuntísticas de piazas como Invención o en la agotadora cabalgada de Perpetuum, en la que el pianista alcanzó las máximas cotas de brillantez, precisión y musicalidad.

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