Antonio Orozco en Sevilla: el triunfo de la emotividad
Una Plaza de la Maestranza a rebosar arropó al músico en la presentación de su nuevo disco, El tiempo no es oro
Recalaba Antonio Orozco en Sevilla dentro de las Noches de la Maestranza, encarando desde el escenario el lugar exacto donde, como en una aparición mariana, el catalán -de padres sevillanos- recibió el designio divino de la música al contemplar cómo unos chavales se pasaban la guitarra en un bar de la calle Betis.
Volvía por tanto el barcelonés a sus orígenes, a la tierra de donde mana ese aire flamenco con el que especia sus baladones. “Llevo todo la vida soñando con tocar en la Maestranza”, aseguró. Después de veinticinco años de carrera, transita el ex coach televisivo por una nueva etapa, abrazado a su disco, El tiempo no es oro, del que dio buena cuenta en la noche del domingo. Una docena de nuevas canciones con las que venció un bloqueo creativo después de años muy difíciles, crónicas de la fugacidad de la vida de la que nos alerta la madurez.
No casualmente el verso “Ay si el oro / tiempo fuere” es el leit motiv de un directo que reúne los ingredientes característicos de este compositor abonado al éxito: la voz rota y susurrante, letras cargadas de lirismo dulzón, arreglos de tinte épico y los giros flamencos marca de la casa. Con todo ello deleitó a la fanaticada cuando aún sombreaban el albero las figuras legendarias de Sabina y Ana Belén.
Precisamente con El tiempo no es oro arrancó un concierto bautizado por una llovizna que no impidió que el público ovacionara de pie a su ídolo. Enamorado de cada día / de los nuevos principios fue el mensaje con el que se abría el telón emocional de una noche que iba a transcurrir en cotas de alta intensidad. Pop hiper musculado para un público asentado en la madurez.
Cinco músicos bastaron para darle al recital una contundencia suficiente para hacer vibrar el coso taurino con temas como Ya lo sabes, donde el respetable estiró la garganta por primera vez en esos estribillos protagonizados por oes. Devuélveme la vida pilló a todos por sorpresa: se adelantó la apoteosis prevista para el colofón. El viaje se sumó inmediatamente a la tanda de grandes éxitos, recibiendo la primera gran ovación de la noche: “¡Antonio, Antonio!”. Te estaba esperando sonó desgarradora justo cuando la lluvia se daba por vencida, para enlazar con Bebé, donde vibraron las palmas por tangos. Distorsión y voluminosos riffs de guitarra favorecieron una versión más profunda de Lo que tú quieras soy.
De vuelta a su último disco, el hermoso estribillo de Lo bueno y lo malo de Ray Heredia se injertó en Despierta, uno de los temas más luminosos de la noche. Luego hubo tiempo para el despiporre, con el público de los tendidos abandonado sus duros asientos para botar con Llegará, que sirvió además para que Orozco se desinhibiera por fin en el escenario. Te esperaré alcanzó los decibelios propios de un himno, quizás el momento cumbre del concierto.
Solo voz y piano bastaron para que Sevilla sacara a relucir las palmas por bulerías después de una íntima versión de Mi héroe. Estoy hecho de pedacitos de tí desveló el arsenal de éxitos que atesora el catalán y, ya al filo de las dos horas, el concierto encontró su culmen en Sería capaz. Solo entonces se confesó Antonio: “ni en mis mejores sueños imaginé algo como lo de hoy” fue el contundente preludio de un bis que encarnó Te juro que no hay un segundo que no piense en tí, una nana para su hija que nos dejó soñando con Orozco.
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