Antoñito Molina en Icónica: la gran fiesta del pop andaluz
Las canciones del artista gaditano hermanan trece mil almas en la Plaza de España en un concierto dedicado a Sevilla
“Sevilla, mi bendita maravilla, palabra de gaditano”. Con este speech en off agradeció Antoñito Molina en el arranque de su concierto del Icónica Santa Lucía Sevilla Fest la asistencia de 13000 devotos que llenaron Plaza de España. Palabra de todo un pregonero del carnaval de La Tacita. Esa luminosidad innata de su tierra se dejó sentir desde el primer momento, en un repertorio que estuvo presidido por el optimismo, el vitalismo y una energía innegable. “Vivir la vida en primera fila”, uno de los versos de La Aventura, lo explica mejor.
Con el respetable como corista incombustible, Supongo destiló el sabroso cocktail de la música de Molina aglutina: giros flamencos y carnavaleros refinando baladas de perfecta ejecución pop. Una música omnívora que también le hace ojitos a la influencia latina: salsa o cumbia se combinan para formar la receta de los éxitos de radiofórmula de nuestra tierra desde hace lustros.
“Esto es demasiado bonito para ser verdad”, comentaba emocionado nuestro protagonista, como si al finalizar cada tema recordara dónde estaba actuando. Acompañado de siete músicos, donde predominaba el guitarreo, el son rumbero de Te comes por dentro puso a bailar a público de los más variopinto, porque, ¿quién puede ser fan de Antoñito Molina? Cualquiera. Esa es la gracia. Un artista que irradia naturalidad y cercanía, como si tu vecino fuera una estrella musical.
“Hay canciones que son a guitarra y voz, pa que me escuches bien, tú que me hiciste daño”: No le digas más a nadie fue un descargo, una momento de intimidad sobresaliente a ritmo de bolero. El poder expresivo del desamor. Nos internamos así en la parte central del show, en el que nos zambullimos en la emotividad de Suéltate el pelo “la canción más importante de mi vida”, dedicada a su madre, presente al pie del escenario, para lo que no se privó de proyectar una buena muestra del álbum familiar en los pantallones del escenario icónico.
De qué te vale sumó algo a la cuenta del despecho -uno muy light, de cuando todavía duele, pero poquito- para estrenar a continuación Me subo por las paredes, su más reciente single, un tema con Carlos Vives vibes que también convenció a sus fieles. Con Mi escondite quedó claro que él se lo estaba pasando tan bien como el resto.
El club de los soñadores reunió a toda la banda en el centro del escenario para emprender un viaje a las raíces, un gesto de amor a su niño interior, aquel que “soñaba con ir con mi chirigota al Falla”, una historia de superación y quimeras que el tiempo ha convertido en finales felices. Me estoy volviendo loco continuó el tono acústico de la parte central del concierto, que aterrizó de forma natural en el No estamos lokos de Ketama.
Al piano desgranó un baladón dedicado a Sevilla: “quiero morirme en Sevilla para vivir para siempre”, unos versos que surtieron el efecto deseado en un respetable entregado al chovinismo. Con el corazón caldeado, la plaza se unió en el estribillo de Yo soy pa ti. El hombre de la carpeta homenajeó la figura de su padre en un solo de voz y guitarra justo antes de que dos desmayos consecutivos entre el público le obligaron a interrumpir el recital. Dos casos de los que no quiso desentenderse y que siguió desde el escenario. Sólo cuando se supo que ambos estaban bien se atrevió a continuar, una necesaria pausa de diez minutos que requirió de Y te voy a querer para restituir el ánimo. Con Me prometo se mezcló con el público de la primera fila, un gesto de comunión que simbolizó la gran fiesta del pop andaluz que protagonizó en una noche que alcanzó el culmen bailongo con el descaro bachatero de Por si mañana. Al bailecito de Macarena recibió la ovación de toda una ciudad que desea volver a verlo pronto.
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