Un cruce de miradas sobre el tiempo
El Instituto Francés de España ha creado la exposición itinerante 'De paso en la Tierra', con obras de más de 40 artistas que abordan la existencia con originales perspectivas
De paso en la tierra. CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla) e Institut Français d'Espagne. Calle Madre de Dios, 1. Hasta el 31 de agosto.
"¡Basta quiere decir basta! ¡Esto ha llegado demasiado lejos! ¡Hay que parar de una vez!". No, no es una queja contra los recortes, los insaciables mercados o la falta de transparencia de algunas instituciones. El texto de Orlan no protesta contra nada de eso ni pretende recoger firmas contra estas plagas de hoy. Apunta más lejos: quiere que elevemos la voz contra la muerte porque no quiere morir ni que mueran sus amigos. El cartel, negro sobre rojo, es el grito más antiguo de estos animales, hombres y mujeres, los únicos que, además de morir, lo saben.
La obra, con las de otros 44 autores franceses y españoles, conforma una muestra que trata uno de los grandes temas del arte, la caducidad, el insobornable paso del tiempo. A los grandes mitos de resurrecciones y paraísos, cuyos ecos cruzaron las orillas del Mediterráneo, y a las ansias fáusticas de dominar a la muerte, Orlan opone su poema-panfleto donde la pasión y el amor tienen a la ironía como bajo continuo.
Desde su misma estructura, la muestra habla del tiempo: la imagen que presenta cada autor se transfiere a una banderola (que hace pensar en el cartel, ese soporte instantáneo y efímero) y esas impresiones digitales recorrerán ciudades y edificios españoles y franceses con sedimento histórico. En tal estructura, cruzada ya por diversos tiempos, aparecen obras que hablan del incierto presente que vivimos: las enormes torres de Hong Kong, fotografiadas por Jordi Bernadó, han perdido la eufórica aureola de hace diez años. Remiten más bien a Alicia, la niña de una familia víctima de las hipotecas-basuras, que encontró Begoña Egurbide en el entorno despoblado de México DF. La economía de oferta, que ayer iba a salvar al mundo, hoy se limita a la hamburguesa: Joan Rabascall la convierte en emblema, poblándola de fetiches que parecen parodiar la esperanza más reiterada hoy, la que se limita a aguardar que pase el temporal. El trabajo de Stéphane Couturier, sin embargo, quizá vaya más lejos: su imagen del derribo ¿habla de remodelación o de ruina? ¿es un Melting Pot, una mezcla tensa pero fértil, como la de un crisol, o indica un Melting Point, un punto de fusión que marca un cambio de estado sin decir de qué clase será éste?
Curro González aborda la caducidad desde la serena perspectiva de la vanitas, sabio antídoto de las ilusiones que promueve el progreso al que Baudelaire calificó de farol oscuro. Los restos de trenes descarrilados apuntan doblemente a un tiempo que niega toda ilusión de escapar de él. Algo parecido apunta Mireya Masó, aunque sazonándolo con humor: la joven turista que se apropia del cuerpo, oculto y manifiesto, de la escultura de ropas mojadas lleva una mascarilla no se sabe si para no contaminar los restos arqueológicos o para no contagiarse de su ruina.
También vivimos el tiempo como memoria o como fantasía, y así parecen decirlo Oan Kim (un gran recinto desierto y vacío donde un niño juega con un balón), Francesca Llopis (paisaje nocturno pintado que encierra expectativas contrapuestas) o François Boisrand que. también con la pintura, evoca la empinada escalera del campanario de un célebre filme, Vértigo.
Tal vez indique con ello que el tiempo es ante todo enigma. Indagamos la historia para saber la verdad de cuanto ocurrió pero pocas veces inquirimos cuáles son las mentiras del pasado que mantenemos pese a su falsedad (de eso se ocupa la foto de Pilar Albarracín) o cuál es el futuro que nos aguarda (¿será el que presagia con sorna Miralda al unir el kitsch de un increíble papel de pared con el soldadito que paseó este autor hace cuarenta años y que quizá ahora anuncie un nuevo autoritarismo?). Aunque quizá el enigma sea el propio tiempo que nos aloja sin que lo sepamos o queramos saberlo. Así lo sugieren los personajes de la fábula de Carlos Pazos: uno dice que podría vivir sin calles y el otro, sin casa, pero ¿dónde están cuando así hablan?
En la delgada red del tiempo, que tejemos al vivir mientras ella nos teje la vida, están los variados rostros que dibuja Hervé di Rosa, y en ella quizá se escriba el texto de Bruno Peinado, "ama, consume, muere", en negativo, como aparece en su obra. Puede que la sabiduría consista en abandonar el pedestal en el que la cultura occidental encaramó al yo, y aceptar el incansable hacer y deshacer de la naturaleza, como desde dos ángulos bien distintos sugieren Evru, con sus brillantes animalillos, y la figura chamánica encontrada en Mongolia por Jesús Palomino. Hay otras muchas figuras del enigma del tiempo en esta atractiva muestra. De algunas es casi mejor no hablar, como la que con inteligencia propone Rafael Agredano. Cabría comentarla pero quizá sea mejor que el lector curioso la descubra por su cuenta.
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