Magnifiques | Crítica de danza
Una huida hacia el color y la unidad
Javier Perianes. Pianista
En mayo debutó con las Sinfónicas de Atlanta y Chicago y en la Primavera de Praga. En verano volverá a embarcarse en una gira por Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda que termina en Singapur. Su agenda está casi cerrada hasta 2018, pero Javier Perianes (Nerva, 1978), el más internacional de los pianistas españoles de nuestros días, no pudo faltar al homenaje que el pasado miércoles se brindó en Sevilla a Julio García Casas, el fundador y alma mater de Juventudes Musicales en la ciudad desde hace más de 60 años. "Fue un acto entrañable, pero sobre todo de justicia, de una ciudad y de unos amigos. Yo lo digo de corazón. Como pianista joven, aquellos años que pasé cerca de él en Juventudes Musicales fueron los más felices de mi vida. No me puedo olvidar de ese niño de 14-15 años escuchando a Julio tocar con tantos amigos, aquello era un desbarre, no se acababa nunca. Mis padres fuera esperándome para volvernos para Nerva... Fueron años preciosos para mí".
-En marzo debutó en el Carnegie Hall junto al director granadino Pablo Heras, ¿simboliza eso algo para las nuevas generaciones de músicos españoles?
-No sé. Yo no me considero representante de nada ni muchísimo menos. Para mí fue un momento importante en mi carrera, porque suponía el debut oficial en el Carnegie Hall invitado por la propia sala. Y con Pablo, por supuesto, que en Nueva York es una auténtica personalidad artística y social. Ver la sala grande del Carnegie llena hasta la bandera impresiona, pero impresionó mucho más la acogida, la calidez, el cariño del público. Fue el principio de muchas colaboraciones que se van a establecer en el futuro con Pablo.
-Están los dos en Harmonia Mundi. ¿Hay proyecto de disco también?
-Sí, en septiembre hacemos con la Filarmónica de Múnich un programa Bartók, el Concierto número 3 y él hace además elConcierto para orquesta.
-El pasado 1 de febrero estaba tranquilamente en su casa y lo llaman a mediodía para tocar esa misma tarde con la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. ¿Cómo fue aquello?
-Ni siquiera estaba tranquilamente en mi casa. Acababa de volver de Bonn la tarde antes, de un concierto schumanniano tremendo en la Beethoven Haus con Tabea Zimmermann, y aquella mañana decidí dedicármela a mí: estuve haciendo algunos trámites pendientes y a eso de la una y media o así me bajé con Lidia, mi mujer, a tomar un aperitivo a un restaurante. Me suena el teléfono y era el hijo de Alfonso Aijón [promotor musical, responsable del ciclo Ibermúsica], David, buen amigo. Hablamos del concierto de esa tarde, al que yo tenía pensado asistir, porque él tenía mis entradas. Y me dice: "Sabes que hacen el Emperador y Vida de héroe, un programón, con Jean-Yves Thibaudet de solista. Y te llamo precisamente por eso, porque Thibaudet ha llegado de Barcelona fatal, descompuesto". Y yo, la típica broma que le gastas a un amigo: "¿El Emperador? Bah. Eso lo toco yo con la mano izquierda...". Nada, nos reímos. Mi mujer me pregunta, le cuento. Y me dice: "Pero lo has dicho de broma, ¿no?". Y yo: "Claro. Si hace más de dos meses que no toco el Emperador...". A los 20 minutos me llama Alfonso Aijón: "Oye, Javier, me ha dicho David que..." "No, no, Alfonso, perdona, era una broma...". "Pero es que me pregunta el gerente de la orquesta si estarías dispuesto a estar en espera, por si Thibaudet no se recupera". Y yo en ese momento me tiré el farol y le dije que sí.
-¿Salta ahí algún instinto?
-El instinto de la inconsciencia. Porque yo jamás pensé que fueran a llamarme realmente. Yo creí que le pondrían algo esa misma tarde para que pudiera tocar, y luego ya tendría tiempo de recuperarse. Yo tenía a las cuatro y media una sesión de fotos en el Santiago Bernabéu. Había un reportaje de la BBC con artistas fuera de su ámbito profesional. Se enteraron de que yo era fan del Real Madrid y me pidieron si podía mandarles una foto en el Bernabéu. El director general del club, José Ángel Sánchez, se enteró y quiso montar algo en el mismo campo, a lo grande. Trajeron un piano de cola y lo pusieron en un córner. Cuando los de la BBC recibieron la foto no se lo creían. Claro, para aquello tenía que llevarme el traje de pianista, y ya en mi casa, en la media hora que tenía hasta que venían a recogerme, miré por encima el primer movimiento del concierto.
-¿No se le ocurrió cancelar la sesión de fotos?
-Es lo que me dijo mi mujer, pero yo la tranquilizaba: "Si esto no va a pasar". Pero ella, que por supuesto tiene mucha mejor cabeza que yo, me metió la partitura del Emperador en el portatraje. A las cinco menos cuarto, me suena el teléfono. Alfonso Aijón. "Javier, no ha habido manera. Thibaudet está en el hospital". Y figúrese la inconsciencia mía. Le pregunto: "Bueno, y qué vais a hacer". "Que qué vamos a hacer. Semyon Bychkov te está esperando en una hora en su camerino". En ese momento me di cuenta de lo que había hecho.
-Nunca había trabajado ni con la orquesta ni con Bychkov.
-Nunca. Me fui para el Auditorio, pedí un poco de agua y que nadie me molestara. Llegó Bychkov a las seis menos cuarto, como si no pasara nada. Me comentó algunas cosas de tempi... Y nada, diez minutos de ensayo. Me subí a la sala. Llegó Bychkov e informó a la orquesta, que no sabía nada todavía: "Señores, esta noche tenemos un programa en torno a Vida de héroe. Pues aquí tenemos a otro". Ensayamos diez minutos, las dos entradas del primer movimiento, la transición del segundo al tercero, y ya está. Todo fue muy bien, no tuvimos el menor desencuentro. Claro que él es un maestro excepcional y de la orquesta para qué hablar. El público se portó además maravillosamente. Me puse muy nervioso cuando acabé. La que se podía haber liado aquí hoy, sin necesidad, pensé. Pero fue una experiencia inolvidable, desde luego.
-Y el próximo 26 de junio, otra vez en Ibermúsica, su debut con la Filarmónica de Viena.
-Imagínese.Si hablamos de una orquesta con sonido especial, grande, denso, histórico, con tradición como la de Ámsterdam, otra... Haré el Cuarto [concierto] de Beethoven con dirección de Andrés Orozco-Estrada, el colombiano, que está lanzado. La semana que viene colaboro con él también en Fránkfurt. Es un director fantástico.
-Ya han caído casi todas las orquestas grandes.
-No. Quedan muchas. Berlín, por ejemplo. Con London Symphony sólo trabajé una vez, hace mucho. Y orquestas japonesas, como la NHK, que me encanta...
-Cuatro días después vuelve al Maestranza con Estrella Morente y las canciones de Falla y Lorca. ¿Cómo nace ese proyecto?
-Viene de atrás. Y está ya grabado. El disco justamente se presenta aquí, aunque la salida oficial será en octubre, pero estamos intentando que haya al menos una edición especial para el concierto de Sevilla. No hace falta defender la vinculación de la ciudad con Falla y con Lorca.
-¿Cómo fue la grabación?
-Muy bien. Se ha hecho un gran trabajo. Ella tiene una voz muy particular, no grande, pero muy bonita, fina. Su estilo es hacerlo con mucha más libertad, claro está. Yo le dije que no quería ser su censor, pero que me iba a erigir en defensor de lo que escribió Falla, que era un hombre extremadamente pulcro en su escritura, y muy exigente. No es un producto crossover. No me dedico a eso. Y cuando ella escuchó parte de la grabación se echó a llorar. No se reconocía, la afinación, el legato, la respiración. Ha hecho un trabajo de renovación de las canciones. Estoy muy contento y orgulloso de cómo lo ha planteado.
-Imagino que conoce la situación delicada por la que pasan la Sinfónica de Sevilla y el Teatro de la Maestranza.
-Lo he leído. Sería muy fácil para mí ponerme la medalla de decir algo así como "esto es intolerable" y tal, pero mi información es demasiado parcial como para hacer juicios categóricos. De todos modos, ante la duda, y por una cuestión emocional, me voy a poner siempre al lado de la orquesta, porque la ROSS no es una orquesta más. Es una orquesta con la que he tenido una relación muy especial, como con la de Málaga. Siempre que vuelvo, para mí es especial. El año que viene por ejemplo haré el Tercero de Bartók con Málaga y Hernández Silva, y estoy deseando ya. Me apetece mucho. Lo que sí puedo decir es que no es lógico que el Maestranza y la ROSS no tengan mejor entendimiento en cuanto a programación. La orquesta tiene las fechas para programar muy tarde, por lo que no tiene acceso a artistas de gran nivel. Hablé justo ayer con Axelrod, que me pidió una semana para 2017-18, pero es que para ese curso sólo tengo libres cinco semanas. Estoy trabajando ya en la 18-19. Como todos mis colegas. Me encantaría estar en Sevilla. Porque él quiere hacer además el Segundo de Brahms, que me apetece muchísimo. Pero claro, si yo le doy una semana ahora de las cinco que me quedan, ¿cuándo puede responderme él? Ese es el problema.
-El problema es global. La Joven Orquesta Europea ha estado al borde de la extinción. ¿Europa está perdiendo de vista sus raíces culturales?
-Rotundamente, sí. Creo que los responsables políticos y culturales de Europa han perdido el amor por la cultura, y tienen esa idea de que en tiempos de crisis la cultura es un lujo. No, por Dios, la cultura no es ni entretenimiento ni lujo, y tampoco una cosa de élites. Mire usted, yo vengo de un pueblo de 5.000 habitantes. Mis padres se sacrificaron para que tanto yo como mi hermano, que es médico, pudiéramos desarrollar nuestras vocaciones y nuestras ilusiones. ¿Eso es élite? ¿Un trabajador de las Minas de Riotinto y un ama de casa? Eso no tiene nada que ver con la élite. El acceso a la cultura tampoco es elitista. Eso es mentira. Puedes asistir a un concierto en la Musikverein por 10 euros con una entrada de última hora. Esa misma noche, una bebida alcohólica en cualquier local de Viena te cuesta lo mismo o más. Es mentira. Es una falacia. El otro día me decían, es que en el Maestranza es imposible encontrar entradas. No es verdad. Eso pasó a la historia. Y la cultura es siempre la primera a la que se golpea cuando vienen los momentos de contracción económica. No nos damos cuenta de que al final lo que hace al ser humano mejor, más tolerante, lo que le hace escuchar al otro es la música, el cine, la literatura, las bellas artes... El error de los políticos es recortar pensando que se trata de un simple entretenimiento para las élites. Y esto no funciona así. Lo que hay que hacer es que este mundo de las bellas artes, sus valores, llegue a todos.
-¿Es entonces un problema de educación?
-Por supuesto. Mire lo que ha pasado en España. Hay un proceso de liquidación de las élites culturales por la idea nefasta de igualar por la base. No se puede castigar la excelencia. Se trata justo de lo contrario. De cultivar la base para que todos tengan acceso a la cultura, y luego potenciar a los individuos más brillantes. Necesitamos a gente que piense en la educación y la cultura a muy largo plazo. Aunque por equilibrar la balanza, quiero decir también que en algunos sitios se han hecho las cosas muy bien durante algunos años. Y por eso hay hoy muchos músicos españoles en las mejores orquestas internacionales. Muchos de nuestros conservatorios funcionaron. Yo tuve mucha suerte. Me encontré con profesores magníficos. Y mi formación es española. Luego he trabajado esporádicamente con Daniel Barenboim o con Richard Goode. Pero mis dos maestros son Ana Guijarro y Josep Pons.
-¿Qué obras está incorporando a su repertorio?
-No había hecho nunca el Tercero de Bartók. Lo hago ahora en Australia. También voy a incorporar el Segundo de Saint-Saëns, una obra que me divierte mucho, y el Segundo de Brahms, un obrón imprescindible para un pianista.
-¿Qué significó el contrato con Harmonia Mundi?
-Ha sido un compañero fiel en este viaje. Hablamos con total confianza del repertorio. Cualquier sueño que he tenido me lo han permitido, aunque siempre con un porqué. Quise grabar la última Sonata de Schubert. Eva Coutaz, la directora general, que ya se ha retirado, me la escuchó en público y me dijo: "Ahora la puedes grabar", y no era capricho, me dio una explicación muy sensata. Y ahora hacemos ya un disco de Sonatas de Schubert. Aunque, eso sí, a cambio me han pedido las Goyescas, y las haré, en unos años. También me han preguntado por Iberia, pero les dije que para 2047 a lo mejor... He tocado seis números de Iberia, pero de momento no entra en mis planes. Tengo otras cosas: Bartók, Ravel, el disco Schubert, y luego un proyecto largo de varios años con Chopin, Sonatas, Nocturnos, Baladas, Impromptus, Valses y los dos conciertos, serán cuatro o cinco discos. Para 2018 tenemos además un proyecto precioso. Es el año del centenario de la muerte de Debussy. Todos los artistas de Harmonia Mundi vamos a hacer algo. A mí me han encargado el primer cuaderno de Preludios y Estampas, que es un regalo de los dioses, y luego un disco colectivo en el que hago la Sonata de violonchelo con Jean-Guihen Queyras, un musicazo. Nos hace mucha ilusión a los dos.
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