La edad dorada de villancicos y zambombas: de la plazoleta a TikTok
La popularidad creciente de los conciertos navideños incentiva la creatividad de los músicos flamencos, que amplían su registro con espectáculos navideños cada vez más elaborados, mientras otras voces alertan de la banalización del repertorio
El pasado 9 de septiembre, en Jerez de la Frontera, una larga cola rodeaba el Teatro Villamarta, templo musical de la localidad. Habrá quien pensó que Taylor Swift había anunciado un concierto en la ciudad del vino, pero aquellos hombres y mujeres aún ataviados con prendas veraniegas esperaban pacientemente para adquirir una entrada en alguna de las ocho funciones del ciclo Navidad en el Villamarta, que incluía la actuación de la célebre zambomba de la Peña La Bulería, pero sobre todo los cinco conciertos de Así Canta Jerez en Navidad, la formación de villancicos flamencos liderada por Luis de Perikín que ha batido todos los récords de venta de entradas por todo el país.
Un vistazo al perfil de la formación en redes sociales revela números de estrella del pop: las diez canciones más escuchadas suman casi 23 millones de reproducciones, mientras que los videoclips de los últimos cinco años superan los 34 millones de visitas. Un éxito que se traduce en un gira con cuarenta actuaciones condensadas en dos meses, de Chipiona a Bilbao.
Fran Pereira, director de la Cátedra de Flamencología de Jerez y periodista de Grupo Joly, vincula el fenómeno con la tremenda popularidad de las tradicionales zambombas que pueblan las calles jerezanas en el mes de diciembre, convertidas en atracción turística en los últimos años: “El Ayuntamiento adelantó este año el alumbrado navideño al 21 de noviembre, algo histórico, con la intención de añadir un fin de semana a la temporada de zambombas, que siempre habían empezado en diciembre. El hecho de que fuera el propio Luis de Perikín quien inaugurase el alumbrado atrajo a mucha gente y llenó los hoteles de visitantes ”.
Una afluencia que algunos vecinos definen como “masificación”, observada también en otras celebraciones callejeras como el carnaval gaditano, y potenciada por el inmeso escaparate que ofrecen las redes sociales: “Aquí, el jerezano que puede se quita de enmedio el fin de semana, hay calles del centro en las que no se puede ni andar, aunque está claro que la gente se lo pasa bomba”. El flamencólogo asegura también que, en el fervor de la celebración, el término zambomba ha perdido su significado original, atribuyéndose a cualquier actuación flamenca: “Quizás soy muy talibán, pero esto es zambombas… y sucedáneos [...] Existe una mercantilización. El Ayuntamiento se plantea fijar una ordenanza en la que creo deberían participar los grupos musicales contratados y dejarles claro que el repertorio no puede ser cualquier cosa, porque el romancero tradicional está casi en desuso”.
La disyuntiva entre conservadurismo y evoluciónplantea siempre un difícil juego de equilibrios en las músicas tradicionales, al que no escapa el repertorio de villancicos más o menos aflamencados. “Jerez es un lugar que ha conservado muy bien sus señas de identidad, eso es algo que atrae a la gente. Desde que a finales de los años setenta [el guitarrista] Tío Parrilla rescató la zambomba popular y la aflamencó, hay gente que viene de todas partes buscando eso que ya no existe en otros lugares, y que ahora se ha ido un poco de las manos”. En una iniciativa de la Cátedra, alumnos de diez colegios jerezanos participan en un certamen de villancicos, -una definición que en realidad recoge distintos cancioneros, tales romanceros y cantos de quintos o campanilleros- con el que se pretende desempolvar las formas pre flamencas de muchos de ellos, reseñando el carácter puramente popular de este acervo musical, previo a la recreación artística de los profesionales, que se inicia en el origen mismo de la historia grabada del flamenco, con los jerezanos El Niño Gloria o Manuel Torre entre sus primeros intérpretes.
Y es que, en los últimos años, la popularidad paulatina del repertorio navideño incentiva la participación de nombres destacados de lo jondo en esa parcela del mercado musical. Ciertamente, esa incursión en la “zambomba” responde a una alta demanda: llegado diciembre, apenas hay peña, asociación, hermandad o colectivo que no anuncie su propia zambomba, una corriente a la que no son ajenos los ayuntamientos. La cantaora sevillana Alicia Gil es una de las voces de referencia en el villancico flamenco desde hace veinte años, y ha formado parte del programa de actuaciones presentado por el consistorio hispalense, anunciado también como “zambomba”. Sin embargo, la artista matiza esa definición: “En Sevilla la zambomba [como instrumento] no está tan presente. Yo defino Siguiendo la estrella como un espectáculo de Navidad, pensado para que la gente participe, cante y baile”. Y es que despertar el espíritu coral es uno de los objetivos de este tipo de recitales, que se nutren de muy diversas fuentes. En ese sentido, Gil se sirve de la tradición sevillana en torno a las Pascuas: “En nuestra ciudad no se cantan tantos villancicos por bulerías como en Jerez, existe otra tradición que proviene por ejemplo de los maravillosos coros de campanilleros que hemos disfrutado aquí siempre”. Entre sus referentes inamovibles está Triana Pura: “En el barrio se ha cantado siempre muy bien a la Navidad, y esas reuniones en los patios que me contaba mi padre son las que nutren mi cante, con cosas muy variopintas, desde la Nana de Santa Ana a cosas por tangos”. Un compendio de música popular y flamenca que interpreta junto a su marido, el guitarrista Lito Espinosa, y sus hijas, Bebé y Carmela Gil. Juntos recalan este 23 de diciembre en el Real Alcázar.
Trasladar la atmósfera de una fiesta familiar al escenario es una de las vías que los artistas tienen para dotar a sus conciertos del cariz navideño que exigen estas fechas. Para el mismo día 23, el bailaor Antonio Fernández Farru prepara su actuación en el Cartuja Cite Center de Sevilla con Farrucos y Fernández, su versión de la Navidad flamenca protagonizada por tres generaciones de su familia. El artista es tajante sobre la definición del mismo: “Esto no es una zambomba, esto es un concierto, con composiciones propias y populares, por supuesto, pero también con dramaturgia”. Un formato que acerca este concierto al concepto de un musical, en el que el bailaor lleva trabajando todo el año -”arranqué el 24 de agosto, con la fresquita”-, y al que suele sumar grandes nombres comoartistas invitados, en esta ocasión Manuel Lombo y Yerai Cortés.
Para Farru, este recital, pulido a los largo de diez años, ha sido la oportunidad para dar rienda suelta a su faceta como compositor y director artístico: “escribir villancicos me ha servido para contar cómo vivimos y sentimos la Navidad en la familia, pero acabé dándome cuenta de que en Navidad se necesita contar algo más. La peculiaridad de este tipo de conciertos es que la gente viene dispuesta a pasárselo bien, y por tanto es el ambiente ideal para lanzar un mensaje que cale. Eso lo hago a través de los personajes que invento, este año con el Viejo Sabio [encarnado por el bailaor Torombo] quiero hablar de humildad y tolerancia”. Una ocasión idónea para coincidir sobre las tablas con los otros artistas de la familia, con los que tanto cuesta cuadrar agendas a lo largo del año, encabezados en esta ocasión por su hermano Manuel El Carpeta y su madre, Rosario La Farruca.
Por su parte, Farru no duda en reconocer que la Navidad flamenca está de moda, lo que le obligó a idear un espectáculo diferente y cada vez más complejo: “Creo que mi espectáculo no es ni mejor ni peor, simplemente yo he tirado por un lugar un poco más profundo, con un hilo conductor narrativo que nos diferencia”. Ante la proliferación imparable de zambombas, el sevillano no duda en señalar que “cantidad es mejor que calidad, en la zambomba y en el arte en general. Hay que estar al día, pero no sumarte a las modas, porque así es como más rápido te quedas desfasado. Yo tengo un concepto del flamenco desde siempre, que creo puedo defender, y eso es justo lo que traslado a Farrucos y Fernández”. Una visión que comparte Alicia Gil: “Creo que este tipo de repertorio tiene sentido artísticamente si tienes algo que aportar, si en lo personal te conmueve verdaderamente, de otro modo yo no participaría de esto, pero soy de las que pasan el año pensando en la hora de cantar villancicos, porque me encanta”.
A la vista de la disparidad de artistas que se lanzan sobre el villancico -de María Peláe a Haze- parece que cuesta resistirse a una tendencia que ha situado en la cima de los más escuchados a Palillos y Panderos de Niña Pastori o el Burrito Sabanero de David Bisbal, que la juventud ha hecho propios coreografiando en TikTok, y trasladando luego a los directos actitudes de concierto mainstream: a nadie choca ver al público en pie y agitando las linternas de sus móviles, cual un concierto de baladas.
El dúo sanluqueño Las Carlotas ha aceptado el reto en Se encienden las chimeneas, su último single, de motivo navideño, alejándose de las hechuras pop: “somos tan gaditanas que lo hemos hecho por tanguillos”, celebra Carlota. Su hermana Carmen tiene claro el objetivo de este tipo de canciones: “Nosotras somos conocidas sobre todo por las sevillanas, y hemos querido mantener nuestro estilo aquí. El villancico tiene una época muy concreta, pero esta canción tiene letras muy sencillas que el público puede cantar con nosotras, para poder llevarla en la gira”. De nuevo, el dúo se declara pionera de este subgénero “cuando empezamos nosotras estábamos solas”; y opta por rescatar las añoranza de un tiempo en que la Navidad se celebraba “con más cercanía, alrededor de esas candelas, con la familia y los vecinos, cada uno con su pandereta”.
En el movedizo terreno entre modernidad y tradición se mueve una vez más la música andaluza, frágil y poderosa a la par, como la ilusión por estas fiestas.
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