El finlandés Aki Kaurismäki o el cineasta que no se vendió a nadie

El autor participó en el coloquio con el que el Reina Sofía inició la retrospectiva que dedica a su obra

Aki Kaurismäki vive en Oporto desde hace más de una década.
Alicia G. Arribas (Efe) Madrid

22 de febrero 2014 - 05:00

Aki Kaurismäki, el hombre que puso a Finlandia en el mapa del cine, autor de culto admirado por obras como Un hombre sin pasado, que le llevó a las puertas del Oscar, afirma a sus 57 años, y tras casi 30 dedicado al cine, que le gustaría ser recordado como el cineasta que "nunca se vendió a nadie". "Me gustaría ser recordado como uno de los hombres más guapos que caminó sobre la tierra", se ríe, cómplice, para aclarar enseguida que lo que le gustaría es ser recordado "como un cineasta medio que nunca se vendió a nadie y que reflejó la sociedad en la que estaba viviendo".

De vaqueros y camisa, ambos de color gris a juego con sus expresivos ojos, Kaurismäki recibe a Efe en el Museo Reina Sofía, donde ayer participó en un coloquio con el que se inicia una retrospectiva de sus obras realizadas entre 1983 y 1996.

"Es muy agradable que la gente quiera ver mis películas", afirmó, aunque confiesa que él no las vuelve a ver porque "sólo encuentra errores".

Un perfeccionista que intenta relajar su fama de ogro con la prensa a base de chistes, aunque también se vale de la ironía para expresar sus opiniones más íntimas. "Pesaba 62 kilos cuando empecé y ahora peso ciento y pico, se ve que el cine es una tarea pesada -bromeó-. Yo no he cambiado (en los años que lleva haciendo películas), han cambiado las circunstancias. Y que quede claro que quiero morir con las botas puestas".

El realizador finlandés, aunque ahora se refiere a sí mismo como "portugués" -vive en Oporto desde hace más de diez años-, llegó al cine con una versión de la obra de Dostoievski Crimen y castigo en 1983. Apenas unos años después, declara, dejó de interesarle el cine, y ahora sólo lo ve en su casa: "lo siento, pero en mi ciudad han cerrado las salas". Sin apartar ni por un momento su cigarrillo de vapor, el director de Contraté un asesino a sueldo desveló que nunca ha visto cine en 3D, preguntó quién es Woody Allen, con quien le une el gusto por rodar las escenas una sola vez, se rió de las cámaras digitales -"son tan pequeñas que cuesta encontrarlas por el set"- y abominó de "el arte por el arte".

"Eso lo veo egoísta y estúpido, pero tampoco me gustan las películas políticas, el público suele huir de ellas. Mi solución es esconder la política entre líneas, pero, sin duda, creo que el cine tiene que reflejar la sociedad, eso es un mínimo que le tienes que pedir; cómo lo hagas ya es otro tema". "Detesto la mierda artística y la mierda comercial, así que algo que esté entre medias está bien para mí", resumió. Y lo dice tras haber ganado quince premios, entre ellos, el Fipresci en Cannes, donde estuvo nominado a la Palma de Oro, con su último largometraje, El Havre, el nombre de un puerto de la costa normanda, donde cuenta con absoluta belleza la historia de un escritor que voluntariamente trabaja de limpiabotas y decide acoger a un pequeño africano que llega ilegalmente en un barco. Un asunto por el que sigue preocupado.

"La situación con los inmigrantes en Europa -dijo tras comentar las últimas muertes de inmigrantes registradas frente a Ceuta- es terrible. Alguien debería hacer algo, algo además de discursos. Todo esto es parte del cinismo económico y político, es muy cruel", opinó, antes de añadir que "el poder corrompe siempre, eso está claro". Por eso, cree que "debe haber algún político que lo intente, pero en su mayoría son marionetas del capital, trabajan bajo el control del dinero". "En España también hay una buena cuota de políticos corruptos, tal vez del 80%, no -se corrigió-, un 50% son corruptos, un 30% corruptibles y un 20% son buenos".

"Si fuera Lars von Trier (con quien coincidió en el festival de Cannes cuando se le declaró persona non grata por hacer comentarios de apoyo Hitler) -dijo Kaurismäki- diría que a los políticos hay que colgarlos a todos; pero no, yo opino que algunos son buenos, aunque es difícil saber cuáles", remató, recurriendo otra vez a la ironía.

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