Flamenco On Fire, bajo la sombra poderosa del genio Sabicas
Artes escénicas
La guitarra flamenca sigue teniendo el mayor protagonismo en el festival pamplonés, que este año alcanza su XIIª edición dedicada a la pelota vasca
A pesar de sus muchos activos, hablar de Pamplona significa, en primer lugar, hablar de San Fermín y de esos encierros convertidos en leyenda por autores como Hemingway y a cuya descarga de adrenalina acuden cada año miles de personas de todo el planeta.
Para los aficionados al flamenco, sin embargo, hablar de Pamplona es hablar de Agustín Castellón Campos (Pamplona 1912- Nueva York 1990), conocido internacionalmente como Sabicas. Un guitarrista que, en palabras del añorado crítico Ángel Álvarez Caballero, “transformó el toque en una música mucho más rica y compleja y abrió al mundo los sonidos de ese instrumento único que es la guitarra”.
A la sombra de este músico genial se celebra cada año el Festival Flamenco On Fire (título de uno de sus discos). Por eso, nadie se extraña de que, nada más llegar al Hotel Tres Reyes, centro neurálgico del Festival, uno se tope en la recepción con Rafael Riqueni y Manolo Franco, o vea en el ascensor, en calzonas, al joven Yerai Cortés, o a Tomatito con algunos miembros de su numerosísima prole, mientras se pregunta si alguno de sus 17 nietos tocará pronto en este festival, como lo hacen este año su hijo y él mismo.
Como ya se adelantó en este periódico, el On Fire de este año, iniciado en Viana y Tudela, está dividido en varios ciclos y dedicado a la pelota vasca, cuyos sonidos han sido objeto de un trabajo musical que los ha ligado al compás de amalgama la música flamenca. Además, para sorpresa de la mayoría de foráneos, los expertos explicaron en una de las actividades paralelas la estrecha relación que existe entre este popular deporte y las familias gitanas de la región, cuyos vástagos más jóvenes siguen protagonizando las competiciones actuales.
Entre los aciertos de este Festival se encuentra la celebración de unos breves recitales de cante y guitarra en los balcones de lugares tan emblemáticos como el hermoso Ayuntamiento de la ciudad, frente a una plaza cuya imagen, gracias al popular chupinazo, está casi tan impresa en el imaginario español como la de San Pedro de Roma.
En dicho balcón, tras triunfar la noche anterior en el Tablao On Fire, destiló su arte en la mañana del 28 la voz de Duquende quien, ataviado con su proverbial sombrero y acompañado por la guitarra de Julio Romero, emocionaba a un público, si no experto, sí entusiasta hasta el extremo de ponerse a bailar con sus tangos y sus bulerías.
En el mismo balcón brillaría la maestría jerezana de La Macanita, con la exquisita guitarra de Manuel Valencia, mientras que el del hotel La Perla recibía, entre otros, al también jerezano Agujetas Chico.
Junto a las de los balcones hay actuaciones en otros espacios de libre acceso, como el Civivox Condestable o el escenario Pansequito, en el patio del Palacio de Ezpeleta, donde en la tarde del 28 un cada vez más maduro Ismael de la Rosa “El Bola” (Sevilla 1995), hizo honor a su saga cantaora con un precioso recital que, acompañado de la guitarra sutil y armoniosa de José del Tomate, dejó embelesados a los más de 500 espectadores que habían acudido a escucharlo.
Porque no cabe duda de que, con estos actos, la afición al flamenco está creciendo de un modo exponencial en Pamplona, sin hablar de los ya aficionados que acuden desde ciudades vecinas como Logroño, o desde la cercana Francia, algunos de los cuales siguen cantando y bailando hasta la madrugada.
Otro capítulo es el de los espacios cerrados y de pago. El hermoso teatro Gayarre, donde Sabicas debutó con apenas siete años, acogió la inauguración del festival en su sede de Pamplona el día 26 con un pletórico Yerai Cortés, símbolo actual de la joven guitarra flamenca. En su espectáculo Guitarra coral, arropado por los cantes y el ritmo incesante de sus seis compañeras, el alicantino derrochó compás y, sobre todo, frescura, amén de una técnica prodigiosa y una vertiginosa mano derecha que enloqueció literalmente al público que abarrotaba el teatro, aunque unos pocos, a la salida, dijeran que al espectáculo le había sobrado humo y le había faltado un poco de enjundia.
El mayor espacio del Festival, el Auditorio Baluarte, fue la noche del 27, la sede de Alzapúa III, que cerraba una trilogía dedicada a la guitarra, producida por el propio festival. Este año, la cita reunía a cuatro maestros muy distintos entre sí, pertenecientes a una verdadera “generación de oro” de la guitarra: Manolo Franco, Gerardo Núñez, José Antonio Rodríguez y Rafael Riqueni.
El hecho de subir al escenario con pocos ensayos, es decir, huérfanos de una verdadera dirección escénica -sin hablar de las luces ni del sonido- no fue óbice para que todos mostraran su arte. Así, entre otras cosas, los sevillanos Riqueni y Franco se unieron para destilar el incienso que emana de la célebre versión del primero de la marcha Amarguras, y Rodríguez vio enriquecida su Manhattan de la Frontera con los pies y el compás de un sabio y veterano Antonio Canales que luego se adueñaría del escenario con su baile y con el cante de Montse Cortés. Al final se le dedicó un emotivo homenaje al padre de todos los guitarristas actuales, Pepe Habichuela.
Digna de mención es también la estupenda y divertida presentación del espectáculo por parte del más polifacético de los “poetas”, José Luis Ortiz Nuevo, merecedor este año del Galardón de la Fundación Flamenco On Fire, junto a Isamay Benavente, directora durante 15 años del Festival de Jerez y actual directora del Teatro de la Zarzuela, y de José Manuel Gamboa, autor de numerosas e imprescindibles publicaciones sobre la historia del flamenco.
El viernes 29, ya pasado el ecuador del Festival, llegó por fin el baile con dos propuestas radicalmente diferentes. En primer lugar, el gran escenario del Auditorio Baluarte recibió el último e impecable espectáculo de la compañía de Antonio Najarro Romance sonámbulo, un trabajo que gira en torno a la figura y la obra del inagotable e inevitable Federico García Lorca.
En un acercamiento más sensorial que conceptual, el exdirector del Ballet Nacional de España, con la colaboración de Alberto Conejero en la dramaturgia y de José Luis Montón en la música, pone movimiento a los sueños y a los poemas más oníricos y misteriosos del poeta granadino cantados a veces por María Mezcle e interpretados en cinco cuadros por unos magníficos bailarines y bailarinas que dominan los distintos estilos de la rica danza española (flamenco incluido) y neoclásica, y entre los que destaca el virtuosismo y el gran vocabulario de Daniel Ramos (Lorca) así como el carácter etéreo y sutil de una jovencísima María Hernández en el papel de La Luna. De los cuadros, vestidos de modo variopinto por Yaiza Pinillos, podría destacarse el del Conjuro, en el que cuatro varoniles caballos-jinetes enriquecen la música con el sonido percutivo de sus castañuelas.
Un epílogo bailado por los trece bailarines puso fin al espectáculo y levantó de sus butacas a un público que aplaudió con entusiasmo antes de volar al Tablao On Fire del Hotel Tres Reyes para disfrutar, en las antípodas del Ballet, del baile racial y vertiginoso de Alba Heredia, Premio Desplante 2015 del Festival de la Unión y digna representante del baile de las Cuevas de Granada donde nació.
Con dos trajes espectaculares, uno rojo y uno negro, y acompañada de José del Calli y “El Bola” al cante y Juan Jiménez a la guitarra, la bailaora se entregó en cuerpo y alma y conquistó a los presentes por seguiriyas y por su manera granadina de bailar los tangos, acordándose de las viejas gitanas del Sacromonte, con unos cambrés de vértigo o tirándose al suelo como La Golondrina. Al final, mezclándose con los espectadores para rematar la noche, Alba Heredia enloqueció literalmente al público.
Y hasta aquí nuestra presencia en un festival que sigue sin pausa y que aún pueden disfrutar esta noche en el Baluarte con tres cantaoras de la talla de Lela Soto, Ángeles Toledadno y María Terremoto y luego con Vero La India en el Tablao On Fire. Mañana domingo, en su última jornada, serán siete las citas que propone el Festival. Entre ellas, Tomatito en el Baluarte y en la Sala Zentral, dentro del ciclo Escenario Siglo XXI, el Tercer cielo de Rocío Márquez y Bronquio.
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