Un fuego nos hiela: la palabra de José María Jurado

Viaje de invierno | Crítica

El ingeniero y escritor José María Jurado (Sevilla, 1974) recopila una serie de espléndidos poemas en prosa

El poeta y escritor José María Jurado / M.G.

La ficha

Viaje de invierno (El lector de almanaques). José María Jurado García-Posada. Detorres Editores. Córdoba, 2025. 98 págs. 12.00 €

A los periódicos hay que venir con muchas cosas, pero sobre todo hay que venir convencidos. A la página hay que venir con el convencimiento hecho. Hay que venir con la frase concluyente. No importa qué tema. Puede ser para hablar de la corrupción en Almería –lo lejos que llega la corrupción en esta España-; puede ser para hablar de un fiscal en la cárcel –en esta España hasta el derecho está en la cárcel-; puede ser para hablar de la demora de una obra; para comentar las declaraciones de un alcalde cuyo semblante recuerda a la tarde de un Viernes Santo; puede ser para reseñar un libro de poemas. Aquí por supuesto se elige la última opción. Aquí por supuesto sólo se habla de lo que no importa a nadie.

La poesía –no abandonamos lo categórico- es la suma de la idea, la expresión y el tono. La idea la tenemos todos. La expresión, algunos. El tono, que es lo único que hace al poema, pocos. Muy pocos tienen el tono. El ingeniero y escritor José María Jurado (Sevilla, 1974) es un autor que sí domina el tono del poema. Un dominio que viene de elegir las palabras precisas y, con estas, crear un campo semántico sensorial que supone el núcleo de la poesía.

Esta técnica de José María Jurado la hemos apreciado en libros como Tablero de sueños, Una copa de Haendel, Gusanos de seda o Herbario de sombras, y se mantiene en Viaje de invierno, poemario publicado en Detorres Editores. Un libro que recopila parte de las entradas de El lector de almanaques, blog que Jurado cuidó durante años. Cada poema de esta entrega viene precedido de una fecha, de una efeméride relevante de nuestra historia universal: la muerte de Lenin, el nacimiento de Carlos V, primeros conciertos de Los Beatles.

A esta altura de la reseña de Viaje de invierno permanecerán dos lectores –hoy somos optimistas-. Para ellos queremos tener un detalle. Un obsequio -por la incomprensible paciencia- que consiste en explicar lo que hemos apuntado, torpes y categóricos, con ese «campo semántico sensorial» de la poesía de José María Jurado. El concepto quizá se entienda mejor al transcribir el poema ‘17 de febrero’ –día en el que nace Bécquer, en 1836-. Escribe el autor: “A la sombra morada del magnolio crecerá el llanto amargo del poeta y una luna de incienso y terciopelo vagará solitaria por las calles. Volverán el armiño de los reyes y la capa pluvial a ras de albero, volverán el jaramago, la espadaña, el dosel del naranjo que sustenta el aliento imprevisto de un perfume y también las oscuras golondrinas”. Es esa atmósfera, tan precisa, lo que destaca en estos poemas –y en la poesía de José María Jurado-. Ese dominio magistral del tono, que tanto nos sugiere.

Más ejemplos en estos poemas en prosa, entre Proust y Schubert: la “muerte de Gómez de la Serna” (un 12 de enero) o la “proclamación del Imperio Alemán” (un 18 del mismo mes). José María Jurado, con la fría narración de la historia –racional, factual, científica-, fabrica una palabra cálida –sensorial, poética, evocadora-. Un conjunto de poemas que, por forma y fondo, tienen algo de ascua. De un fuego que, como todos los fuegos, nos seduce, con la suma de enigma y de belleza. Pero este fuego del autor es más que esas palabras gastadas, pues también nos hiela. Como sólo hiela una verdad poética.

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