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Ramon Fontserè. Actor y director de Els Joglars

"Siempre quedará el consuelo de la belleza"

  • Els Joglars llevan este sábado al Cartuja Center ‘Señor Ruiseñor’, sátira sobre el independentismo a partir de la figura del polifacético Santiago Rusiñol, “la antítesis de las patrias identitarias”

Ramon Fontserè, en un momento de la obra.

Ramon Fontserè, en un momento de la obra. / Els Joglars

Cada vez que tiene oportunidad, Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956) recuerda aquel consejo de Hamlet a Polonio: "Trata bien a los cómicos, que no les falte de nada, porque ellos son el compendio y breve crónica de los tiempos". Identificados con esa idea de la comedia, Els Joglars lleva casi seis décadas satirizando la actualidad política a diestro y siniestro.

En Señor Ruiseñor, su objetivo es el independentismo catalán, al que arrastran grotescamente al esperpento. Fontserè, que en 2012 tomó el relevo de Albert Boadella al frente de la compañía, dirige y protagoniza la obra en la reencarnación de Santiago Rusiñol, pintor, escritor, personaje polifacético y bohemio cosmopolita. Su vida, a medio camino entre el siglo XIX y el XX, ejemplifica para ellos "la antítesis de las patrias identitarias". La obra se representa este sábado a las 12:00, en el Cartuja Center.

–¿Qué hace de Rusiñol un personaje tan atractivo como para que lo hayan convertido en guía espiritual de esta propuesta?

–Era un catalán magnífico, un ciudadano fantástico. Representaba la inducción a la sensualidad, a la belleza, al arte. Aunque era un poco ambivalente. Tenía un humor extraordinario pero también necesitaba periodos de retiro, de melancolía. Por otro lado, su espíritu era renacentista. No sólo era pintor: era dramaturgo, coleccionaba libros antiguos, era escritor, periodista, humorista… Tocaba muchos palos. Y en todo caso era un hombre que representaba esa Cataluña cosmopolita, abierta, se consideraba de todas partes. Josep Pla decía de él que era "un destructor de fanáticos". El fanatismo y el automatismo no iban con él. Consideraba el arte como la patria universal. Él venía de la burguesía catalana, tenía que ser el heredero de las fábricas textiles de su abuelo, estaba destinado a ser jefe y eligió el arte.

–Definen la obra como una "sátira sobre el independentismo catalán". ¿La sátira es la mejor manera de representar lo político?

–Con nuestro humor, hemos querido reflejar un momento crucial de este país. Como cómicos, nos inspiramos en la realidad, intentamos reflejar la realidad del momento. Lo han hecho los grandes autores: Aristófanes, Molière, Shakespeare… En la tragedia todo está cerrado, ya se sabe lo que pasa. En cambio, la comedia permite enfocar la actualidad.

"El teatro nunca ha de ser un problema político. En Cataluña, muchos nos agradecen el sentido del humor"

–Estrenaron Señor Ruiseñor en Valladolid en 2019 y luego ha rodado bastante por otras ciudades españolas, pero en Cataluña ha tenido pocas funciones, apenas ha habido oportunidades de verla. ¿Vive eso como algo doloroso?

–No, en general la obra ha funcionado muy bien. La gente ha sido muy cariñosa y se lo ha pasado estupendamente, ha sido muy catártica. Nosotros no obligamos a nadie a ir al teatro, evidentemente, pero la obra ha estado muy bien arropada por el público.

–Pero, el que se haya visto poco en Cataluña puede plantear una cierta paradoja, ¿no le parece? Allí es donde esta obra puede desafiar de forma más directa cierto discurso dominante. En el resto de España lo dominante es justo lo contrario, la crítica hacia el independentismo catalán, por lo que más que provocación habría reafirmación.

–Creo que el teatro nunca ha de ser un problema político porque sea un reflejo de la sociedad. El teatro es didáctica pura, refleja las miserias y las grandezas. En Cataluña también hay mucha gente a la que le ha gustado y que dice que ya es hora de que se hagan las cosas con sentido del humor. Es un espectáculo que aúna dos elementos muy importantes: la sátira de un Ubú [1995] y la belleza de un Daaalí [1999, dos de los montajes ya clásicos de Els Joglars]. Las cosas, cuando se hacen con belleza, no tienen por qué desagradar. Siempre quedará el consuelo de la belleza. Y este espectáculo, aparte de la sátira, tiene mucha belleza.

Otra escena del montaje de Els Joglars. Otra escena del montaje de Els Joglars.

Otra escena del montaje de Els Joglars. / Els Joglars

–En cualquier caso, ¿cree que puede ocurrir también que una obra como esta sea celebrada por aquellos que critican los excesos de la identidad catalana sin reconocer los propios excesos de otros orgullos identitarios, como por ejemplo el español?

–No tengo ni idea. Yo creo que el mensaje es muy claro: es una reivindicación del arte como patria universal frente a las patrias identitarias. Es un mensaje de sensatez, de concordia, de unión de los distintos, de no creerse superior el uno del otro. Creo que eso es lo que le gustaría a Rusiñol y el mensaje que da la obra.

–¿Han intentado que esa reivindicación de la belleza que hacía Rusiñol se traslade también visualmente al escenario?

–Claro, no hay que olvidar que estamos hablando de un gran paisajista, un excelente pintor que además murió con las botas puestas mientras pintaba en Aranjuez, donde todo el mundo le llamaba Ruiseñor, de ahí el título de la obra. Como artista, era un amante de la belleza, del arte como algo sagrado. La política, por el contrario, no le interesaba. Le daba igual ir a la tertulia de los republicanos que a la de los monárquicos; iba a la que estuviera abierta en ese momento, porque lo importante para él era hablar, beber y acostarse tarde. Era un noctámbulo, pero al mismo tiempo un gran trabajador que escribía obras de teatro en los cafés. Y tenía un gran sentido común. A pesar de su vida descontrolada, de perro sin collar, era un hombre con los pies en el suelo.

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