José Antonio Lucero, profesor y novelista: "No creo que el nivel educativo haya bajado"
Libros
Lucero regresa a la novela con 'El alumno', secuela de su anterior obra, 'La maestra', dos historias en las que se relata, a través de la educación, la atmósfera social de la España de la guerra y el franquismo
Pedro Simón: "En la vida somos las cosas malas que nos pasan"
Roque Martínez creció en los pasillos de un internado hostil y fue hijo de un padre que jamás lo quiso. Con la infancia y la pubertad fracturadas, el joven encuentra en la vocación profesional una salida, es decir, una oportunidad con la que aliviar el dolor de un pasado y a su vez fabricar un itinerario de futuro. Estas líneas podrían servirnos para un principio de El alumno, historia que nos presenta el profesor y novelista José Antonio Lucero (Rota, 1988) y que continúa la trama de su anterior novela, La maestra. El trasfondo de aquel relato permanece en esta nueva entrega: la docencia y el estudio son los principales caminos para la prosperidad. Y ayudar a los demás es una labor que sana y nos sana.
Pregunta.Roque Martínez, protagonista de El alumno, fue un niño que se educó en la República y que ejerció de profesor en la dictadura. Al margen de los contenidos, ¿hubo grandes diferencias entre uno y otro sistema educativo?
Respuesta.Ideológicamente, es lógico, hubo sus diferencias. El régimen nacionalcatólico impone en todas las escuelas, con mucho peso, su ideario. Cuando termina la guerra civil, el franquismo impuso un cambio educativo muy grande que pasó por una depuración del cuerpo docente y la consiguiente sustitución de estos maestros depurados. El principal retroceso del sistema educativo del franquismo se da en la influencia de la Iglesia dentro de la educación. Uno de los cambios que impulsa la República, respecto del sistema educativo, es su laicidad. El cura, en el franquismo, fue el principal maestro de las escuelas. Esta educación nacionalcatólica se encuentra plenamente vigente ya en los años cincuenta. Por eso ambienté esta novela, El alumno, en 1955. En estos años el franquismo ha asentado con total firmeza su sistema educativo.
P.¿Hubo clases durante la guerra? ¿Cómo se desarrollan esos cursos académicos entre 1936 y 1939?
R.El curso escolar del año 36 –que se refleja en La maestra- sucedió con normalidad. Con la salvedad de que en cada territorio, en función de si estaba controlado por la República o por los sublevados, la educación es diferente. En el territorio sublevado ya se está ejerciendo la depuración del magisterio y se está sustituyendo, con mucha rapidez, el profesorado que ha sido depurado. Estas sustituciones fueron ocupadas por personas afines a la Falange o a la Sección Femenina -en el caso de centros o colegios de mujeres-. Por cierto, estos sustitutos no tenían por qué ser profesores. Eran maestros que no eran maestros, pues había que rellenar ese vacío provocado por esta gran depuración. Por otra parte, en los lugares afines a la República la cuestión educativa dependió de si estábamos en la ciudad o en el campo. En los entornos urbanos se siguió con el curso, sin grandes cambios; en los entornos rurales sí hubo una influencia de los movimientos anarquistas y sindicales.
P.Respecto de la depuración del profesorado. ¿De cuántos profesores hablamos? Creo que el dato es un tercio del cuerpo docente.
R.Es un dato muy difícil de apuntalar. Pero aproximadamente sí: en el cuerpo docente hubo una depuración de un tercio del profesorado. Desde el inicio de la guerra hasta mediados de los años cuarenta. Estos profesores fueron sancionados o desaparecieron.
P.Eso le iba a preguntar ahora: ¿qué significa aquí la palabra depurado?
R.Me explico. En los lugares donde la sublevación triunfa se llevaba a cabo un registro sistemático de todo el funcionariado público. Una vez hecho el registro, se investigaba quiénes eran defensores del Movimiento Nacional. Con los maestros ocurría lo mismo. Hubo un estudio de todos los docentes. Se les preguntaba al cura del pueblo, al alcalde, a los poderes territoriales, económicos, señoriales. Se preguntaba si este maestro estuvo afiliado a tal partido, si era partícipe de tales ideas. Una vez concluido este proceso empezaba la depuración. La cual tiene muchas variantes: una multa económica, prohibición de dar clases durante un tiempo, obligación a estudiar de nuevo magisterio, cursos para aprender, digamos, qué era la educación nacionalcatólica; a los profesores también se les apartaba directamente del magisterio –esto era habitual en docentes políticamente activos-. Por último, estas actas de depuración podían ir acompañadas de un consejo de guerra en el que, tras un juicio sumarísimo, se aplicaba la pena de muerte.
La educación del primer franquismo estuvo muy influenciada por el falangismo, donde se educaba según la clase social"
P.Volviendo a la novela. Hace un momento se refería usted a los poderes fácticos del franquismo. Hay un pasaje en esta historia en el que se relata cómo estos poderes ejercían su influencia en el profesorado para impedir que determinados alumnos –principalmente de clases humildes- prosperaran. El hijo del campesino debía seguir siendo el hijo de un campesino. No más.
R.El primer franquismo –hay que entender que el franquismo fue muy largo- estuvo muy influenciado por el fascismo, en concreto el fascismo italiano. Esta ideología entendía el Estado como una suma de clases. Cada una con su papel. Del obrero a las élites. El franquismo le dio importancia a la clase obrera, pero no para emanciparla, sino para mantenerla. Es decir, para convencer al obrero de que debía seguir siendo obrero. Me imagino que me hablas de la escena en la que dialogan el gobernador civil y el maestro, Roque Martínez. El segundo entiende que debe hablar con los padres para convencer a los hijos de que estudien, de que así tengan autonomía. Pero el gobernador civil le dice a Roque que está bien que los hijos aprendan a leer y a escribir, pero que estos niños deben seguir siendo hijos de campesinos. La educación del primer franquismo estuvo muy influenciada por el falangismo, donde se educaba según la clase social.
P.¿Cualquier alumno, con las herramientas adecuadas, puede prosperar? Se lo pregunto de una manera más cruda: ¿no hay alumnos malos?
R.Creo que no. Y si lo creyera, no debería ser docente. El docente debe ser optimista por naturaleza. Ese optimismo debe partir de cierto idealismo. De pensar que nuestra labor educativa, con las herramientas adecuadas, puede hacer prosperar a cualquier persona. Es cierto que luego nos encontramos con otra realidad y con otros recursos. Lo que nos puede llevar al fracaso. Pero yo de entrada quiero partir de lo contrario. No creo, por ejemplo, en ese discurso que dice que la universidad no es para todos. No creo que sea así. O esa cosa que te dicen a veces de que hay niños que son mejores para una FP. Eso en cierto modo se parece a lo que hablábamos de la educación franquista. Creo en la universalidad de la educación.
P.Sobre comentarios recurrentes en el tema educativo: ¿el nivel de los alumnos ha bajado en las últimas décadas?
R.En mi caso llevo diez años dando clases. No tengo la perspectiva. Aunque no creo que el nivel educativo haya bajado. Actualmente intentamos llegar de forma individualizada a los alumnos. Cosa que antes no se hacía. Además, un alumno con un entorno socioeducativo malo, disruptivo, no estaba en el sistema hace treinta años. Estaba fuera. Hoy estamos dando respuesta a esos alumnos desde el sistema educativo. Pero al no tener recursos, para acercarte a ese alumno, tienes que bajar los niveles. Esto se solucionaría, en mi criterio, disminuyendo el número de alumnos en la clase, y así llegar a todos los alumnos, cada uno con sus necesidades.
P.TikTok, hiperactividad tecnológica, excesiva atención a las pantallas. ¿Esto afecta a la hora de dar clases?
R.Afecta que haya niños a los que no se les está dejando ser niños. Creo que hay que poner freno a esa experiencia digital. Todos entendemos que un niño no puede coger un coche. Pero tenemos a niños pilotando coches digitales [los teléfonos móviles]. Tenemos a niños con acceso a la pornografía –cada vez más pronto-, con acceso a discursos de ideologías extremas, que no contextualizan ni entienden. Tenemos a niños con herramientas poderosísimas y no les hemos enseñado a manejarlas. Las redes sociales no son para niños menores de dieciséis años.
Temas relacionados
No hay comentarios