José Valencia: “La ortodoxia y la heterodoxia no están reñidas, se necesitan”

El cantaor lebrijano repasa su trayectoria en ‘Mi camino’, el concierto que trae al ciclo de la Diputación el 6 de noviembre en Osuna y el 28 en Mairena del Aljarafe

Música programática

El cantaor José Valencia. / JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

Quizás en ningún otro cantaor contemporáneo se resuelve mejor la disyuntiva entre tradición y evolución que define la naturaleza del cante flamenco como en José Valencia. El lebrijano encara una etapa de madurez que cifra en Mi camino, un concierto que le sirve para recrear momentos destacados de su trayectoria, como siempre combinando la expresión más natural del arte de su tierra con su versión del cante contemporáneo. El ciclo Duende, de la Diputación de Sevilla, le llevará a Osuna el 6 de noviembre y el 28 a Mairena del Aljarafe, en una programación que se completa con otros grandes nombres de lo jondo, como Manuel Liñán, Argentina, Farruquito o Rafael de Utrera.

Pregunta.Mi camino es un título que suena a recapitulación.

Respuesta.Aquí repaso un poco mi trayectoria personal y artística, reflejando todas mis etapas desde que empecé hasta ahora, incluyendo tanto lo clásico como cosas de mis proyectos más ambiciosos, aquel Jezabel -que era un poemario de escritores gitanos del mundo-, Con Jerarquía, La Alta Torre, mi adaptación de la obra de Bécquer. Para esa tarea tengo el gusto de contar con Anabel Valencia al cante, el baile de Juan Tomás de la Molía, Diego Villegas a los vientos y el compás de Manuel y Juan Diego Valencia.

P.Ya que hablamos de un ciclo de Diputación, ¿pervive lo jondo mejor en los pueblos?

R.Sin ninguna duda. Cuando todo se industrializa hay una parte que se pierde. Creo que ahora hay una etapa de no saber qué se busca, cuando creo que lo que se busca está presente en los pueblos, no se ha ido nunca. Quizás hemos perdido un poco ese camino, esa convivencia. Eso no quiere decir que todo el mundo esté perdido en su búsqueda, pero creo que siempre hay que echar esa mirada al lado y amarrarse con una guita a ese mundo con mucho cariño, el mundo de nuestras raíces. Los pueblos pueden conservar ese mundo perfectamente, siempre y cuando estén por la labor. Si estamos por la labor de solo de industrializar, hacer marketing y ser famosos es mucho más difícil. La parte sociocultural y antropológica sí está en mucho riesgo, pero no solo somos responsables los artistas, creo que eso implica a toda la comunidad flamenca: periodistas, aficionados, instituciones, programadores…

El flamenco es una música viva, anárquica, de directo

P.Usted es un artista reclamado en proyectos de muy distinta índole por sus compañeros, además de gestionar una carrera que incluye propuestas de gran envergadura, ¿cómo decide en qué implicarse en cada momento?

R.En estos últimos años me redefino como un cantaor clásico, nunca me olvido de dónde vengo, y ya con una edad, a mis 50 años, pues diría que estoy viviendo una especie de segunda niñez, sobre todo porque he pasado más de media vida en esto, y me planteo las cosas desde una perspectiva más clara, más relajada. Siempre tienes qué pensar de dónde vienes, por qué estás aquí, aunque siga investigando como hice en Nebrissensis, cantando en latín. Pero quiero seguir sonando a mi tierra. Estoy embarcado en un proyecto de una antología de cantes de Lebrija para conservarlos, que son preciosos.

P.Muchos aficionados coinciden en que su adaptación de la obra de Antonio de Nebrija y luego Béquer colocaron a José Valencia en otra dimensión.

R.Eso lo bueno que tiene la evolución, cuando tienes una base. Amplía tu repertorio, su manera de entender otras músicas para apreciar mejor la tuya. Al principio parece una odisea, pero cuando entiendes que todo tiene simplemente que vivirse, adaptarlo a tu momento, al estado de tu voz y de ánimo, todo se vuelve más sencillo. Esa es la gran enseñanza de proyectos de ese tipo.

P.¿Defender el cante tradicional tiene recompensa?

R.Sí, al darte cuenta que esta es la seña de identidad de este país. Se puede innovar, pero las estructuras están hechas. Además no creo que la ortodoxia y la heterodoxia estén reñidas, se necesitan.

P.En esa disyuntiva eterna entre tradición y progreso, surge la pregunta clave: ¿cómo evoluciona el cante?

R.Es tan natural como la vida misma, el cante evoluciona en la garganta de cada intérprete, en cada momento. Cada instante de la vida es diferente, así que una misma letra no se hace dos veces igual. Por tanto, ahí ya hay una evolución. El flamenco es una música viva, anárquica, de directo, que no está escrita, su evolución está en la naturalidad. Si queremos encajar esto en un marco científico nos volvemos locos, porque el flamenco no responde a esos parámetros. Creo que la mejor manera de evolucionar es dejar fluir el cante, sin pretensiones.

P.Como hombre de la cultura, ¿cómo está viviendo la conmemoración de los 600 años de la entrada del pueblo gitano en la Península?

R.Se ha hecho una efeméride como cualquier otra, yo echo de menos más implicación de todos los estamentos. Creo que esto hay que fomentarlo a diario, desvelar la cultura, las formas de vida, la historia. Creo que ya no hay que hablar de integración, más bien de socializar. Así entenderemos la riqueza del espectro humano, de sus diferentes etnias, porque raza solo hay una, la raza humana. Aprovecharía este año para rescatar las historias que nos hagan entender cómo hemos llegado hasta aquí, para evitar sus horrores y celebrar su belleza, que también es mucha.

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