Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La ley de Jenny Pen | Crítica
*** 'La ley de Jenny Pen'. Terror, Nueva Zelanda, 2024, 101 min. Dirección: James Ashcroft. Guion: James Ashcroft y Eli Ken. Fotografía: Matt Henley. Intérpretes: Geoffrey Rush, John Lithgow, Maaka Pohatu, Nathaniel Lees.
Saludada por Stephen King como una de las mejores cintas de terror de la temporada, La ley de Jenny Pen llega desde Nueva Zelanda vía Sitges para recordarnos que tal vez no haya nada más terrorífico que envejecer, más aún si uno acaba rodeado de otros viejos y enfermos en una de esas residencias de ancianos de pulcra atención deshumanizada.
El gran hallazgo de la cinta de James Ashcroft es pues su idea, su premisa, su ambientación, su fidelidad al encierro y, cómo no, contar con dos grandes intérpretes veteranos como el australiano Geoffrey Rush y el norteamericano John Lithgow en su duelo de poder y sometimiento entre las paredes y tras los ventanales de un asilo filmado a la manera de Kubrick entre zooms y planos disfóricos ocupados por residentes con la mirada más puesta en el más allá que en los asuntos terrenales.
Añadan también la siempre inquietante figura del muñeco inanimado que lleva siempre encima el malévolo personaje de Lithgow, unas caracterizaciones efectivas a base de apósitos y lentillas de colores y tendrán el ambiente, la deformación grotesca y el tono necesarios para una escalada de putadas, acosos y contraataques que articulan un filme sostenido sobre la prolongación de unos mismos movimientos.
Tal vez sea esa falta de desarrollo lo más objetable de un filme que intenta modular su crescendo terrorífico a fuego lento, con algún exceso formal algo caprichoso entre escenas de alto impacto, y en la metáfora recurrente de que el miedo al otro no deja de ser una forma de negar el pavor ante la evidencia del propio deterioro y la soledad en los días finales.
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