El mus francés de Abelardo Linares

El editor de El Paseo David González Romero responde al artículo publicado por Linares en este periódico el pasado viernes al hilo de la publicación de los ‘Diarios de la Segunda Guerra Mundial’ de Chaves Nogales

¿Chaves Nogales restaurado?

Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944). / D. S.
David González Romero. Editor de El Paseo

13 de julio 2025 - 06:30

¡Me da tanta pereza hacer esto! Pero veo tan malas intenciones que he de aceptar el órdago pesadísimo en que está inmerso el “canónico” editor, Abelardo Linares, a cuenta de la edición de Diarios de la Segunda Guerra Mundial, de Manuel Chaves Nogales, realizada mediante el trabajo de Yolanda Morató en El Paseo editorial. Nos tememos que Linares va a seguir sobando el tema, perdida la cuenta de los artículos que inexplicablemente le siguen publicando diciendo lo mismo y de forma cada vez más tediosa. Tal que Gollum y su anillo, anda en una carrera ciega y desenfrenada por desacreditar nuestro trabajo mediante naderías. Mancha que algo queda. Es evidente que su objetivo no es otro que distraer, enfangar y ganar tiempo.

Todo, finalmente, se resume en un soberbio ataque de cuernos porque un trabajo que Linares creía en sus manos, sin los más elementales fundamentos para ello (¿contrato? ¿emolumentos? ¿reconocimiento? ¿plazos?), se le ha escurrido entre sus torpes dedos por dos razones: sus indiscreciones –gran pecado de editores– y su constante, muy lucrativo y ventajoso gusto por “el amor al arte” de los demás. Debe aprender Linares que esta última práctica también es, de por sí, poco fiable.

Me cuesta pensar que si Renacimiento hubiera publicado este trabajo no lo hubiera hecho, grosso modo, de idéntica forma. Pero, claro, la cosa sería muy otra y Morató habría estado tan acertadísima como relegada de forma cicatera al papel de “colaboradora” que, sin embargo, se habría cargado todo el trabajo al completo tras años de dejarse las pestañas en ello. Se seguiría pisando su nombre, pero entonces en portada por algún prologuista “canónico”. Además, se apuntaría Linares su ansiado tanto en este psicodrama de la recuperación editorial de la obra de Chaves Nogales, pues su “autoridad” en la materia, hasta ahora, sigue siendo en su condición de librero más que en la de editor. Pero, una vez más, esta ansiada hazaña “chavesca” se le ha escapado, y como escuece, allá que vamos a desperdigar mierda sobre el trabajo ajeno, sin importar personas ni empeños, y sin ahorrarse ominosas prácticas fuera del foco público: confidencias malintencionadas sobre sus tan queridos amigos y comensales; amenazas judiciales tan sonoras como evaporadas; y su silenciada aspiración a una ayuda pública a cuenta de este mismo libro. (Tranquilos, ya tiene Linares sus 7000 euros del Ministerio para publicar este mismo libro que, después de mucho empeño, trabajo e inversión –incluidos los lógicos emolumentos al trabajo editor–, El Paseo editorial ha colocado durante seis semanas en las listas de más vendidos de “no ficción” de este país. Muchos saben de qué hablo, pero para los más despistados, a la escala de este asunto, es como si tienes el poco decoro de presentar a ayudas públicas ministeriales la última de un Pérez Reverte).

Desde hace mucho tiempo, todo aquel que toca su sacrosanta capilla de Chaves se lleva el repasito del papa chavista, cuya autoridad, que todo hay que decirlo, solo se sostiene con alguna pesada y solipsista encíclica publicada en revistas de su particular vaticano editorial. Hace horas, por este medio, hablaba de las traducciones sin apoyatura ninguna –¿¡para qué, la necesita!?–. Lo dice Linares y sanseacabó. Cuando Yolanda Morató habla de este tema, sin embargo, se acompaña de su largo perfil académico, investigador, traductor y científico, de multitud de ejemplos, y de tesis doctorales que incluyen nombres, apellidos y testimonios de personas que casi pierden la salud en aquel momento traduciendo en estas agencias para hacer llegar las piezas informativas al otro lado del Atlántico (no lo olviden, en el mapa lingüístico que va desde Canadá a Argentina). “Quia, cosas de listillas”, dice el terraplanista. Y esto, permitiéndose errores de primero de Wikipedia: ¿el mus “prácticamente desconocido en Francia y Brasil”? No solo toda la Francia meridional juega al mus, Abelardo, es que hay hasta un mus a tres que se llama “mus francés”, que, por cierto, es tan aburrido como tus artículos.

No obstante, hay una última cosa que me preocupa más en toda esta historia, por sus implicaciones en función de nuestros contratos. En su última diatriba alude Linares, en lo que parece un gran parche a su futura edición, a “añadidos o supresiones extrañas, errores de transcripción o interpolaciones”. Parece que tras su escrupulosa lectura del trabajo de Morató, igual hasta se le está pegando algo. No, no, ya que cacarea tanto con sus versiones de las crónicas y los supuestos desmanes de Morató, tiene que reproducirlas tal y como están, con todos y cada uno de los párrafos ilegibles y evidentes contagios de traducción con que se las ha visto nuestra editora y nuestro equipo hasta el último momento de producción del libro. Si no lo hace así, por mucho que matice, estará dándole la razón a Yolanda Morató, porque estará “restaurando”. Esperemos que no copiando –habrá que vigilarlo–, pero Linares estará “restaurando”. Ojalá no le pase como con la Macarena.

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