Ofelia Grande, directora de Siruela: “Editar es como entrar en un casino: apuestas con cada libro”
La responsable del sello recogió ayer el premio de la Feria del Libro de Sevilla concedido a la editorial por su trayectoria.
Entre King y Whitman: una proposición infrecuente
Ofelia Grande recogió ayer en el Consulado de Portugal uno de los premios que otorga esta edición la Feria del Libro de Sevilla, el galardón a la trayectoria, para Siruela, el sello al que esta salmantina llegó en el año 2000 y que dirige desde 2002. En esta entrevista, la editora repasa un catálogo que forma parte de la memoria sentimental de un país –con clásicos como Italo Calvino, Robert Walser, Junichirô Tanizaki o Carmen Martín Gaite– pero que también se abre al futuro con nuevas voces y reivindica la inteligencia de géneros como la novela negra.
Pregunta.–Lleva ya un cuarto de siglo en la editorial. Un buen momento para mirar atrás...
Respuesta.–La verdad es que el balance no puede ser más que satisfactorio. Han pasado muchas cosas desde que llegué a Siruela, muy jovencita y llena de inseguridades, hasta hoy, que la editorial vive un buen momento. Ser editor es uno de los mejores oficios del mundo, pero también es como entrar en un casino: nunca se sabe si cuando publicas un libro va a ir bien o no, estás haciendo una apuesta cada día.
P.–Siguiendo con esa idea del casino, la fortuna –o el buen ojo– ha sonreído últimamente a Siruela, con fenómenos como los de El infinito en un junco y La península de las casas vacías.
R.–Nosotros llevamos afortunadamente unos años en los que hemos tenido milagros de este tipo. Comenzamos por Pablo d’Ors y su Biografía del silencio, que fue una auténtica sorpresa; después vinieron también Elvira Roca Barea y su Imperiofobia, Domingo Villar con sus novelas policiacas... y obviamente Irene Vallejo y David Uclés, y más recientemente Nazareth Castellanos. Hay un runrún que defiende que la calidad literaria vende menos, pero los hechos desmontan esta tesis: tanto El infinito en un junco como La península de las casas vacías son extraordinarias, y han sido bestsellers.
P.–Entre los últimos lanzamientos conviven Diamantes, mística y cilicios, un libro sobre el Siglo de Oro de Luis Antonio de Villena, Todos los cuentos de Clarice Lispector o Calor y hambre, un ensayo de Fred Vargas sobre la destrucción del planeta. Títulos que reflejan la diversidad de Siruela...
R.–Nos gusta pensar que cualquier lector podría encontrar un libro para él entre nuestros fondos. Tenemos narrativa contemporánea, clásicos, ensayo, literatura infantil y juvenil, y ahora hemos metido el pie en el mundo del cómic... En la editorial nos divierte mucho la novela negra, pero nos gusta más transmitir la idea de que dentro de los géneros también se hace una literatura estupenda: a Fred Vargas, de hecho, le concedieron el Premio Princesa de Asturias. Y al mismo tiempo tenemos otra colección como la Serie Menor de ensayo, que estaba cuando me incorporé y sigue ahí, como una de las estrellas de nuestro catálogo. Sus libros son pequeñas píldoras que te introducen en un tema o en el pensamiento de un autor. El elogio de la sombra, de Tanizaki, o Elogio del caminar, de David Le Breton, pertenecen a esta línea.
P.–El éxito de esta colección tal vez sugiera que hay tanto ruido afuera que necesitamos reflexión y sosiego.
R.–Nosotros hemos notado eso, sí, en los últimos cinco o seis años, como una secuela quizás del confinamiento, o tal vez porque coincidió con El infinito en un junco, pero nos empezó a funcionar muy bien la no ficción. Antes, esa parte constituía un 25% de nuestro catálogo, y ahora mismo alcanza la mitad de las novedades más o menos. Quizás buscamos el pensamiento para explicarnos el mundo.
“Con la novela negra queremos transmitir que en los géneros también hay una gran literatura”
P.–Se cumple este 2025 el centenario de Carmen Martín Gaite, que como usted nació en Salamanca. ¿La conoció personalmente?
R.–De adolescente el colegio nos llevó a una conferencia suya, pero yo no la conocí personalmente hasta que empecé en Siruela y tuve que llevarle a su casa unos papeles para que los firmara. Yo iba aterrorizada porque había oído que ella era una señora con carácter, pero conmigo fue encantadora. Con su hermana Ana María recuperamos muchos títulos descatalogados. Siruela no publica toda su obra, pero sí una parte importantísima. Hay algo que admiro especialmente de Martín Gaite, y es su feminismo, me refiero a su forma de ser mujer en un mundo de hombres. Cuando empezaba y ganó el Premio Nadal [en 1957, por Entre visillos], era la mujer de Sánchez Ferlosio, una figura colosal. Ella supo encontrar su espacio, y ha sido muy inspiradora para escritoras jóvenes. Es muy emocionante que ahora esté presente en la conversación literaria, y a mí, que vengo de Salamanca, me hace feliz ser la editora de Carmen Martín Gaite.
P.–Los índices de lectura celebran un aumento en los jóvenes. ¿Hay esperanza?
R.–Sí. Hubo un momento convulso, hace unos 15 años o así, cuando arrancó el libro electrónico, surgieron las plataformas y la gente se entregó a las series y los videojuegos, en que los agoreros decían que la edición en papel tal y como la conocíamos estaba destinada a morir. El libro electrónico ocupaba el 10% de las ventas y parecía imparable, algo que no ha ocurrido. Los jóvenes leen más y se ha recuperado la lectura como entretenimiento, como factor de conocimiento, como símbolo de pertenencia o de estatus. Durante años, leer se vio como algo friki, pero eso ya no ocurre.
P.–Usted tomó el testigo de Jacobo Fitz-James Stuart, su predecesor en el cargo. ¿Qué le enseñó? Y a usted, ¿qué mensaje le gustaría dar a los que vienen?
R.–De Jacobo aprendí que tienes que ser fiel a tus lectores, hacer las cosas con rigor. Si publicas libros de cocina, debes procurar que sean los mejores libros de cocina. Y algo en lo que seguimos es el gusto por el libro físico. Que sea bonito, que el papel sea de calidad, que las ilustraciones estén cuidadas. Que el lector que compra tu libro esté contento con el objeto que se lleva a casa. Yo doy clases en másteres y a los alumnos les recalco que una editorial es una empresa, no vive de la ilusión, no es una ONG, y debes tener eso en cuenta. ¿De qué sirve editar libros maravillosos si no eres capaz de venderlos?
P.–Usted empezó en la edición acompañando a Amin Maalouf en su gira por Andalucía.
R.–Yo estaba entonces en Alianza, y con Maalouf perdí el miedo a los autores, porque él fue muy divertido y accesible. Lo mejor de este oficio ha sido el aspecto humano, el contacto con los escritores. El momento más terrible de estos 25 años fue saber que Domingo Villar había muerto, pero el recuerdo más hermoso de este tiempo fue la amistad que me unía a él.
No hay comentarios