Gran éxito mozartiano de la ROSS junto a la soprano Leonor Bonilla
ROSS. Ciclo Sinfónico 6 | Crítica
La ficha
REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA
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Ciclo Sinfónico 6. Solista: Leonor Bonilla, soprano. ROSS. Director: Jan Willem de Vriend.
Programa: Tutto Mozart
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791): Obertura de Lucio Silla KV 135 [1772] / Popoli di Tessaglia! Io non Chiedo, eterni Dei KV 316 [1779] / Adagio y fuga en do menor KV 546 [1788] / Vorrei Spiegarvi, Oh Dio! KV 418 [1783] / Ah se in ciel, benigne stelle KV 538 [1788] / Sinfonía nº41 en do mayor KV 551 Júpiter [1788]
Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes 5 de noviembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
El sexto programa de abono del Ciclo Sinfónico de la ROSS reunió en el Maestranza a un público más numeroso de lo habitual, que recibió con entusiasmo tanto a la orquesta como a su invitado, Jan Willem de Vriend. La ovación más calurosa llegó al final de la primera parte, tras la brillante intervención de la soprano sevillana Leonor Bonilla, cuya presencia escénica y solidez técnica fueron celebradas sin reservas. La misma energía reapareció al cierre de la velada, cuando el conjunto y el director fueron largamente aclamados, confirmando la impresión general de una noche especialmente afortunada para la orquesta.
El programa estaba íntegramente dedicado a Mozart e incluía tres arias de concierto poco habituales, pero de extrema dificultad belcantista, que Bonilla resolvió con una combinación de homogeneidad en todo el registro, plasticidad en el fraseo, que articuló siempre con admirable claridad y una coloratura nítida y precisa. Su instrumento, bien proyectado y equilibrado, le permitió ofrecer agudos firmes y afinados, sostenidos con naturalidad y sencillez (aparente), sin ninguna tensión ajena a la sustancia propia de la música. Gracias a ello, la soprano aportó una interpretación de suave calidez, atenta al sentido dramático del texto, aunque sin recurrir a contrastes dinámicos especialmente extremos, lo que quizás podría haber acentuado los pasajes más emotivos, sobre todo en KV 418. De todos modos, Bonilla asumió con seguridad los grandes desafíos que plantea desde su mismo recitativo Popoli di Tessaglia, una pieza que exige un dominio absoluto de la región más aguda de la tesitura y una gestión impecable de los ascensos repentinos. En Vorrei spiegarvi, oh Dio! resolvió con intención expresiva los pasajes suspendidos y las largas líneas ascendentes, manteniendo la afinación y el brillo del sonido incluso en los pasajes ornamentales más expuestos. Finalmente, afrontó con limpieza y notable agilidad el virtuosismo desmedido de Ah se in ciel, benigne stelle, pieza que concentra saltos interválicos amplios y una velocidad que obliga a una articulación extremadamente cuidadosa.
Al frente de un grupo casi camerístico (33 músicos), De Vriend trasladó a la ROSS su larga experiencia como director del Combattimento Consort, conjunto que fundó en los años ochenta y que se especializó en el repertorio barroco con instrumentos modernos pero criterios de época. Ese enfoque se apreció en la vívida articulación, en las dinámicas moldeadas con intención y en los acentos precisos, que dieron a la música del salzburgués un carácter flexible y vivaz. La cuerda (en disposición 6/6/5/4/2) respondió con claridad a este planteamiento, generando una textura ligera y de gran transparencia que favoreció el detalle y el dinamismo de las melodías.
Eficaz en la obertura de Lucio Silla y sólido en el Adagio y Fuga en do menor (acaso algo más convencional), este trabajo se percibió de forma especialmente nítida en la Júpiter, que sonó contrastada y con un fraseo ágil, aunque aún lejos de las propuestas más radicales de los grupos historicistas. De Vriend optó por un enfoque equilibrado, que combinó cierta energía retórica con una lectura estructural clara y sin exageraciones. El primer movimiento avanzó con un pulso firme y relieves dinámicos bien marcados; el Andante ofreció una línea cuidadosa; y el Minueto mantuvo la elegancia sin perder vivacidad. Pero fue el último movimiento el que alcanzó un nivel especialmente brillante: la orquesta sonó con una profundidad y una conjunción espectaculares, resolviendo el complejo tejido contrapuntístico de la obra con una transparencia elocuente.
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