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Todos los rostros de Agustín de Hipona

Crítica

Taurus lleva a las librerías una nueva edición de la ya clásica biografía del historiador Peter Brown, obra fundamental para el conocimiento de la Antigüedad tardía en su concreción africana

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El historiador Peter Brown (Dublín, 1935). / Universidad de Princeton
Pablo Bujalance

23 de noviembre 2025 - 07:01

La Ficha

Agustín de Hipona. Peter Brown. Traducción de Santiago Tovar, María Rosa Tovar y John Oldfield. Taurus. Barcelona, 2025. 672 páginas. 27,90 euros.

Para cuando Peter Brown (Dublín, 1935) decidió escribir su biografía de Agustín de Hipona, publicada originalmente en 1967 (y recogida por primera vez en castellano en la Revista de Occidente en 1970), la vocación del historiador consagrada a la transición entre el mundo antiguo y la Edad Media, renombrada por el propio autor como Antigüedad tardía, ya había quedado convenientemente fijada. Más aún, fue la designación de Agustín como el personaje más biografiable de este periodo lo que, según explica el propio profesor emérito de la Universidad de Princeton, terminó de convencerle. Desde el principio tuvo clara, eso sí, la conveniencia de evitar la hagiografía: “Había leído muchas obras eruditas que se permitían alegatos a favor de Agustín y justificaban sus acciones […]. En vez de adoptar esta posición, yo consideraba que el deber del historiador era interpretar el papel de advocatus diaboli. Y lo hice así para permitir que emergiera un ser humano real, perteneciente a la romanidad tardía, libre al fin de las distorsiones piadosas que de él habían hecho las generaciones posteriores”. En consecuencia, aquel retrato de un Agustín radicalizado y cada vez menos transigente, especialmente en su defensa de la predestinación divina, no gustó ni a católicos ni a protestantes, pero sí estableció un marco de referencia inevitable para el estudio de su contexto, al igual que otros libros de Brown como El mundo de la Antigüedad tardía y Por el ojo de una aguja (publicados en los últimos años en España de la mano de las editoriales Taurus y Acantilado, respectivamente). Ahora, el mismo sello Taurus recupera el Agustín de Hipona de Peter Brown con los añadidos que el autor incluyó en el nuevo epílogo de 1999. Este epílogo ya había podido leerse en castellano en la edición lanzada por Acento en 2001, si bien aquella traducción de Santiago y María Rosa Tovar, así como la traducción del epílogo en dos partes a cargo de John Oldfield, han sido convenientemente revisadas. Dado que la biografía de Brown llevaba ya demasiados años descatalogada, su reedición constituye una feliz noticia para cualquier amante de la historia.

Las cartas y sermones hallados entre 1975 y 1990 presentaban una personalidad de Agustín distinta de la que había advertido Peter Brown en 1967

El motivo que llevó a Brown a añadir este epílogo fue el hallazgo de dos legados de manuscritos agustinianos inéditos en 1975 y en 1990: “Hallar sermones y cartas suyos enteramente nuevos, en medio de tantos manuscritos cuya inmensa mayoría eran copias medievales tardías de obras bien conocidas, reproducidas de forma asidua durante siglos, era tan improbable como hallar una edición príncipe de Shakespeare en una librería de segunda mano. Y, sin embargo, esto fue exactamente lo que sucedió”, explica. El primero de estos legados es conocido como las Cartas Divjak, en referencia al historiador Johannes Divjak, que en 1975 halló en la Biblioteca Municipal de Marsella una colección de cartas de Agustín, entre las que se localizaron veintisiete desconocidas y pertenecientes a los últimos años de vida del obispo de Hipona; el segundo, los Sermones Dolbeau, contiene los textos que el historiador parisino François Dolbeau encontró en 1990 en la Biblioteca Municipal de Maguncia, sermones que Agustín había pronunciado en Cartago en el año 397 y que habían sido copiados “de forma rutinaria” entre 1470 y 1475. Estos descubrimientos, admite Brown, modificaron sensiblemente su percepción del personaje histórico: si la biografía que había logrado armar en su juventud oxfordiana estaba basada principalmente en las Confesiones y la obra teológica de Agustín, las cartas y sermones presentan a un personaje muy distinto del protoinquisidor enemigo de los envites cismáticos que cundían en el norte de África. El autor de estos textos era un pastor preocupado por la suerte de su comunidad en momentos especialmente convulsos, que concebía sus sermones como diálogos en la asamblea y que, de manera reveladora, no había renunciado a la influencia platónica que había inoculado Plotino en su pasión filosófica de juventud. De esta forma, la construcción del personaje histórico gana en complejidad y, por tanto, en humanidad, lejos ya de cualquier estereotipo al uso.

Además de una biografía, el libro presenta una concreción detallada de la Antigüedad tardía en la Numidia africana

Agustín de Hipona es, más allá de una biografía del santo (rica en detalles respecto a otros personajes y asuntos como su madre Mónica, su hijo Adeodato, su concubina, su prometida cristiana, su formación filosófica y retórica, su adscripción al maniqueísmo y su conversión al catolicismo), un estudio a fondo de la concreción de la Antigüedad tardía en un territorio tan diverso como la Numidia africana, donde Agustín desarrolló su labor diocesana y donde hizo frente a herejes como los donatistas (que concebían el sacerdocio como una casta de pureza intachable) y las que personificaron Pelagio (contrario a la noción del pecado original) y Juliano de Eclana (afín a Pelagio) en años posteriores, cuya penetración social amenazaba con reducir el catolicismo a una expresión religiosa minoritaria en el norte de África. Además, aunque el paganismo había sido en teoría prohibido desde Constantino, su vigencia en ciudades como Cartago, Tagaste e Hipona era notoria todavía a comienzos del siglo V. Ya en su senectud, la invasión de Numidia a manos de los vándalos desde la Península Ibérica y la destrucción de su comunidad diocesana sumieron al obispo en una amargura inconsolable. Su obra, sin embargo, prendió en toda Europa como origen de un mundo nuevo: la Edad Media.

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