INCENDIO
Tres personas heridas por inhalar humo en un incendio en su casa en Morón de la Frontera

Con sello propio

Una instántenea que recuerda, sin duda, a las competiciones olímpicas de patinaje artístico.
Javier Paisano

28 de diciembre 2012 - 05:00

El cascanueces. The Imperial Ice Stars. Música: Tchaikovsky. Director: Tony Mercer. Adaptación musical: Tim Duncan. Coreografía: Tony Mercer y María Orlova. Bailarines-patinadores: Anastasia Ignatyeva, Bogdan Berezenko, Vadim Yarkoy, Maria Mukhortova, Yulia Ashcheulova, Oleg Tazetdinow, Jurijs Salmanovs, (entre otros). Vestuario: Elena Predvodeteleva. Interpretación musical: Orquesta Sinfónica de Manchester. Escenografía: Eamon D'Arcy. Iluminación: Richard Rhys Thomas. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 27 de diciembre de 2012. Aforo: Casi completo.

Hace un año, The Imperial Ice Stars aterrizó en el Teatro Lope de Vega con una versión de El lago de los cisnes. Nos gustó esta apuesta que mezclaba la espectacularidad del patinaje artístico con la belleza del ballet clásico. Entonces nos debatimos entre si estábamos ante un hijo bastardo fruto de la unión de la danza y el deporte o ante un género nuevo. No resolvimos la ecuación y simplemente nos dejamos arrastrar por la energía que se desprendía del escenario.

Como le ocurrió al Circo del Sol, la compañía del inglés, afincado en Rusia, Tony Mercer ha encontrado hueco en el gusto de los sevillanos. El salto ha sido cuantitavio, ahora pretenden llegar a diez mil espectadores durante este fin de semana que se han adueñado del Teatro Maestranza. Convertido en una inmensa pista de hielo, los bailarines-patinadores y acróbatas de esta compañía del Este ponen en escena un clásico de los cuentos navideños, El cascanueces. De nuevo la música está enlatada, los escenarios son espectaculares y cuando digo espectaculares me refiero a una fabulosa recreación propia del Disney más brillante. El vestuario soberbio, rico y colorido combina los chillones brillos del patinaje artístico con la sensibilidad de las puestas en escena del ballet más clásico aunque aquí también hay influencias de las comedias musicales que triunfan en el West End.

La iluminación justa, sin juegos excesivos porque lo importante ocurre en las evoluciones de estos cuerpos dotados de extrema fuerza y riesgo.

A esto se le suma la música de Tchaikosvsky con sus conocidas creaciones del segundo acto, el famoso vals de las flores o las danzas china, española, árabe o rusa.

Pero lo más importante es que con este Cascanueces, Tony Mercer ha conseguido separarse de esa dualidad que mantenía en sus anteriores espectáculos. Ya no nada entre dos aguas. A partir de ahora los amantes del ballet clásico no tienen por qué sentirse molestos. Mercer ha creado un espectáculo que tiene sus propias reglas en el que ha ganado la espectacularidad y fuerza del patinaje en detrimento de la danza clásica.

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