Análisis

Juan Ramón Medina Precioso

Catedrático de Genética

Amigo, la caridad de la razón

Otros han narrado las múltiples aportaciones del cardenal Amigo en los más diversos ámbitos de la vida sevillana. Sus relaciones con las cofradías, sus visitas a los encarcelados, sus pastorales en los barrios pobres, sus apoyos a las congregaciones, sus asistencias a los cónclaves, sus relaciones con el Papa, sus conversaciones con los políticos, sus confidencias con los periodistas...También en el mundo universitario se sintió el impulso del apuesto cardenal. En su etapa, la Hermandad de los Estudiantes floreció esplendorosa, igual que el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla, dirigido por un Juan del Río que finalizó su paso por este mundo como arzobispo castrense de España. En esa etapa el Sarus multiplicó sus discretas obras de caridad, incrementó el sostén psicológico a los estudiantes con problemas mentales, contribuyó a prevenir muchos juveniles suicidios e impulsó los ciclos sobre Razón y Fe, que tanto éxito tuvieron. Tampoco el cura Javierre, siempre risueño, que había dirigido fructíferamente “El Correo de Andalucía”, era ajeno a aquella efervescencia religiosa universitaria.

En cierta ocasión el cardenal apareció en la sala de rectores del Paraninfo para inaugurar una conferencia religiosa. Ejerciendo de rector, salí a recibirlo y me dispuse a acompañarle al gran salón. Cogiéndome del codo y sonriendo amistosamente, don Carlos empezó a relatar los méritos de la Hermandad y del Sarus. A continuación, con más humor que ironía, me susurró “Y me dicen que el culpable de todo esto es usted”. Ambos sabíamos que el mérito de todo aquello era de las nutridas huestes de universitarios católicos que, en el anonimato, realizaban aquellas tareas. Y tras ellos, el culpable de todo aquello era Juan del Río, que los pastoreaba con esfuerzo e inteligencia. Y, en última instancia, el culpable era el propio cardenal Amigo, que alentaba y apoyaba el papel del director del Sarus. Pero él era así: lejos de atribuirse el más mínimo mérito, lo distribuía cordial y humildemente entre los demás. Representaba bien lo que, en relación con el humanista Maritain, se había dicho: la caridad de la razón.

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