La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
L os sucesos históricos que acompañaron la azarosa vida y la obra literaria de Antonio Machado, el gran trovador de los días azules de su Sevilla natal y de sus austeras tierras castellanas de adopción, ensombrecieron a otros excelsos miembros de la saga machadiana. Es el caso de Antonio Machado Núñez, padre del flamencólogo Antonio Machado Álvarez Demófilo y abuelo de los eternos poetas Antonio y Manuel Machado. El llamado "médico del gabán blanco" nace un treinta de marzo de 1815 en Cádiz, según consta en su partida de bautismo, aunque también puede considerarse sevillano al corresponder aún la jurisdicción territorial gaditana al antiguo Reino de Sevilla de la corona castellana, sin separación en provincias.
Científico, médico, filósofo krausista, antropólogo, escritor y masón, el conjunto de los méritos personales, académicos y profesionales del patriarca de la familia Machado es inmenso. Baste nombrar algunos a vuela pluma: doctor en Medicina y en Ciencias; catedrático de las universidades de Sevilla, Santiago de Compostela y Madrid; diputado, alcalde interino y gobernador de la provincia de Sevilla en el periodo abierto tras la Revolución Gloriosa de 1868; decano de varias facultades y rector de la Universidad de Sevilla; primer científico que sitúa al lince ibérico en Doñana; principal introductor en el país de los postulados evolucionistas de Charles Darwin; creador en Sevilla del segundo museo español de Historia Natural; miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras... Podríamos definirlo como un humanista que intentó aportar aires limpios a las instituciones nacionales en tiempos políticos muy agitados. Casado con la sevillana Elena Cipriana Álvarez Durán -pintora, escritora y folklorista-, conviene indicar que sería el primordial sustento económico de su hijo y seis nietos hasta su muerte en 1896 en Madrid, estando siempre muy preocupado por el incierto porvenir de todos ellos. Nuestra contradictoria Sevilla aún no ha considerado conveniente dedicar una calle, una plaza o una placa conmemorativa a uno de sus hijos más insignes, sólo la reciente Biblioteca de la Universidad en El Porvenir. La desmemoria es tal que no posee un retrato colgado en la Galería de Rectores de la antigua Fábrica de Tabacos.
Antonio Machado Núñez proclamó con vehemencia un noble deseo que sigue vigente hoy en día en su mayor expresión: "El nuevo vínculo de la unidad nacional ha de ser la instrucción generalizada, verdadera, moral y uniforme que, partiendo de las escuelas primarias, se continuara en los institutos y se perfeccionase en las universidades, dando esperanzas de remedio al oscuro porvenir de nuestra patria". La ideología y el pensamiento político nunca han de constituir un contrapeso para el reconocimiento de las grandes personas; cuando eso ocurra, las dos Españas irreconciliables de las que se lamentaba José Ortega y Gasset y su discípulo Antonio Machado podrán darse la mano y trabajar juntas en paz y armonía.
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