Cuando me comentan lo buena que es Elena S. Sánchez como presentadora de Historia de nuestro cine, ratifico y añado que está por encima del programa. Trato de justificarlo.

El trabajo de Elena S. Sánchez es tan preciso, tan certero y tan generoso, que siempre sabe a poco. Me pregunto yo, como seguidor que soy del programa desde su fundación hace cinco años, si no será porque se trata de un espacio excesivamente editado, resumido, constreñido. Un coloquio que no respira, donde no aire. Ni caben las repreguntas ni las apostillas.

Si contamos con una comunicadora que desde el primer minuto en que le fue encomendada la tarea de hacerse cargo del proyecto creyó firmemente en él, se lo curró hasta la extenuación, se documentó cada entrega como si fuese la primera o la última, se fue enamorando de la materia prima de su programa mostrando verdadera pasión por las películas y sus autores, y mostró una actitud de respeto y curiosidad infinitas en cada uno de los coloquios, el resultado no podía ser otro que el que ha sido: la excelencia.

Pero qué duda cabe que quince minutos son muy pocos para concentrar en ellos toda la documentación, pasión, respeto y curiosidad que Elena S. Sánchez se ha trazado en cada una de las entregas.

Cuando el coloquio duraba una hora, quizá podía ser más ella. Quizá el resultado de lo que veíamos en pantalla estaba menos editado, no sé. Lo importante, en cualquier caso, es que Elena S. Sánchez, flamante miembro del jurado de la Sección Oficial, nos ayuda cada viernes a comprender las claves de los títulos antológicos de nuestro cine. Ella no lo puede hacer mejor en el tiempo que le dan. Que La noche del cine español duraba dos horas y La clave cuatro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios