A primeros de este siglo llegó la fiebre por los patinetes. Entonces no eran eléctricos, como los de ahora, sino impulsados con las piernas. Estaban hechos de aluminio y rodaban sobre unos finos y duros discos de distintos colores, según el gusto. Ni timbre, ni soporte para el móvil. La única sofisticación estaba en el freno, que se pisaba con el talón. Los recordarán. Las calles adoquinadas no eran amigas de estos trastos: te temblaban los carrillos como un flan. Esta modernidad, que ya es vintage, venía a convivir con los patinetes de línea o cuatro ruedas, con las bicis BH y con las patinetas de skate. El carril bici no había llegado a Sevilla y, por tanto, el Sevici tampoco.

Dos décadas más tarde, la novelería ha llegado en forma de unos avanzados patinetes eléctricos. Las bicis de alquiler están bien, pero nada comparado con ir en una plataforma sin tener que hacer más esfuerzo que el de accionar un botoncito. Parecen sacados de "Regreso al futuro". Con una app se acciona el chisme, no sin antes apuntarle los dígitos de la Visa. El odómetro o patímetro avanza y tú todavía no sabes ni cómo enderezar aquello, que pesa un quintal. No tiene casco ni nada que se le parezca. Te santiguas y sonríes, que cuando la gente te vea piense que vas cómodo y feliz, cual novelero. El Michael J. Fox sevillano.

El teléfono móvil va sujeto al manillar, ofreciendo un mapa tipo GPS, que indica por dónde circulas y en qué lugares se reducirá la velocidad, por cuestiones de afluencia de peatones básicamente. Incluso en zonas de carril-bici al patinete puede entrarle lo que en ciclismo denominan pájara. ¿Qué le pasa a esto? Pues que aunque la calle esté vacía, el mapa dice que estás en una zona de baja velocidad. Eso sí, el patímetro sigue corriendo. De los Jardines de Murillo a la Plaza del Altozano en quince minutos. La multa: 5 euros. ¿Le ha gustado el servicio?, pregunta la app. Pues verá… en un taxi se va mejor: sentado y con el aire acondicionado.

La empresa, muy amable, se disculpó y entendió la disconformidad. La razón del precio: la calidad, el mantenimiento de los patinetes, la fiabilidad del servicio… Pensé entonces que esto es como si te tomas una cerveza y tienes que pagar por el mantenimiento del tirador, el vaso de cristal, el jornal del camarero, y el friegaplatos. A decir verdad, se trata de un programa piloto con margen de mejora. De momento no parece más que un juguete para el turismo y no un servicio para el día a día de los sevillanos.

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