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Análisis

Pilar cernuda

Prohibido quejarse

El hombre elegido por los independentistas tiene más de payaso que de gobernante

Quejas de los ciudadanos que han votado a los partidos independentistas, ni una. Ni un lloriqueo de Esquerra Republicana, que lleva tiempo diciendo que Carles Puigdemont ha perdido el norte; desde luego, tampoco de JxCat, que le ha hecho la ola al prófugo principal y a los prófugos acólitos que se marcharon con él; y, lógicamente, ni una queja de la CUP, donde los hijos de la antigua burguesía catalana cambiaron su estética y su ética para enarbolar la estelada y, aunque marcan distancias con Puigdemont, han permitido con su abstención la investidura de un presidente títere que lleva a Cataluña a los infiernos.

Los infiernos económicos y de ruptura social, de aislamiento internacional y de sentimiento de vergüenza que es hoy tan generalizado en aquellos catalanes que se caracterizaban por su cultura y su educación, y que con su esfuerzo convirtieron a la próspera comunidad autónoma en una de las regiones más florecientes y dignas de elogio.

Los ciudadanos que votaron a favor de la independencia han elegido a un hombre que tiene más de payaso que de gobernante, hasta el punto de que se marcó como principal objetivo colocar el lazo amarillo en la fachada del Palau de la Generalitat. No puede decirse que tenga muchas ambiciones Quim Torra, quien se conforma con obedecer incondicionalmente a su promotor, fugado en Berlín.

Mariano Rajoy, que se entrevistará con Pedro Sánchez y con Albert Rivera, debe cumplir con el mandato que aprobó el Senado y desactivar el artículo 155 de forma inmediata. Por otra parte, lo debe estar deseando, puesto que sólo de ese modo conseguirá que el PNV apruebe los Presupuestos Generales del Estado (PGE).

Pero, o mucho nos equivocamos, o en cuanto los PGE pasen el trámite parlamentario van a llover las iniciativas para neutralizar a un Quim Torra al que cuesta llamarlo presidente porque, él mismo lo ha dicho, el que manda está residiendo en la capital alemana. Entre esas iniciativas está reactivar el artículo 155, porque cuando un fanático anda suelto hay que atarlo en corto antes de que cometa una barbaridad. Y Quim Torra es de los políticos que la cometen, se ha visto en los días transcurridos desde que Puigdemont lo designó presidenciable.

Coincide la elección parlamentaria de Torra -hay que repetirlo, que no se rasguen las vestiduras ni se mesen desesperadamente los cabellos los que votaron independencia- con la noticia de que los servicios de Inteligencia alemanes aseguran que Rusia ha manejado a los independentistas para provocar la inestabilidad en uno de los países de la UE.

No sorprende, ha sido Rusia la que ha colocado en la Casa Blanca a un hombre que jamás habría elegido sin ayuda y que suma despropósitos debilitando la política exterior de Estados Unidos y potenciando la de Rusia. Ayer lo ha demostrado trágicamente en Palestina e Israel, sin ir más lejos.

Con rusos o sin rusos, los que votaron independencia en Cataluña sin pensar en las consecuencias ni revisar la trayectoria personal y política de los llamados a dirigir esa independencia han hecho la peor operación de su vida. Porque con Puigdemont Cataluña inició su declive, pero con Torra directamente desbarra.

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