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Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa. También en el ámbito de las cofradías. No hace falta repetir, hoy primer viernes de cuaresma, que en el contexto de la Semana Santa la estación de penitencia, si se hace con devoción y recato cristiano, constituye una valiosa catequesis pública de manifestación de fe. Así mismo, la contemplación de las representaciones religiosas del Señor y de la Virgen de nuestras benditas cofradías es una preciada alocución del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y de las verdades de nuestra fe católica. Todo lo demás, sin renunciar jamás a sus valores artísticos, antropológicos, culturales, históricos o sociales, debería ser secundario, pues cada vez más, al margen de la cuaresma que es el tiempo litúrgico de la preparación para la Pascua de Resurrección, en la prensa, en la radio, en las redes sociales, o en la televisión, participan indefinidamente de multitud de aspectos fútiles ignorando que hay un tiempo para cada momento, incluida también nuestra Semana Santa.

En este sentido, hace unos meses, poco después de Navidad, escuché en un popular evento cofradiero insinuar a su presentador las serias dudas que le planteaba todo aquello que no fuera lo verdaderamente trascendental para su programa. Es decir, los valores cristianos de las hermandades y cofradías. No le faltaba razón. Nos perdemos los cofrades muchas veces en los contornos. Renunciamos a lo imprescindible, acelerando el tiempo vacuo cofradiero disipado en la redundancia de lo provisional. Pero ya los clásicos nos señalaron con acierto que el tiempo es muy lento para los que esperan. Muy corto para los que gozan. Muy largo para los que sufren. Sin embargo, para quienes se preparan para la Pascua de Resurrección, el tiempo de cuaresma no es corto, ni vacuo, ni doloso, sino una gozosa experiencia. Es tiempo de cuaresma. Es tiempo de preparación. Disfrutemos del tiempo porque hay un momento para cada cosa y para la Semana Santa también. Y ese es ahora, ni antes, ni después.

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