La ventana
Luis Carlos Peris
Y por encima de todo, la marca Sevilla
Hoy es 9 de mayo. Hace 343 años falleció el Venerable Miguel Mañara, aunque ya muchos años antes había entregado su alma a Dios, poniéndola al servicio de sus amos y señores los pobres. Ese día se produjeron escenas de conmoción en nuestra ciudad. Seguramente las imágenes que recordamos de la Plaza de San Pedro tras el fallecimiento de San Juan Pablo II con el pueblo de Dios reunido, conmovido y pidiendo su canonización con ese lema: “Santo Súbito” serían las mismas que acontecieron en nuestra ciudad hace tres siglos. La ciudad lo sabía, porque vivía entre ellos; la ciudad lo sabe porque el milagro de Mañara sigue vivo 343 años después de su muerte. Si usted quiere ver un milagro patente, vaya al Hospital de la Santa Caridad y verá un verdadero milagro que día tras día abre sus puertas y acoge, da calor de hogar y familia a más de 80 ancianos acogidos en su seno.
Mañara sigue vivo entre sus pobres y les sigue sirviendo con la misma diligencia y empeño que tuvo en su vida terrena. Lo hemos visto los hermanos de la Santa Caridad. Porque Mañara, además de santo, fue un adelantado a su tiempo, un revolucionario. Pocas imágenes más subversivas conoce el mundo, que la de ese noble caballero, con todos sus atributos de poder y gloria, llevando en brazos, en sus propios brazos, a un pobre para darle cobijo y amparo. Como él decía, con sus propias manos, que eso es socorrerles y lo demás es solo acompañarlos. Entrega de uno mismo hasta el final. Eso es Mañara y no las caretas con que la historia ha querido desfigurarle para privarle de su verdadera dimensión: una persona que ve a Cristo en el pobre.. Él ya lo dijo: “El cuidado de los pobres no sólo es para hacerles bien, sin para que nosotros lo recibamos teniendo a Jesucristo a quien servir, pues tenemos a sus encomendados a quien obedecer”.
Que Don Miguel sigue vigente, vivo y cercano, pocos pueden dudarlo. Otro síntoma de santidad, para cuando Dios quiera. ¡Santo súbito!
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