La ventana
Luis Carlos Peris
En el adiós a Nacho Ansó
Hacía frío aquel jueves de noviembre que hoy cumple el medio siglo. Hacía frío en la calle y en las casas, en el bar y en el puesto de trabajo. Era ese frío que acarrea la inquietud por un futuro inmediato y que nos cogía con la incógnita que representa todo tiempo nuevo. Esa madrugada había ocurrido lo que se llevaba esperando más de un mes y en mi recuerdo figura en primer lugar las noches de vigilia, interminables madrugadas a la espera de que el equipo médico habitual extendiese el certificado de defunción.
Y ocurrió el 20 de noviembre, justamente en el trigesimonoveno aniversario del asesinato de José Antonio, cuánta casualidad. Madrugada de duermevela y con el frío de la cruda mañana otoñal, la calle estaba vacía y con cara de día después. A la postre sería una mañana en la que España viviría una amanecida espléndida, pues todo discurrió mejor de lo que esperaban los más optimistas. Un amanecer magnífico y la pena que nos corroe los adentros es ver cómo se dilapidó aquella amanecida.
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