Hermano costalero

Ambas cosas no están reñidas. Bendita afición que puede ejercerse con devoción

Felicidades. Estás de celebración. Cumples medio siglo bajo las trabajaderas. Aquello fue revolucionario, una locura; impensable en aquel entonces e imprescindible hoy. Naciste desde el impulso de la juventud, mezcla de audacia y visión de futuro, conjugando la devoción y la afición. Ambas cosas no están reñidas. Bendita afición que puede ejercerse con devoción. Hago un aparte para honrar a aquella junta de gobierno valiente que decide dar el paso. Cofrades preclaros a los que la Semana Santa debe mucho.

Las suspicacias del inicio no cesaron. Aún hoy existen negacionistas del hermano costalero. Incluso desde el propio martillo. No sé si es desconcierto aún por vuestra existencia o un miedo oculto a que la marea popular se lleve por delante a los que ejercen como gurús del costal, alegando no sé qué técnicas imposibles o insondables.

Hermano costalero, te conozco bien. Te he visto muchas veces bajo las trabajaderas (a veces sufriendo, a veces gozando). Llorando, rezando, sintiendo y poniendo tus pies, tu cuello y tu fuerza al servicio de la fe y de la hermandad. “Los pies de Dios en Sevilla”, se os ha llamado muchas veces con indudable acierto. He visto tu impaciencia por lograr el hueco en la cuadrilla que nunca se produce. He visto tu constancia y sacrificio hasta conseguirlo. He visto ese brillo en los ojos cuando recibiste por primera vez una papeleta donde ponía una palabra: costalero. He visto hermanos míos llorar sus miserias bajo las trabajaderas, celebrar sus paternidades, llorar las ausencias. He visto pasar vidas enteras bajo los pasos. He visto hermanos enterrar a un padre por la mañana y sacar a su Cristo por la tarde, porque era la mejor forma de honrar al padre y porque así lo hubiera querido él. He visto que existes, claro que existes, hermano costalero. Frente a los que apostatan de vosotros yo he de decirte que, muchas felicidades, que tengas una larga vida, que lo seas por muchos años y que creo firmemente en ti, mi querido hermano costalero.

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